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Mireia Ros dirige un documental sobre cómo ocho jóvenes con síndrome de Down ruedan un cortometraje

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Eduardo de Vicente

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“Imaginaos que este papel en blanco lo llenamos de palabras y éstas se convierten en imágenes. Un papel en blanco, de pronto, se transforma en vida”.  Con estas inspiradoras frases se inicia un documental humilde pero con mucho corazón que cuenta la experiencia de la directora y actriz Mireia Ros con ocho jóvenes a los que coordinó durante meses en un taller de cine. Con una particularidad adicional, todos ellos padecen síndrome de Down. Su proyecto consistía en enseñarles todos los aspectos que intervienen en una película y que ellos mismos fueran los creadores y su trabajo pudiera convertirse en un cortometraje. Todo este proceso lo ha volcado, a su vez, en Down n’hi do! (La càmera ballarina), un filme que puede verse estos días en los Cinemes Girona y, tras la proyección, cada día puede hablarse del filme con su realizadora.

La cineasta no tomaba decisiones, intentaba intervenir lo menos posible. Simplemente, les instruía, canalizaba sus energías y, de su mano nos va llevando también a los espectadores a los pensamientos más íntimos de estos ocho chicos especiales, muy especiales y muy diferentes entre sí. Tienen entre 20 y 35 años y ya descubrimos sus diferencias cuando empiezan a debatir sobre sus gustos y preferencias a la hora de elaborar el guion. Uno es aficionado a los poemas, otro quiere hacer Cantando bajo la lluvia, otro no soporta el cine de terror mientras que su compañero adora La matanza de Texas. 

Sus ideas sobre la soledad, el sexo y la muerte

La excusa de rodar un cortometraje sirve para que los muchachos se confiesen y expliquen a la cámara sus experiencias: la soledad en la que se sienten porque algunos les dan de lado, cómo es enamorarse de alguien que no tiene el síndrome y saber que ese será un amor imposible, lo que significa el sexo para ellos o tener hijos, sus reflexiones sobre su propia discapacidad sobre Dios o la muerte. Todo ello con una gran sinceridad y evitando el dramatismo. De hecho, la banda sonora que nos acompaña en la película es alegre y juguetona, intentando quitar hierro a las cuestiones más profundas. Y los chicos hablan de sus mayores problemas y preocupaciones, pero siempre con una sonrisa…

El primer paso es el guion y allí traman un argumento sobre una gran fiesta y un chico muy vago. Descubrirán que deberán aprender a escribir diálogos. Su letra es muy infantil, pero sus ambiciones muy adultas, también los dibujos que hacen para crear un storyboard (guion gráfico) son de niños, pero Ros adorna esta secuencia con imágenes de fantasía en las que los "ocho magníficos" (así los llama) aparecen como en un cuadro ataviados con un vestuario adecuado a sus sueños, bien sea de sirena, viajar en globo o estar en una playa paradisíaca.

Aprendiendo a vocalizar

Sabrán lo que es vocalizar utilizando el viejo truco de intentar hablar con un bolígrafo entre los dientes y sabrán lo que es la interpretación con la ayuda de Silvia Marsó. Su sonrisa es la mejor compañera y, curiosamente, lo que más les cuesta es poner cara de odio. Decidirán también sobre el maquillaje, la peluquería, el vestuario y el arte y la decoración. A la hora de decidir cómo será su filme en el apartado de fotografía, antes deberán saber los diferentes planos que pueden utilizar, un primer plano, un plano medio, el picado y el contrapicado y descubrirán la dificultad de un plano secuencia.

El rodaje está lleno de imprevistos que se van solventando y de situaciones divertidas y el tramo final, lógicamente, consiste en la proyección de su trabajo, titulado On és l’Ivan? y recuerdan lo bien que lo pasaron con este curso acelerado de cine que les hizo sentirse artistas e importantes. Por cierto, que a lo largo del metraje se combinan con naturalidad el castellano y el catalán. Cap problema!

La película más personal de Mireia Ros

Para Mireia Ros se trata de un filme muy personal, ya que su hermano tenía el síndrome y ha querido mantener con los chicos esas conversaciones que nunca pudo tener con él y descubrir muchos de sus sueños, pero también sus temores. Ahora Ros intenta que su trabajo sea conocido por el máximo de gente posible y está volcada en ello con un entusiasmo contagioso e involucrando a todo el que puede en este empeño. No tendrá las recaudaciones de Campeones, por citar un filme de características parecidas, pero en ilusión, sinceridad y sentimiento, no le gana nadie y nos hace desear que la cámara siga bailando por mucho tiempo…