BARCELONEANDO

A bordo del 'catalán'

Se puede barcelonear en Sevilla si uno da con la persona adecuada, como Gualberto García, superviviente del grupo de pop psicodélico Smash

Imagen de archivo del grupo de pop psicodélico Smash, que tuvo su etapa de gloria a finales de los 60 y principios de los 70

Imagen de archivo del grupo de pop psicodélico Smash, que tuvo su etapa de gloria a finales de los 60 y principios de los 70 / periodico

Ramón de España

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El 'catalán' del título no es el "millor barco de guerra de la flota d’ultramar" al que se refería el coronel José Luis Ortega Monasterio en su celebérrima habanera 'El meu avi', sino la versión contemporánea y 'high tech' del tren que, en los años 60, traía a emigrantes andaluces a Barcelona y era conocido aquí como el 'sevillano' y allá como el 'catalán'. O sea, el AVE, que en poco más de cinco horas recorre la distancia que hay entre Barcelona y Sevilla, donde he pasado unos días magníficos invitado a largar por el CICUS (Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla), junto a Diego Carrasco y Carlos Mármol, en el marco del festival socio-literario Bookstock, que coordina el gran Fran G. Matute.

Antes de que se pregunten qué pinta un artículo sobre Sevilla en una sección como esta, les diré que he conseguido demostrar que se puede barcelonear a muchos kilómetros de Barcelona si uno da con la persona adecuada, cosa que logré y que me hizo rememorar la era 'underground' de mi ciudad natal.

Después de largar nuestro rollo en la sede del CICUS, me quedé al siguiente acto, que consistía en una remembranza del grupo de pop psicodélico Smash a cargo de dos de sus gloriosos supervivientes, Gualberto García y Antonio Smash (ignoro su auténtico apellido y no me atreví a preguntarlo, entre otras cosas porque el baterista se hace llamar así), moderados --aunque, afortunadamente, no mucho-- por el pluriempleado Matute, a quien también le tocó sustituir a Manuel Jabois, que al final no pudo venir.

Mucho más que 'El garrotín'

Sonaron un montón de canciones buenísimas que no había oído jamás --nunca llegué mucho más allá de 'El garrotín', que Carlos y yo nos hemos propuesto incluir en la banda sonora de la próxima película de Quentin Tarantino, aunque aún no sabemos cómo-- y las comentaron Gualberto y Antoñito con una gracia que no se podía aguantar. Cuando acabó el acto, me presentaron a Gualberto y nos pusimos a barcelonear, pues el hombre recuerda con sumo agrado los años que pasó en nuestra ciudad.

"En Barcelona me querían más que aquí, 'quillo'", me comentó el músico que introdujo el sitar en el pop español. "Solo tengo buenos recuerdos de aquella época. Compartía casa en La Floresta con el Sisa, Pau Riba y Toti Soler. ¡Qué buena persona era Pau Riba! Bueno, los demás también, ¿eh? Cuando el Cachas se fue a vivir a Menorca, ocupé su lugar en Música Dispersa, junto al Sisa, Selene Albert Batiste. Me hinché a dar conciertos con ellos, aunque no llegamos a grabar nada y de Música Dispersa solo queda un único disco, anterior a mi época".

Dos versiones

Smash contaban con un fan barcelonés de mucho fuste, el difunto Oriol Regàs, que intentó que grabaran un disco que nunca llegó a ver la luz. La versión oficial de la historia, por lo menos en Barcelona, era que el pobre Oriol acabó hasta las narices de la informalidad de los músicos sevillanos --entre los que había un danés, Henrik, que acabó volviendo a Dinamarca, aunque se comunica regularmente con Gualberto-- y de los ataques de celos en pleno Bocaccio de Manuel Molina cuando alguien miraba a su Lole con ojos de deseo (lo de que llevaba una navaja en el calcetín no era cierto).

Pero Gualberto tiene otra versión: "Lo que pasó es que Oriol, que era un tipo estupendo, pero también un empresario, quería convertirnos en lo que yo no quería ser a raíz del éxito de 'El garrotín', que fue una chorrada improvisada a la que nosotros no le dimos la menor importancia. Yo ya llevaba un tiempo dudando del futuro de Smash y necesitaba que me diera el aire. Así que me fui a Nueva York con mi mujer de entonces, Jessica, y me quedé allí tres años. Necesitaba evolucionar y esa evolución no iba a salir de 'El garrotín'".

Completé el barceloneo charlando con mi viejo amigo Diego Carrasco, compañero de fatigas (pocas) y risas (muchas) durante los tiempos de la Barcelona underground del Star y el Disco Exprés. Aunque ahora, a la (poca) luz del 'procés', parezca imposible, hubo una conexión colosal entre Sevilla y Barcelona que podría haber dado mucho de sí como versión pop del 'sevillano' o el 'catalán', según se mire.