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Bienvenidos a Banderalia, donde la 'estelada' no vuela sola

Un libro raro censa, con racionalidad ornitológica, hasta 54 banderas distintas que anidan en los balcones de la ciudad

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Carles Cols

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Sobre Barcelona se publican cada año decenas de libros (arquitectura, curiosidades, picaportes, pasajes, historias viejunas, masonería, arte urbano…), pero son muy pocos los que merecen de antemano el honorífico calificativo de ‘libro raro’, no solo porque sea difícil hacerse con un ejemplar, sino también por su excéntrico contenido. Hace un año y medio ya fue un placer reseñar aquí, en ‘barceloneando’, una de esas extravagancias, ‘Cloaca de Babel’, un canalla libro de Benjamín Moure sobre Barcelona que solo se vende en Bogotá, pero ahora es el turno de un no va más editorial, ‘Estudio ornitológico de la ciudad de Barcelona’, un libro primorosamente encuadernado, del que solo han salido de imprenta 65 ejemplares. El título, claro, es un trampantojo. Eren Saracevic, su autor, cual Linneo moderno, ha censado, con su correspondiente nombre científico en latín y nombre común al lado, y con una breve pero incisiva descripción después, la variedad de banderas que anidan en los balcones de la ciudad. Dice que la pulsión vexilológica de Barcelona no tiene rival en el mundo. Es un caso digno de estudio y, lo que son las cosas, hasta ahora no lo ha habido. Ya no es así. El libro, quedan advertidos, es más que un simple divertimento o una ocurrencia original. Es Barcelona tumbada en el diván de Freud.

Eren Saracevic, tras dos años de trabajo de campo, concluye que el empacho simbólico de Barcelona es único en el mundo

El primer tomo de ‘Estudio ornitológico…' recoge 54 banderas distintas. Lo dicho, la biodiversidad del ecosistema barcelonés es como la de un bosque de Papúa. Banderalia. Así llama Saracevic a esta insólita ciudad. Expone, en la introducción, el camino recorrido hasta llegar aquí. "Hemos visto diferentes especies volar de un balcón a otro, extendiéndose como una plaga transversal hasta contagiar a todo el país, balcones obreros y balcones burgueses, cosmopolitas y canís, modernistas y de ladrillo, de clase media y alta. Todos en mayor o menor medida se han contagiado de este furor simbólico". Este director de arte y profesor de fotografía documental, nacido en la extinta Yugoslavia, de padres bosniosa, madre con raíces serbocroatas, hasta escribe de maravilla.

"Si nos fijamos bien, Barcelona tiene un papel muy relevante y a la vez contradictorio en la eclosión del independentismo, ha ayudado a amplificar el soberanismo y al mismo tiempo lo ha frenado. Barcelona es el gran altavoz de Catalunya en el mundo y la gran complejidad de Barcelona impide la existencia de una Catalunya rotundamente independentista". Son fragmentos de la introducción, pero el lector tal vez deseará que empiece el baile. Pues que suene la música.

Abre la lista, cómo no, la ‘Esteladus communis’. Por sus orígenes mitad caribeños, Saracevic explica que se la conoce también como la Cubana común, y añade sobre ella: "Es la especie con mayor densidad en el área metropolitana debido, sobre todo, a la reproducción descontrolada que ha ido experimentando en los últimos años. Sin embargo, una vez alcanzado su zenit simbólico con la declaración declaración simbólica de una república simbólica, comienza el simbólico decrecimiento de su simbólica tasa de reproducción".

La ‘Esteladus communis’ es una especie de la familia de las ‘separistae’. Hay, claro, dos familias principales más, la ‘constitutionis’, con la rojigualda común como ave más representativa, y la ‘equidistae’, con pájaros de plumajes de variadísimos colores, como la ‘Hispanicus republicae’ (“una especie muy amenazada en la península por un golpe de Estado, hasta casi llevarla a la extinción”) o la ‘Barcinonis communis’, vamos la oficial de la ciudad, en permanente migración de un balcón a otro, víctima de la subida de los alquileres.

La 'senyera' es el ornitorrinco de las banderas

Resultan interesantes algunas aproximaciones científicas de Saracevic a la cuestión. Por ejemplo, la cuatribarrada común, ‘Senyerus communis’, la oficial de Catalunya, la estatutaria, ha terminado por ser el ornitorrinco de las banderas, como se sabe, animal simultáneamente ovíparo y mamífero. "No hay consenso claro en la comunidad ornitológica sobre la familia a la que pertenece". ¿Es de la rama evolutiva de las ‘separistae’ o de las ‘constitutionis’? Todo depende, a veces, de con qué pareja anida. Se las ve a veces, muy promiscuas ellas, con enseñas de otros vuelos, a veces ‘indepes', a veces no.

Dos años de paciente observación por parte de Saracevic han dado sorprendentes resultados. En los balcones hay banderas de la URSS (‘Tyrannus sovieticus’), de China (‘Tyrannus mandarinus’) y hasta de Corea del norte, ¡dos!, para más señas. Más insólita aún es la ‘Borbonicus borbonicus’, a pie de calle llamada Juanca o Cazadora de elefantes, que "practica la endogamia para perpetuar la especie". Su taxonomía o hábitos no son la sorpresa. Lo es que luzca en un balcón del Gòtic.

Mención obligada merece la ‘Homo esteladus’, o sea, el arcoíris con triángulo estrellado, que representa a la par a dos naciones, la LGTBI y la inexistente república catalana. Pero el libro editado por el propio Saracevic y tal vez aún localizable a través de su web, eren.es, es de una profundidad analítica digna de aplauso.  Ha reparado en las especies exóticas, como la ‘Fratri caledonis’, es decir la de la Escocia que aspira a la independencia, la ‘Fratri kurdistanus’, bajo la que se agrupa la nación kurda dispersa en distintos países, y la ‘Fratri saharauis’. Su presencia en los balcones no extraña. La mayoría entiende su propósito. Lo que ocurre es que Saracevic, muy puñetero, recuerda las dos ocasiones en que en sede parlamentaria CiU votó contra el derecho a la autodeterminación de saharauis y kurdos.

En 2005 (permitan ustedes una breve excursión a Londres), el cómico Danny Wallace trató de convertir su piso del East End en un país independiente, como esas micronaciones que a decenas por el mundo tratan de certificar su existencia. El ejemplo recurrente es Sealand, una plataforma marina con moneda propia, equipo de fútbol, atractiva fiscalidad y hasta un golpe de Estado en su historia, pero Wallace pretendía el más difícil todavía, un simple piso. Del balcón, claro, colgó la bandera de Lovely, su nación, una cruz oblicua roja y azul sobre fondo blanco. La BBC se llevó varios premios por aquel experimento político, pero fracasó en todo lo demás. Tiene tan poco reconocimiento como, pongamos por caso, la ‘Nigrum kranium’ o Pirata separatista, que ondeó en alguna muralla en 1714 y que Saracevic, siempre irónico, invita a no confundir con una ofrenda al torero José Padilla.

El ‘Estudio ornitológico de la ciudad de Barcelona’ es, sin duda, una rara avis’. Cada página, cada ficha, es una filigrana narrativa. Imposible dar cuenta aquí de todas ellas. Puestos a elegir una, la de la ‘Esteladus gigantem’ o Kraken separatista. Son esas banderas más grandes que el nido del balcón y que tapan las vistas del vecino de abajo. Dice Saracevic: “Los ornitólogos cuentan la leyenda que cuando emergen de un balcón, gracias a su tamaño, tienen la capacidad de devorar los balcones vecinos y arrastrarlos hacia el fondo del ‘procés’. Gusta decir a los ornitólogos que ‘el Kraken se puede liberar, pero no domesticar’”.

Pues eso. Libros raros. Haylos. Otro día, queda prometido, ‘La Barcelona de la dinamita, el plomo y el petróleo’, un compendio del alma anarquista de esta ciudad, con un subtítulo que quita el hipo, "apuntes para un recuento final de cadáveres". Hasta pronto.