BARCELONEANDO
'El otro Domènech'
Un libro rescata del ostracismo la figura de Domènech i Estepà, enemigo acérrimo del modernismo y de sus principales autores
Natàlia Farré
Periodista
Natàlia Farré
'Domènech, el malo' o el 'Otro Domènech'. Es más: 'Creador de adefesios' y 'El arquitecto que sufre Barcelona'. Todas, lindezas con las que Josep Domènech i Estapà, arquitecto, doctor en ciencias exactas, catedrático de geodesia y geometría descriptiva, perito agrónomo y tasador de tierras era conocido en la Barcelona finisecular del XIX. Momento en el que el modernismo y Gaudí, además de Domènech i Montaner y Puig i Cadafalch, reinaban en la ciudad. También, 'El así anda España'. Otro de los epítetos con los que se tildaba a un arquitecto que no solo no comulgaba con el estilo en boga –"el modernismo es un microbio que debe ser extirpado de la sociedad" y "las obras modernistas son bombas anarquistas", afirmaba- sino que, además, era conservador, monárquico y españolista convencido en un momento en que el catalanismo político era la opción en auge.
Su tocayo, Domènech i Montaner, le robó la cartera en varias ocasiones, entre ellas, la autoría del Hospital de Sant Pau
Dos razones, la artística y la política, que dan pie a entender porque Domènech i Estepà ha sido condenado al ostracismo durante décadas. "La sombra del modernismo, o mejor su brillantez, ha silenciado otros discursos arquitectónicos coetáneos", apunta Sergio Fuentes, autor de la primera monografía ('Josep Domènech i Estapà 1858-1917. Entre la ciencia i l’arquitectura') dedicada al autor de la cárcel Modelo, el Palau de Justícia, el Hospital Clínic, la Reial Acadèmia de Ciències i Arts y el Observatori Fabra, entre otros. Sí, su principal comitente fue el Estado, aunque también hizo obra privada. Ahí están el desparecido Palau Simón y el superviviente Palau Montaner. Dos construcciones casi gemelas que el personaje proyectó para los socios de la Editorial Montaner i Simón. El primero cedió a la piqueta; el segundo sobrevive como sede de la Delegación del Gobierno y con autoría de Domènech i Montaner, el gran enemigo, junto a Gaudí, de Domènech i Estapà.
El arquitecto cuenta entre sus obras, edificios tan destacados como la cárcel Modelo, el Palau de Justícia y el Hospital Clínic
El caso es que el autor que nos ocupa proyectó el edificio, el Palau Montaner, y construyó hasta la primera planta, pero desavenencias con el propietario le hicieron abandonar el proyecto que retomó Domènech i Montaner, el que consta en la actualidad como autor. Esta no fue la única vez que el modernista le robó la cartera al eclecticista. En 1900, se convocó un concurso anónimo para levantar el Hospital de Sant Pau y lo ganó un proyecto que llevaba por título 'Salud'. Detrás figuraba Domènech i Estapà. Cuando trascendió quien era el laureado se anuló el certamen. Mucho tuvieron que ver los motivos políticos: el ascenso de la Lliga y la vinculación con esta de Domènech i Montaner, quien finalmente se llevó, a dedo, el proyecto. El caso trajo cola y dan fe de ello las publicaciones de la época con diputas publicas entre los partidarios del uno y del otro. Ríete tú de la polémica del calcetín ('Mitjó') de Tàpies de los 90. La pertinencia o no de colocar tan noble prenda en medio de la sala oval del Palau Nacional comparado con aquello fue una minucia.
Patrimonio destruido
La de ahora es la primera monografía dedicada al arquitecto, pero ello no significa que no la merezca. "Esta y muchas otras", a juicio de Fuentes. "Pese a ser uno de los grandes arquitectos de la Barcelona moderna y pese a la importancia y calidad de sus edificios, ha quedado olvidado por la historiografía", lamenta el autor. Solo Joan Bassegoda i Nonell hizo un intento de recuperarlo en la década de los 60. De hecho, Bassegoda se opuso enérgicamente a uno de los muchos capítulos aberrantes que Barcelona se empeña en repetir constantemente: la destrucción de su patrimonio. En este caso, el convento de los Carmelites y su espectacular campanario neomudéjar que Domènech i Estapà levantó en 1909 en la esquina de la Diagonal con Roger de Llúria y que la especulación inmobiliaria se llevó por delante en 1971. Una de las muchas penas de la ciudad por las que llorar.
El arte de Domènech i Estapà no era modernista pero sí "personal y único, difícil de etiquetar". Lo suyo era un paso más allá del eclecticismo, lo que Fuentes llama 'estapismo' y que se define por el uso del arco peraltado, las ruedas y molduras dentadas y, sobre todo, los grandes coronamientos que buscan lo colosal y se comen el espacio no arquitectónico. El mayor ejemplo de ello es la sede de la Reial Acadèmia de Ciències i Arts, cuya azotea se utilizó para estudiar el cielo hasta la creación del Observatori Fabra, también proyectado por Domènech i Estapà. Un arquitecto que no vive solo en la tierra del olvido. Junto a él hay otros que no comulgaron con el modernismo y que están esperando turno para su reconocimiento: léase Salvador Viñals o August Font, entre muchos.
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