Barceloneando

La plaza de la Gardunya exhibe su historia en un monumento

‘Àngels Nous’, proyecto fotográfico del artista e investigador Jorge Ribalta, se convierte en una instalación pública para explicar la memoria de una plaza que durante años fue un 'no espacio'

Uno de los portales con uno de los murales del friso 'Àngels nous' de Jorge Ribalta.

Uno de los portales con uno de los murales del friso 'Àngels nous' de Jorge Ribalta. / Jordi Cotrina

Natàlia Farré

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Convertir el documento en monumento, y el olvido en memoria. Los documentos llevan la firma del fotógrafo e investigador Jorge Ribalta, y forman el último monumento público inaugurado en Barcelona, ‘Àngels Nous’, en la plaza de la Gardunya, concretamente. Un espacio durante años 'no espacio' cuyo nombre decía tantas verdades como mentiras. Y cuya larga historia no se quiere enterrar bajo toneladas de hormigón. La falsedad se la daba la categoría de plaza. No lo fue hasta 2017. La veracidad derivaba de su nombre, históricamente sinónimo de infracción, hampa y delincuencia. El recuerdo, el monumento que evoca siglos de devenires. 

‘Àngels Nous’, –título que se inspira en ‘El ángel de la historia’, de Walter Benjamin– es un friso realizado a partir de algunas de las centenares de imágenes que Ribalta tomó durante 13 años en la Gardunya. Desde 2005 hasta 2018, que es lo mismo que decir desde que se decidió su última reforma hasta que se entregaron los primeros pisos de protección oficial allí levantados. Un periodo en que un espacio que siempre había sido residual fue devuelto a la ciudad en forma de plaza, de verdad no solo de nombre. Ribalta documentó los cambios día a día. Y ahora estos lucen, junto con retales de las otras historias del lugar, en la calle y en las porterías de los edificios levantados para dar vecinos a una plaza deshabitada en el último siglo y medio.

Las excavaciones para construir el párking subterráneo de la Boquería en la plaza de la Gardunya, en mayo de 2013.

Las excavaciones para construir el párking subterráneo de la Boquería en la plaza de la Gardunya, en mayo de 2013. / Jorge Ribalta

Hasta 2018, las últimas almas con residencia en la Gardunya, fueron las monjas clarisas del convento de Santa Maria de Jerusalem. Allí respetaron la clausura desde el siglo XV hasta que las leyes de exclaustración de 1835 las enviaron de peregrinaje por otros espacios eclesiásticos de la ciudad y el recinto se convirtió en cuartel militar. El convento fue derribado en 1868 aunque se salvó el fantástico claustro gótico. Este se trasladó a un nuevo emplazamiento y ahora convive con canastas de básquet en el patio del colegio Sant Miquel, en el Eixample. Vivos y muertos, porque si en la actual plaza de la Gardunya las monjas rezaban en el convento, en los actuales y colindantes Jardins del Doctor Fleming los muertos más desamparados buscaban la eternidad en el Corralet. 

Convento y morgue

De lo primero se acuerda el mural que llena la entrada del edificio de viviendas de la calle de Jerusalem, 9; de lo segundo habla la instalación de la calle de Floristes de la Rambla, 10. No en vano el friso ‘Àngels nous’ se reparte por toda las construcciones de la ahora plaza y ha sido iniciativa de sus nuevos residentes. A saber que el Corralet era el nombre que recibía el cementerio de los pobres (o suicidas) que morían en el Hospital de la Santa Creu y era, también, la morgue de los cuerpos que se utilizaban en las disecciones que se hacían en el vecino neoclásico edificio de la Reial Acadèmia de Medicina y su famoso anfiteatro anatómico. Según Joan Amades, además, era un mercado negro de despojos humanos, tanto para cubrir las necesidades de los estudiantes de medicina como para proveer de materia prima a la brujería. Un cadáver, un duro. 

El nombre de tan tétrico lugar tenía que ver con las representaciones teatrales a modo de corral de las comedias que el espacio acogió antes de coleccionar muertos. Su clausura llegó a finales del XIX, pero antes hubo tiempo de construir un macabro mural con las calaveras y otros huesos de los allí sepultados que quedó tapiado hasta que en los años 20 del siglo XX, durante las obras de acondicionamiento de la Biblioteca de Catalunya, salió a la luz. De otros descubrimientos tienen memoria los murales de otras partes del friso. Ahí está la Dama de la Gardunya, en el vestíbulo de la Escola Massana, los restos funerarios más antiguos de la zona, con 6.000 años a sus espaldas. Un entierro prehistórico fechado en el Neolítico de una mujer y su ajuar que emergió durante las excavaciones arqueológicas previas a la urbanización de la zona. 

La esquina de la calle Hospital y plaza del Canonge Colom, en 2009, donde hoy se levanta la Escola Massana. 

La esquina de la calle Hospital y plaza del Canonge Colom, en 2009, donde hoy se levanta la Escola Massana.  / Jorge Ribalta

Urbanizar la nada

De urbanizar la nada que quedaba encorsetada entre el patio trasero de la Boqueria y del antiguo Hospital de la Santa Creu se encargó la más internacional de las arquitectas locales, Carme Pinós, la segunda década del XXI. Plaza, viviendas y edificio nuevo para la vieja Escola Massana. Esta última propuesta, heredera del antiguo plan urbanístico de ordenación del Raval Del Liceu al Seminari, de Lluís Clotet y Òscar Tusquets, que, en la década de los 80, pretendía dinamizar el barrio a través de un recorrido que uniera diferentes equipamientos culturales. Hijos del proyecto son, entre otros, el Macba y el CCCB. 

La propuesta de Pinós salió de un concurso, convocado y ganado en 2006. Y de una reforma eternamente pospuesta. Entre las últimas intentonas (plan del Del Liceu al Seminari, al margen), la que planeó el alcalde José María de Porcioles con un edificio de grandes proporciones pero de la que solo se construyó el párking que durante años monopolizó la Gardunya. Antes, la plaza (mejor solar) estuvo a punto de desaparecer bajo la Boqueria. La historia hay que ir a buscarla en 1835, cuando la desaparición de otro convento, el de Sant Josep, dejó una gran explanada en lo que hoy es el mercado. Ahí empezaron a colocarse los puestos de comida desde el primer momento, al tiempo que el arquitecto Oriol Mestres proyectaba una gran plaza neoclásica porticada al estilo de la plaza Reial. La idea era retirar el mercado hacia la Gardunya y dejar un espacio abierto a la Rambla. 

La idea no prosperó y el mercado sencillamente se cubrió con unas anodinas planchas (nada que ver con la arquitecturas de hierro de los mercados de la época, como el de Sant Antoni), así su parte trasera se convirtió en eso, su parte trasera. Zona de carga y descarga y almacenamiento de servicios. Ahora ‘Àngels nous’ celebra que la Gardunya sea por fin plaza, aunque el proyecto aún no está acabado. Faltan piezas por urbanizar, como los Jardins del Doctor Fleming, la placita del Canonge Colom, y el pasaje con el que se quiere unir la actual Escola Massana con el patio interior del antiguo hospital. Todo llegará.  

Suscríbete para seguir leyendo