Exposición

Cuando Barcelona se convirtió en capital

El Muhba renueva la visión de la ciudad medieval entre los siglos XIII y XV con una exposición en el Saló del Tinell

Ernest Alós

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El papel de Catalunya y Barcelona en el conjunto de la Corona de Aragón no se ve igual según el territorio desde donde se mire. Para el comisario de la exposición que abre sus puertas este viernes en el Saló del Tinell ‘Barcelona capital mediterrània. La metamorfosi medieval, segles XIII-XV’,‘Barcelona capital mediterrània. La metamorfosi medieval, segles XIII-XV’, Ramon Josep Pujades, no hay duda. Era capital en un doble sentido, económico y político. “Excepto quizá Marsella, es la única gran capital marítima mediterránea de la edad media que sigue teniendo condición de gran capital”, dice. “La única que participó en la revolución mercantil y en la industrial”, añade el director del Muhba, Joan Roca, que destaca que “explicamos la Barcelona medieval para entender lo que viene después”. Y si nos ceñimos a su capitalidad política durante el periodo de la exposición:  “Los reyes son reyes de Aragón, la Corona viene de Aragón, la coronación se realiza siempre en Zaragoza, pero -advierte Pujades- la Casa de Barcelona siempre tuvo claro cuál era su ciudad patrimonial, y las dos únicas instituciones no itinerantes de la corte se instalan en Barcelona, que es la capital administrativa de la Corona, y no en Zaragoza: el archivo real y la Cúria del Mestre Racional, un antecedente del Tribunal de Cuentas. Y cuando se fija en Barcelona la institución que representa al país, la Diputació del General, vamos hacia la capitalidad de Catalunya“.

El ‘tronexit’ fallido

La exposición, más allá del discurso, tiene varias piezas espectaculares. “Es la oportunidad de exhibir auténticos tesoros que el museo tenía en sus almacenes”, comenta satisfecho Roca. Pero falta una. En el Saló del Tinell, el gran salón del trono de los Reyes de Aragón, una reproducción del rey sentado en su situal ocupa el lugar donde realmente estaba situado, presidiendo toda la sala. Se podría haber colocado, como ambicionaba el comisario, el trono, de verdad, del rey Martí, reconvertido en su día en la custodia de la Catedral de Barcelona. Pero la operación ‘tronexit’ fracasó tras dos votaciones negativas del capítulo de los canónigos de la catedral, que sin embargo sí ha cedido piezas muy valiosas, igual que el MNAC o la Generalitat, incluyendo el tapiz de Sant Jordi de la capilla de la plaza de Sant Jaume. La cimera en forma de vibria que llevaba el rey Martí en torneos y batallas sí está, pero en forma de copia facsímil prestada por la Armería Real.

Más abierto ha estado el Museo del Ejército de París, que ha cedido la única espada de un rey de Aragón ‘certificada’. La única ‘espasa de virtuts’, ceremonial, dotada para sus portadores de propiedades casi taumatúrgicas, cuyo origen no tiene dudas. La espada real Sant Martí, decorada la imagen del santo y datada en torno a 1290. La muestra incluye documentos como el primer ‘plano’ de la ciudad, el esquema de los cuatro ‘quarters’ o barrios, el documento en el que Jaume I autoriza el primer gobierno municipal, un mapa del siglo XV desconocido hasta ahora con todas las localidades de Nápoles presididas por las cuatro barras, una miniatura poco conocida en la que aparece la primera imagen del primer espigón de la ciudad, poco después de su construcción en 1477... En la antecámara que separa Tinell y Santa Àgata, por la Mercè se completará la exposición con otra joya de la corona del museo, los restos restaurados del ‘Barceloneta I’, un barco del siglo XV en el que se ha trabajado desde el 2008.   

Audiovisuales innovadores

Un montaje audiovisual muestra la evolución urbana de la ciudad, “que no es en el Raval sino en el Arenal, la fachada marítima”, apunta Pujades. Pero el verdadero puntazo, después de cuatro años de trabajo liderado por el propio Pujades (investigación documental), el arquitecto Marc Viader (reconstrucción virtual) y el historiador Reinald González y con drones equipados de láser de la UPC, son ocho minutos de reconstrucción 3D sobre la evolución del Palau Reial, el testimonio pétreo de la condición de capital de Barcelona. Lleno de auténticas novedades: sus autores han aclarado cómo podía ser el palacio condal (una estructura de tres naves que aprovechó en parte el actual Tinell), cómo se absorbieron los edificios contiguos, como el primitivo palacio episcopal, cómo era la plaza del Rei, porticada y cerrada con portalones, cómo se amplió para convertirla en un espacio apto para torneos, cómo eran los verdaderos miradores del Rei Martí, logias ajardinadas desde las que podía ver la plaza… No es solo una imagen animada. Es el resultado de una investigación que, destaca Joan Roca, “cambia completamente la historia del palacio y su relación con la ciudad”.

Un cambio de guion

La exposición”cambia el guion histórico” de esos casi tres siglos, dice Roca. Explica la evolución de una ciudad episcopal y condal más a una capital mediterránea gracias a su apuesta marítima. Y cómo funcionaba una sociedad que no era la nuestra. “La exposición -con una segunda parte sobre el futuro en la capilla de Santa Àgata- intenta recordar que la condición portuaria de Barcelona está en su ADN y es la que le permite recuperarse siempre después de cada ‘clatellada’”, dice Pujades, que así resume, en pocas palabras pero sintetizando el trabajo de 25 historiadores que han colaborado en el proyecto, el engranaje que pone en marcha a la ciudad en el siglo XIII: “Al abrirse a las rutas comerciales marítimas nace una nueva actividad económica, que genera nuevos ricos, los prohombres, que establecen un diálogo con los monarcas, sin llegar a ser una ciudad estado a la italiana, que necesitan dinero para la expansión; los prohombres le abren la bolsa al rey, pero le piden que les facilite volverla a llenar, y obtienen el primer régimen municipal que hace que la ciudad se autogestione y deje de ser una simple propiedad real. Un régimen no democrático, sino oligárquico, pero que ofrece representación al tejido artesanal y productivo”.

Los nobles no vivieron en la ciudad hasta el siglo XVI: vivían en sus castillos y acudían para visitar al rey, añade. La exposición, además de la oligarquía urbana, piensa en otros colectivos: el 10% de religiosos, las siete parroquias que formaban las células básicas de la ciudad, el grueso de la población artesana y los excluidos. Recuerda los recursos (trigo subvencionado y hospitales) para evitar el estallido y las víctimas de estos, como los judíos (se muestra un contrato matrimonial en hebreo y un libro de oraciones en catalán, que un judío barcelonés dejó emparedado antes de ser expulsado o forzado a la conversión). Quizá sus descendientes fueron algunos de la treintena de conversos que aparecen en la lista de los primeros condenados por la inquisición en la ciudad, en 1488: Francesc Vidal, Violant, mujer de Guillem Fabra, Johana y sus hijas Clara y Elionor, Isabel Aldonza, valenciana, Gaspar Lleó, coralero, y su mujer Johana… Y están los esclavos. Pero ese es otro capítulo.

Una ciudad con un 10% de esclavos

Barcelona tenía aproximadamente unos 30.000 habitantes en ese periodo. Pero es solo la población censada. “Además había población flotante,  representantes de compañías comerciales, tripulación de barcos… y los esclavos, que solo constaban como propiedades pero que en 1425 eran el 10% de los habitantes de la ciudad”, explica el comisario de la exposición. Su situación no era idílica: un expositor muestra libro de actas de La Guarda dels Esclaus, la organización dedicada a evitar sus fugas y disciplinarlos. Y una grabación reproduce la declaración de una barcelonesa, Constança, y los testigos que declararon en un juicio celebrado en 1413 en Sitges en el que ella reclamaba su libertad, alegando que había sido vendida como esclava a pesar de ser hija de liberta.

Podemos escuchar el audio de un juicio: el de una mujer a la que vendieron como esclava en 1413

Otro capítulo es el que se abre con el cambio de dinastía. Aunque, señala Joan Roca, la exposición plantea una visión alternativa del siglo XV a la que fijó Vicens Vives. El final de esa capitalidad lo marca los 26 años que pasa Alfonso el Magnánimo sin pisar Barcelona y el traspaso de la pujanza económica a Valencia y Nápoles. La ciudad no se recupera de ello. Pero tarda en caer. “La primera mitad del siglo XV es aún pujante, no es cierto que la ciudad esté en crisis”, opina. El declive de verdad viene con el final de la guerra civil contra Joan II en 1472.  “La ciudad queda exhausta y se producen tres cambios fundamentales: el absentismo real ya será permanente, se instaura la nueva inquisición y se reforma el gobierno municipal y se introduce en él a la nobleza”, enumera Pujades. Es el pequeño 1714 de la Barcelona medieval con el que se cierra esta nueva etapa de la historia de la ciudad, que el museo va incorporando a su nuevo relato a base de exposiciones (antes fueron el neolítico, la antigüedad tardía, la alta edad media... y en el futuro próximo, una revisión de la Barcino romana).