Los efectos de la pandemia

Gràcia llora a otro restaurante víctima de las restricciones

El Momos baja la persiana después de una década de éxito por su comida asiática, rica y asequible

Restauradores del barrio cortarán este miércoles los accesos a la zona en protesta por la gestión de la crisis sanitaria

Jordi Brau, con su equipo y clientes en el último día de Momos, el pasado sábado.

Jordi Brau, con su equipo y clientes en el último día de Momos, el pasado sábado. / RICARD CUGAT

Patricia Castán

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De sus gyozas, sus uramaki rolls, su berenjena al wok con langostinos o su sabroso pad thai ya solo quedan las fotos y los recuerdos que los adeptos puedan haber grabado en el paladar. El Kuai Momos ya nunca volverá a servir sus tapas con palillos en la calle de Martínez de la Rosa, en el corazón de Gràcia. Adiós a un viaje al sudeste asiático a golpe de sabores, que aunque solo ha durado 10 años ha dejado huella en los barceloneses. Son muchos los establecimientos cerrados temporal o definitivamente en la ciudad, pero este en cuestión suma elementos ahora meritorios, como no haber optado por la suspensión de pagos, haber recolocado al personal en otras cocinas o salas, haberse despedido (el pasado sábado) de la clientela como se merecía... e incluso con la persiana ya cerrada, mantener el activismo que caracteriza a Jordi Brau, y que este miércoles le llevará a sumarse a una gran movilización de la hostelería de Gràcia contra la gestión de las restricciones sanitarias.

El aforo original recortado al 30% (solo 21 comensales) y hasta cinco denegaciones de terraza por silencio administrativo del ayuntamiento han ido desgastando a este empresario y chef que como tantos otros sumaba semanas de insomnio, ansiedad, nervios y cábalas para afrontar los continuos cambios en las limitaciones de la actividad. "Se puede decir que me he perdido los últimos ocho meses de los dos años que tiene mi hijo", relata, tras mil y una piruetas para hacer viable el negocio, incorporando el 'take away', reformulando sus horarios (siempre había servido solo cenas en doble turno y ahora había tenido que pasar a las comidas en horario intensivo), y tratando de mantener los pagos al día.

Despedida emotiva

Brau abrió hace una década Momos en plena crisis, pero sin dudar que su propuesta culinaria cuadraría con los inquietos gustos locales. Importó el recetario de países asiáticos en los que vivió unos años y creó una carta que permitía disfrutar a dos carrillos por unos 25 euros por cabeza. No es de extrañar que en su despedida unas 150 personas que intentaron una última reserva se quedaran sin mesa. Pero los fieles que asistieron a ese último acto trajeron hasta mariachis, para poner banda sonora a una jornada agridulce que deja otro local vacío en Barcelona.

"La gestión del Govern es nefasta, no tienen ni idea de cómo llevar la actividad económica, y nos habían dejado en una situación de cierre encubierto, porque esas limitaciones hacen casi inviables los negocios", opina. Y eso que el hostelero era propietario (junto con un banco) del local. Y que cuando las plataformas de reparto a domicilio estaban saturadas, no se le caían los anillos por coger su propia moto y llevar personalmente pedidos, aunque lamenta que esa vía "no da ni para pipas" con sus márgenes. "Soy un apafuegos, he hecho de todo, pero así es imposible", agrega, así que ha optado por cerrar a tiempo y con la conciencia tranquila. "Por fin respiro", explica a este diario. Novios no le faltarán al local, por reputación y ubicación, pero Brau tiene claro que no venderá a inversores sin más interés por la hostelería que ganar dinero, ni a la legión de buitres que sobrevuelan por los locales en venta o traspaso en busca de chollos.

Su adiós le deja de momento sin intenciones de volver al sector, pero no lo apeará del activismo que le caracteriza y que ahora se le ha disparado tras la trágica muerte de un amigo y colega afectado por la dura situación económica. Este miércoles por la mañana, junto con otros muchos restauradores y trabajadores de la hostelería de Gràcia, celebrarán una concentración en la plaza de la Vila y cortarán los accesos principales al barrio, como la Travessera, Gran de Gràcia o Còrsega. Quieren hacer oír su voz, por los que ya no están y por los que siguen en la cuerda floja.

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