Una inspección controvertida

Los animalistas embarcan a la Generalitat en el asedio al Zoo de Barcelona

Tres veterinarios de la Administración autonómica realizan una auditoría del zoológico que despierta recelos en el mundo académico por algunos de sus apriorismos

Una gorila del Zoo de Barcelona y su cría.

Una gorila del Zoo de Barcelona y su cría. / periodico

Carles Cols

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Segundo asedio animalista al Zoo de Barcelona en cinco años. Una auditoría que aún no ha sido dada a conocer pone reparos a 48 de las casi 100 instalaciones del recinto zoológico. El documento, al que ha tenido acceso EL PERIÓDICO, es aún provisional. En el asedio del 2016 fue el Ayuntamiento de Barcelona el que, en una decisión de la que luego se arrepintió, hasta puso los arietes, catapultas y onagros para que los animalistas intentaran precipitar la extinción del parque. La comunidad científica salió finalmente a defender los muros del zoo. En esta ocasión, la novedad es el sello que lleva la auditoría. Es el de la Generalitat de Catalunya. Tres veterinarios de la Conselleria de Territori i Sostenibilitat visitaron el recinto entre los meses de enero y marzo de este año. Este segundo asedio ha sido, por decirlo de algún modo, más troyano.

La Generalitat tiene por ley la obligación de auditar todos los recintos de fauna salvaje de Catalunya una vez al año. Eso incluye, por supuesto, al Zoo de Barcelona, pero también el área de bosque tropical de CosmoCaixa o el Aran Park de Bossost, por citar tres ejemplos. En realidad, ese trabajo de campo nunca o casi nunca se había llevado a cabo con anterioridad. La anterior y única ocasión en que el Zoo de Barcelona recibió esa visita fue en 2013.

El ‘clic’ que explica el cambio de actitud por parte de la Generalitat es, según las fuentes consultadas, la decisión de Damià Calvet, ‘conseller’ en la anterior legislatura, de reunirse con Leonardo Anselmi, personaje clave en las recientes guerras zoológicas, uno de los dirigentes más activos del frente animalista, sin formación ni como biólogo ni como veterinario, pero con una cierta prédica entre algunos colectivos por su eficacia como comunicador. Es la cara detrás de la llamada plataforma ZOOXXI a la que el equipo de Ada Colau dio alas en 2016 y que, entre otras iniciativas, pretendía establecer una estricta castidad sexual en el Zoo de Barcelona para propiciar así su extinción como equipamiento. Su estrategia (solo por recordar lo que sucedió entonces) saltó por los aires cuando diversos científicos, entre ellos y de forma destacada el gran experto en cetáceos Álex Aguilar, protestaron de forma enérgica ante el hecho de que el futuro del zoo lo decidieran, por ejemplo, filólogos, como realmente estaba a punto de suceder.

Un león, felino de larguísimas siestas, en su recinto del Zoo de Barcelona.

Un león, felino de larguísimas siestas, en su recinto del Zoo de Barcelona. / Manu Mitru

La reunión entre Calvet y Anselmi fue agendada, al parecer, por algún concejal de la oposición con alma animalista. Cuestión de contactos y favores. El caso es que dio sus frutos. La Generalitat decidió hacer aquello a lo que la ley le obliga. El problema, sin embargo, no fue el qué, sino el cómo.

Entre enero y marzo de este año, tres veterinarios visitaron seis días las instalaciones del Zoo de Barcelona. Lo inspeccionaron a fondo. Su informe recoge 48 observaciones, incidencias, deficiencias, anomalías o llámesele como se desee. Hay de todo. Desde lo mínimo, como carteles informativo mejorables (“falta información sobre su condición de especie invasora”), a lo supuestamente preocupante, como que algunos animales, en opinión de los tres veterinarios, muestran estereotipias, es decir, realizan movimientos que podrían indicar un déficit de bienestar. En manos de los animalistas, este apartado del informe es munición pesada.

La frase de la polémica

Sobre esta cuestión es interesante recabar la opinión de uno de los mayores expertos, tal vez el número uno, en bienestar animal, el doctor Xavier Manteca, responsable del Departamento de Ciencia Animal de la Universitat Autònoma de Barcelona. A Manteca le sorprende de entrada, por atrevida y poco científica, la frase con la que los autores del informe encabezan sus conclusiones: “El objetivo de todos es garantizar el bienestar de los animales sabiendo de antemano que el cautiverio reduce el bienestar desde el primer momento en que se aplica”. En su opinión, ese punto de vista es una atalaya incorrecta para analizar con rigor un recinto como el zoo. Cada animal es distinto. Todo depende de su salud y de si se satisfacen sus necesidades. Para algunas especies, la obtención del alimento por sus propios medios es casi un imperativo. Otros, en cambio, son felices con el ‘glovo’ del que encargan los empleados del zoológico. La vida en libertad no es la arcadia que siempre dibujan los animalistas. Para un ñu, apetitoso manjar para cualquier gran felino, beber agua del río es motivo de gran estrés. La medición del bienestar animal no es una materia fácil.

Las tres elefantas del Zoo de Barcelona se dan un baño en su lodazal.

Las tres elefantas del Zoo de Barcelona se dan un baño en su lodazal. / Efe

Pero, según Manteca, consultado sobre los capítulos más controvertidos del informe, el error mayúsculo es tomar las estereotipias como una prueba incontestable de lo que sea. De entrada, invita a no olvidar el pasado de algunos de los animales. Las tres elefantas de Barcelona tuvieron infancias y adolescencias dickensianas, más propias de Jumbo (madre de Dumbo en la película de Disney) que del majestuoso especímen que es este animal. Trabajaron en circos y en parques comerciales. Los diagnósticos no pueden ser coyunturales. La cuestión es cómo estaban y cómo están. Pero, con independencia de ello, para Manteca es crucial que no se confunda la estereotipia con la fijación de la estereotipia, es decir, el eco de conductas y movimientos sospechosos que perdura una vez superado el trauma que pudo causarlos.

Los zoos no son granjas de vacas o gallinas, subrayan las fuentes consultadas y conocedoras del informe. La formación veterinaria no garantiza un conocimiento suficiente de las especificidades de un zoo y, añaden, eso se revela claramente en la auditoría. El caso palmario es una de las fijaciones que habitualmente expresan los animalistas y que, en un lenguaje distinto, formulan los autores del informe, el censo de animales, las altas por nacimiento y las bajas, ya sea por defunción o traslado. El Zoo de Barcelona no practica desde hace años el llamado ‘culling’, o sea, el sacrificio de animales sanos por falta de espacio o destino, algo común aún en otros parques, pero la siembra de esa sospecha nunca ha cesado.

Ignorancias reveladoras

El intercambio de pareceres sobre ese censo ha sido objeto de un intercambio de mensajes entre los veterinarios de la Generalitat y el Zoo de Barcelona que denota una cierta tensión. Los primeros echan en falta un censo pormenorizado de los más o menos 1.700 animales que viven en el parque. Los segundos, con indisimulada estupefacción, les recuerdan la existencia del ZIMS, un ‘software’ que comparten los zoos y acuarios europeos en el que están perfectamente documentados todos los animales, porque las colecciones de cada parque no son propiedad de tal o cual zoológico, sino que forman parte de un patrimonio común europeo con el que se planifica mejor así la conservación de las especies amenazadas (una categoría en la que siempre cabe que entren algunas que actualmente no lo están) y se impulsan programas de reintroducción, en algunos de los cuales Barcelona ha participado de forma notable, como es en el caso de la gacela dorca y del ibis eremita.

Pedro, el último rinoceronte que, salvo sorpresas, vivirá en Barcelona, .

Pedro, el último rinoceronte que, salvo sorpresas, vivirá en Barcelona, . / Joan Cortadellas

La auditoría, en resumen, ha causado sorpresa entre quienes han tenido acceso ya a ella, que no van tan lejos como para sostener que rezuma animalismo, pero sí, como mínimo, para sospechar que los impulsores de la plataforma ZOOXXI velan armas mientras esperan recibirla. Puede ser leída con distintas entonaciones. Una coma de más o de menos, ya se sabe, puede cambiar el sentido de toda una frase. Hay, como se sabe, un ejemplo de ello que aún se enseña en las escuelas. Vamos a comer, niños. Vamos a comer niños. Una coma y, ya ven, la frase pasa de un simple almuerzo a un terrorífico episodio de canibalismo.

A modo de postdata, el profesor Manteca recomienda no pasar por alto un significativo detalle. Tal y como ha explicado en más de una ponencia, las emociones son malas consejeras a la hora de opinar sobre el futuro de los zoológicos. Por eso a él le llama la atención el hecho de que los grupos animalistas seleccionen cuidadosamente las especies que sitúan en el centro de sus campañas (elefantas como Susi, grandes simios, delfines…) y nunca otros animales, como determinados peces, que sufren más el cautiverio, o esas razas de perro que se crían de forma tan selectiva que nacen ya que deformidades morfológicas que les harán sufrir el resto de sus vidas. Es más fácil asediar a un zoo, aunque sea a costa de retratar a sus empleados como crueles torturadores, que retar a los dueños de mascotas domésticas, según algunos estudios, un 40% de la población.

Suscríbete para seguir leyendo