BARCELONEANDO

El Herodes del Eixample

Hay gente que no soporta a los niños, y uno de ellos ha decidido hacer pública su fobia en un banco de Sant Joan

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Carlos Márquez Daniel

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Mientras los chavales juegan en la zona infantil, ganada a los coches gracias a la reforma del paseo de Sant Joan, una abuela abriga a su nieta, que se muere por irse a saltar con sus amiguitos mientras apura el bocadillo de la merienda. Al levantarse del banco de madera, la señora deja al descubierto un mensaje en el respaldo del asiento: ‘Niños no’. Llama la atención la ausencia de grises, la claridad de ideas, de cómo alguien decidió, con total libertad pero con igual dosis de mala leche, compartir con sus semejantes su aberración hacia las criaturas, que para él no serán más que mocosos que estorban. Lo pintó hace un par de semanas junto a un parque de modernos columpios y caballos con muelle, y también al lado de la salida de un colegio de los maristas. Que sea precisamente de esta orden religiosa alimenta las hipótesis, para qué nos vamos a engañar...  

Salta a la vista que este Herodes contemporáneo no ha tenido suerte en su empeño de echar a los mequetrefes. Puede que se refiriera solo al banco, porque en sus horas de asueto quizás quisiera disfrutarlo sin tanto tropezón de metro y medio. O puede que, como parece, sea algo mucho más profundo, el odio -no concretado- hacia los seres humanos de reducido tamaño. Algunas madres de la escuela aseguran que apareció hace casi tres semanas. Y ahí sigue. Una de ellas ni se había fijado. No parecen darle mucha importancia, quizás por ser demasiado explícito y falto de concreción. “Puede que haya sido el loco ese que vemos a veces”, dice una de ellas. “No creo, aquel está mal de la cabeza pero nunca le ha dicho nada a mis hijos”, le responde la otra. Podría tratarse de una persona que padece pedofobia, que suena fatal pero es un miedo irracional a los niños y a los bebés que puede llegar al pánico. El afectado puede sufrir mareos, náuseas, sudoración o dificultad para respirar; síntomas propios de la ansiedad. Si es su caso, lo suyo sería solicitar asitencia psicológica para alcanzar la raíz del problema. No consta que compartir ese rechazo en un banco de la calle forme parte de la terapia. 

Nuestro Gargamel

Si el deseo de este individuo se atiendera de manera literal, Barcelona debería echar a 163.000 personas, que son los censados menores de 12 años. Se puece hacer eso, pero lo más fácil sería borrar la pintada e intentar que su autor sea una persona algo más tolerante, algo más feliz. Sin esperar que se convierta en el canguro del barrio, pero tampoco el Gargamel de los pequeños moradores de la ciudad. Le vendría bien acercarse al videoclub y alquilar la película ‘Hijos de los hombres’, dirigida por Alfonso Cuarón y estrenada en el 2006. Esta cinta futurista nos traslada al año 2027, cuando el planeta, de manera inexplicable, ha perdido la capacidad de procrear y el humano más joven, de 19 años, acaba de morir, agravando aún más la situación. Sin echar mano de efectos especiales, el director evita centrarse en las causas de la infertilidad -como sí se hace en el libro homónimo de P.D. James en el que se inspiró- para pincelar una fina metáfora de un mundo sin esperanza. Sin niños no hay paraíso.

Barcelona, aunque de manera más sutil, también ha lanzado discutibles mensajes a los más menudos. La prohibición de jugar a pelota en las plazas, por ejemplo. “Niño, deja ya de joder con la pelota”, adivinaba Serrat en su canción ‘Esos locos bajitos’. No se llega al nivel de países como Suráfrica, donde es habitual encontrar hoteles que no permiten la entrada ni a perros ni a niños, pero que la capital catalana rechace a los pequeños futbolistas resulta llamativo. En varias ocasiones, justo debajo de este cartel, alguien ha respondido con similar crueldad: “Pues nos drogamos”. Hombre, ni una cosa ni la otra. Finalmente, el consistorio decidió suavizar el tono y ya se ha puesto a cambiar las señales por otras que invitan a “jugar respetando”. Queda pendiente modificar las multas que prevé la ordenanza de civismo, aprobada en el 2005, que prohibe "la práctica de juegos en el espacio público que perturben los legítimos derechos de los vecinos y vecinas". Las sanciones, ojo con esto, oscilan entre los 750 y los 1.500 euros. 

Más allá del contenido, merece una mención el continente, puesto que el banco de la calle, por su orografía, no suele carne de grafitero a no ser que sea para estampar su firma. Justo detrás del que lleva el mensaje de 'Niños no' hay otro en el que se puede leer 'POSE=GAL', en un claro ejemplo de que la dislexia también puede afectar a las siglas de partidos políticos. No es el mismo autor porque la tipografía es distinta y el trazo, más grueso. También en Barcelona, otro banco amaneció hace años con el texto 'a caballo regalado no te lo metas por la vena'. O el que en Pamplona rezaba, entre signos de exclamación, que 'el vegetal es sin atún'.