EN POBLENOU

Palo Alto reivindica su continuidad con una exposición de su historia

La muestra inédita repasa el pasado, el presente y el futuro del antiguo recinto fabril, al que un concurso municipal incorporará nuevos usos

Fernado Salas, Antoni Clariana, Xavier Medina Campeny y Mario Sans, en la exposición de Palo Alto.

Fernado Salas, Antoni Clariana, Xavier Medina Campeny y Mario Sans, en la exposición de Palo Alto. / periodico

Silvia Alberich

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Botellas de agua, vino y licores, diseños, esculturas, maquetas y fotografías hablan del pasado y el presente de Palo Alto (Pellaires, 30), el conocido espacio creativo alojado en una antigua fábrica de Poblenou en la exposición 'Palo Alto Barcelona. Origen/Realitat/Futur'. Su futuro se proyecta a través de una muestra audiovisual, en la que la fundación que gestiona el espacio defiende su continuidad. Aunque ese futuro depende del concurso municipal que debe fallarse a finales de año. 

La exposición gratuita, abierta al público hasta el próximo 30 de junio, muestra una maqueta del nuevo AVE, que recrea al detalle sus compartimentos interiores. Otra de las novedades de la muestra son los tetramorfos a escala de las torres de los Evangelistas de la Sagrada Familia, obra de Xavier Medina Campeny, escultor y presidente del Patronato de la Fundación Palo Alto. Cuatro esculturas que, de aquí a unos años, coronarán el templo sagrado de Gaudí a 135 metros de altura. 

La exposición, la primera que recorre las casi tres décadas de historia de Palo Alto, pretende acercar este espacio a los ciudadanos y reivindicar su patrimonio inmaterial. “Queremos poner en valor todo lo que se hace en este clúster del diseño”, explica Mario Sans, diseñador y patrón de la Fundación Palo Alto. “Excepto el famoso mercado que se organiza cada mes, el resto de actividades son poco conocidas para el público”, precisa el diseñador. 

Palo Alto, un antiguo recinto fabril reconvertido en un vivero de creatividad, afronta ahora una nueva etapa. El pasado 18 de abril venció la concesión del ayuntamiento a la Fundación Palo Alto por 20 años, desde 1998. Están a la espera de que la concesión salga a concurso público. “Tenemos un contrato precario hasta diciembre”, lamenta Antoni Clariana, director de Magma Design, una de las 36 empresas que forman parte del clúster.

Proyecto local e internacional

La situación genera incertidumbre. “Algunas empresas, sobre todo internacionales, se han marchado al no ver claro el tema de la concesión”, asegura Clariana. A la espera de que salgan las bases del concurso, Clariana y el resto de miembros de la Fundación Palo Alto trabajan desde hace 10 meses en un proyecto “local, de barrio y a la vez internacional”, que propondrán al ayuntamiento.

“Para llevarlo a cabo necesitamos, como mínimo, el 50% del espacio”, expone. El Ayuntamiento gestionará directa o indirectamente, o reservará a iniciativas sociales, el 70% de él. Esa reducción -añade Clariana- conllevaría otros problemas. “No habría espacio para todas las empresas, por lo que se plantearía el coworking, y se tendría que aumentar el precio de los alquileres”, alerta.

En el proyecto que plantean, Clariana y el resto de patronos contemplan varios proyectos pedagógicos con escuelas y también otros de reinserción e inclusión social. Entre estos últimos habría uno para integrar a personas con deficiencia visual de la ONCE en distintas actividades. “Es muy importante el valor social”, destaca Clariana.  

Apuestan también por la autofinanciación, como han hecho desde los inicios de Palo Alto, en cuya rehabilitación y conservación han invertido 4,5 millones de euros. A ellos se suma el canon anual de 80.000 euros que pagan al ayuntamiento por la concesión del emblemático espacio de propiedad municipal, en el que trabajan 380 personas. “Nuestra idea es que no haya aportaciones públicas”, defiende Sans.

Casi 150 años de historia

A la espera de que se resuelva su futuro, Palo Alto sigue con su intensa actividad, que hoy en día poco tiene que ver con sus orígenes, cuando era una fábrica textil que producía hilo de lana. Corría el año 1875. La fábrica siguió con su frenética actividad y pasó por distintos propietarios hasta que, en 1927, tomó las riendas August Ramoneda Riu, que decidió dedicarla a la elaboración de féculas, dextrina y glucosa.   

La guerra civil hizo mella en el recinto. Tras el conflicto, quedó abandonado a su suerte hasta que Pierre Roca, un conocido promotor cultural, se dio cuenta de su gran potencial. Se propuso entonces recuperar la fábrica y convertirla en un espacio artístico. En 1989 abrió sus puertas de nuevo y, aunque pocos años después estuvo a punto de ser derrumbada, finalmente se salvó gracias a la intervención de un grupo de artistas. Entre ellos se encontraba Javier Mariscal, a quien Roca había cedido la titularidad del espacio en 1990.  

Otro de los impulsores del proyecto fue Medina Campeny, actual presidente del Patronato de la Fundación Palo Alto. “Al principio tuvo una variante más artística y ahora está más enfocada al diseño”, afirma el escultor. En sus inicios, Medina compartió espacio con el mejor chef del mundo, con quien mantiene una buena amistad. “Ferran Adrià hacía cosas aquí cuando nadie lo conocía”, recuerda con cierta añoranza.