Los restauradores advierten que la subida de tasas encarecerá las consumiciones en la terrazas

Una persona fuma en una terraza de la plaza Reial

Una persona fuma en una terraza de la plaza Reial / periodico

Patricia Castán

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Ni los propios empresarios de la restauración afectados (del más pequeño al más poderoso de Barcelona) ponen en duda que tras diez años de tasas de terrazas congeladas tocaba una actualización. Pero no entienden que si el resto de impuestos se han subido del 3 al 20%, a la hostelería le toque encajar incrementos que cifran en el 863% en puntos céntricos como la plaza Reial y la Boqueria, o más del 500% en enclaves del Born y el Raval, aducen. Varios representantes de grupos de restauración de la ciudad han explicado a este diario que tras una etapa de continua caída de la facturación, esta nueva medida estrangula sus márgenes y les obligará a establecer suplementos de terraza en muchos casos en torno al 20%, así como ajustes de plantilla, posibles cierres y, por supuesto –enfatizan– la suspensión de toda intención de invertir en la ciudad, primando la apertura de negocios en urbes como Madrid.

La misma tesis suscribió ayer en un comunicado Barcelona Comerç, que aglutina a los ejes comerciales de barrio, y vaticina un «encarecim¡ento» que dejará a las terrazas «fuera del alcance de muchos barceloneses.

Casuística

Los restauradores, que reclaman diálogo con el consistorio y se quejan de que no han mantenido ni un encuentro con Colau o Collboni desde que se anunció la subida, ponen casos concretos sobre la mesa. Desde el grupo Lombardo, con 10 locales en el centro de Barcelona (9 con terraza) apuntan a un incremento total de 17.000 euros en sus tasas (casi se triplicarán), mientras su plantilla ha pasado de 350 personas hace tres años a  menos de la mitad en la actualidad.

A la pérdida de negocio por el efecto acumulado del atentado, la turismofobia, la intestabilidad política y demás se suma ahora un impuesto que ven excesivo. Otro grupo arraigado, AN Grup, tenía 30 establecimientos pero en noviembre cerró dos, incluso en la Barceloneta, con la pérdida de más de 40 empleos. «La subida llega en muy mal momento, no se puede asumir y repercutirá en el precio de las consumiciones», avanzan. Les preocupa cómo este incremento repercuta en la pérdida de fidelidad del cliente, a lo que Roger Pallarols, director del Gremi de Restauració, agrega que al pretender ingresar más, el consistorio, puede acabar «habiendo menos sobre lo que gravar».

Joan Escribà, con cuatro establecimientos, busca sus próximas inversiones en la Costa Brava y, a lo grande, en Japón, donde recibe facilidades. Esa huída de inversiones (odesinversiones) a la que aluden media docena de empresarios entrevistados, la comparten en Alsur Café, un grupo de venezolanos asentados en Barcelona, por la que apostaron hace 15 años con 8 negocios. «En estas circunstancias hemos decidido no abrir nada más aquí, buscamos en Madrid –por sus «facilidades»–, donde hemos perdido ya dos locales que se han quedado otros grupos catalanes». Y no hay inversiones en sentido contrario.

Desde el grupo GAFT, con 11 restaurantes en la Rambla, aseguran que si a los astronómicos alquileres se les suman estas tasas (aumentos del 429% allí, calcula la patronal)  en plena caída del turismo de mejor poder adquisitivo, los números son imposibles. Tienen 190 trabajadores, frente a los 280 del 2016.   

 Javier de las Muelas pone el dedo en la llaga sobre el riesgo de la «pérdida de identidad» localdel sector –a la cabeza del PIB–, la «alegría» que inyectan las terrazas a la ciudad, y la «desilusión» que azota a la hostelería.