UN CLÁSICO DE SANT ESTEVE

Gràcia saca su 'quinto' a la calle

Las entidades juveniles del distrito barcelonés logran llenar la Virreina con el tradicional juego navideño

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Carlos Márquez Daniel

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Han cantado Estatut. Pero no el del 2006, no. El republicano, el del 34. Luego sale la autopista para ir a Sabadell, la C-58, y más tarde el 10 de Maradona. Y así hasta que alguien canta "¡quinto!" y volvemos a empezar. Esto es la Virreina de Gràcia, plaza barcelonesa en la que los jóvenes del barrio han plantado sillas, mesas y bombo para dar un nuevo formato a una de las tradiciones navideñas más 'nostradas'. 

Para el que no sepa qué es el 'quinto' (también llamado 'quina' o 'plena'), y antes de entrar en materia, se trata de un juego similar al bingo en el que los participantes disponen de un cartón con 90 casillas divididas en seis cuadrantes de 15. Cada vez que alguien logra tachar una de esas parcelas, se lleva el premio. A diferencia del juego hermano, asociado a un público más veterano, aquí la cosa se ha movido entre los 20 y los 35 años. La organización ha corrido a cargo de la Plataforma d'Entitats Juvenils de Gràcia, que solía llenar el Espai Jove la Fontana y este año se han venido arriba y han pedido organizar el Quinto en la calle para que nadie se quedara fuera. Éxito absoluto: más de 300 cartones vendidos

Ojo con el loro

Mesas largas, volquetes de latas de cerveza y un público entregadísimo. Lo del principio, lo de asociar números con cosas que pasan, es uno de los sellos de este juego que, dicen, se creó en tiempos del rey francés Luis IV, en el siglo X. La persona encargada de ir asociando números con pequeños relatos de la vida cotidiana es el 'loro'. No es cosa menor ser el 'speaker', pues en sus cuerdas vocales está el ritmo y el gracejo de la fiesta. Si no gusta, el respetable puede incluso reclamar que sea relevado. En la primera hora solo sucede en una ocasión, cuando confunde un 86 con un 68. "No he visto el puntito, hay poca luz", se excusa. La sesión ha empezado a las 18.30 horas pero a la plaza no para de llegar gente. Pueden comprar el cartón en cualquier momento (1 euro) porque se realizan un total de seis partidas (50 céntimos extra por cada una de ellas).

Cada partida se detiene dos o tres veces para poner música. Temazos como 'La revolución sexual' de La Casa Azul. Amagos de baile que, con el paso de las horas y la ingesta, irán en aumento. Esa es otra de las diferencias respecto al bingo de toda la vida, donde mover las caderas en exceso puede terminar con el suelo lleno de titanio. La idea es que el Quinto de la Virreina termine al filo de la medianoche. En todas estas horas, en un extremo de la plaza, junto a las escaleras de la parroquia de Sant Joan, habrá quedado instalado un punto lila para denunciar cualquier situación de violencia machista, una iniciativa cada vez más visible en cualquier fiesta callejera de la ciudad. Nadie acude en el primer tercio de la noche; buena cosa.

El 'loro' empieza y todos le siguen con una canción dedicada a Luis Carrero Blanco. "voló y voló", cantan, mientras mueven los brazos. No hay duda, ha salido el 73, año en el que el presidente franquista fue víctima de un atentado. En el bingo no hay tanta mala leche. Pero ni de lejos es tan divertido

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