BARCELONEANDO

Mireia y el espíritu de Iván

Mireia Rosa, frente al bar Bauma.

Mireia Rosa, frente al bar Bauma. / MARTÍ FRADERA

Ramón de España

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Mireia Ros y un servidor de ustedes nacimos el mismo año, 1956, pero a los veinte y pocos ella era un 'sex symbol' de la transición y yo no: yo me limitaba a disfrutar de sus fotos en bolas en la revista 'Lib' y a tragarme una de las pocas películas de la época en que participó, 'Alicia en la España de las maravillas', de Jordi Feliu, una de las rarezas más interesantes del 'underground' barcelonés de cuando ya se había muerto Franco, pero aún no había llegado Pujol. Quedo con Mireia para comentar su última película como directora, 'Down n¿hi do. La cámara ballarina', y le pregunto por sus tiempos de 'femme fatale' del papel satinado: “Miro hacia atrás y ni yo misma los entiendo muy bien. Supongo que era muy echada p'alante y que parecía algo lógico después de haberme dedicado a 'stripper'. No tenía miedo a nada. A los 16 me fui a Londres y volví a los 18 con un buen conocimiento del idioma. Tuve una educación muy liberal, mi padre era pintor y por casa pasaba gente muy interesante. Cuando empecé a salir desnuda en las revistas, eso sí, papá me pidió que me cambiara el nombre para que no se rebotara nadie de la familia”.

'Down n'hi do. La cámara bailarina' es una película excelente, pero de gran modestia económica

Y se buscó un seudónimo que no lo parecía, pues era tan normal y tan catalán como su nombre auténtico, Lydia Senties. “Me dio la impresión de que Mireia Ros sonaba bien en cualquier idioma”, comenta. Tras la fase nudista vinieron unos años ejerciendo como actriz, aunque hace tiempo que se encuentra más a gusto detrás de la cámara: “Y, además, como ya sabes, en este país, cuando llegas a los cuarenta te tiran a la basura. No es que me retirara de actriz, sino que más bien me retiraron, aunque las cosas están mejorando últimamente: a finales de enero participaré en la obra de teatro 'No hi entro' interpretando cinco papeles, y me ha caído un personaje de abuela cañón en una serie de TV3 titulada 'Imparables'”.

Mireia no lo ha tenido fácil para dirigir: siete años le llevó levantar 'La Monyos' y ocho 'El triunfo', adaptación de la novela homónima de Francisco Casavella. Algo más sencillo fue rodar el documental 'Barcelona, abans que el temps ho esborri', coescrito con Victoria Bermejo, que le granjeó un premio Gaudí. Su último docu, 'Down n¿hi do', es una propuesta excelente, pero de una gran modestia económica. Se estrenó a mediados de diciembre en los cines Girona, duró una semana y ahora se proyecta un día de cada siete en esas mismas salas: “Todo surgió a raíz de un cursillo de aproximación al cine para gente con síndrome de Down que montó en la SGAE la Coordinadora Down Catalunya. El tema me tocaba muy de cerca, ya que mi hermano Iván, que falleció hace un par de años, a los 52, cuando se le sumó el Alzheimer al síndrome de Down, era un ser maravilloso y profundamente feliz y cariñoso. No hablaba, pero no hacía ninguna falta. Él me ayudó a no fabricar un documental lacrimógeno, sino positivo y optimista. Me lo pasé de miedo con mis improvisados actores. Me encanta de ellos que no tengan filtro alguno. Recuerdo que, cuando estrenamos, vino Anna Barrachina y uno de los protagonistas de la peli la saludó cariñosamente, pero luego añadió: Hubiese preferido saludar a Emma Vilarasau, francamente”.

Misión cumplida: 'Down n¿hi do', que es eso que los anglosajones definen como un 'labour of love', constituye un conmovedor retrato, sabiamente tratado con sentido del humor, de una comunidad alternativa con la que Mireia se lleva muy bien. Sin dinero, sin una productora detrás, sin distribución, la película se sostiene sobre la entrega y el entusiasmo de la directora y sus actores. No ha sido admitida para los premios Goya por su breve duración, poco más de una hora, pero, por lo menos, TV3 ha tenido el detalle de comprarla para dedicarle una entrega del programa 'Sense ficció', demostrando que a veces cumple con sus obligaciones como televisión pública. Quienes prefieran verla en pantalla grande tienen una oportunidad este mismo miércoles, en los cines Girona, a las ocho de la tarde.