INAUGURACIÓN A LA VISTA

El mercado de Sant Antoni abrirá el 23-M con el reto de esquivar el "monocultivo turístico"

Mercado de Sant Antoni

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Carlos Márquez Daniel

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Primer carro de la compra en el mercado de Sant Antoni; en el nuevo, el reformado, el que se inaugurará el miércoles 23 de mayo si nada retrasa el corte de cinta. El carrito lo arrastra Mercè Casasin, esposa de Julián Pérez, que tiene, y tendrá, una mercería en uno de los pasillos de la lonja. La abrió su padre en 1951. Han venido a ver cómo va la cosa, a comprobar si habrá tiempo para empezar la mudanza desde la carpa provisional este sábado. Nueve años y 80 millones de euros después, este recinto de 53.000 metros cuadrados distribuidos en cinco niveles recuperará su uso original, al que se le añadirá irremediablemente la explotación turística, aunque el ayuntamiento asegura, sin grandes concreciones, que combatirá el "monocultivo" de servicios destinados a los forasteros. Lástima, dice Julián, que ya quede tan poca gente que sepa coser botones. 

En lo práctico, el equipamiento tendrá 235 establecimientos, 52 para el producto fresco de alimentación, 105 para los encantes (un poco de todo, nada comestible) y 78 para el dominical de libros, "el más grande de Europa", ha recordado su presidente, Joan Mateu. Son, por lo tanto, tres mercados que trabajarán como un único ser, como venía sucediendo hasta finales de la década pasada, pero con una formato más de compartimento estanco que de complementariedad. Por eso se han trazado itinerarios, internos y externos que permitirán que el visitante, sea el día que sea, pueda experimentar las bondades de la renovada finca. En los bajos habrá un supermercado, el aparcamiento tendrá capacidad para 400 vehículos, y un par de espacios de generoso tamaño (un gimnasio, el primero en un mercado municipal, y un local para uso vecinal) está previsto que se pongan en funcionamiento en otoño. 

Ojo con las palomas

En el aspecto de ciudad, Barcelona recupera una de sus lonjas más 'nostradas' y saca a la luz restos del tramo de la Via Augusta romana, de los mausoleos de esa época que lo rodeaban y del baluarte de la fortificación del siglo XVII hallados durante las excavaciones arqueológicas propiciadas por las obras. Parte de esos restos quedarán a la vista en la planta -1, que se convertirá en un nuevo lugar de ocio para el barrio, amén de permitir el acceso directo al propio mercado. Muy bonito, pero se avecina un problema que no es nuevo en la capital catalana: entre la losa de 120 centímetros que ejerce de techo y la piedra añeja hay un espacio ideal para que las palomas aniden, caguen y se hagan fuertes. Ya se las ve volar por el interior del mercado y en según qué puntos pueden distinguirse sus inconfundibles mojones.

Carme Ribas, una de las arquitectas encargadas del proyecto, ha admitido "cierta tristeza" al terminar un trabajo de nueve años en el que se han creado vínculos muy fuertes entre los distintos equipos. Les ha tocado lidiar con tres alcaldes de tres partidos distintos, pero, asegura, tanto Jordi Hereu como Xavier Trias o Ada Colau han coincidido en que esta es una obra que nada tiene que ver con la política o el modelo de ciudad que puedan tener unos u otros. Bastante distinto, por cierto. 

Sí tiene que ver con la política la intención del equipo de gobierno de Colau de que Sant Antoni no sufra el síndrome de la Boqueria o, en menor grado, el de Santa Caterina. En esas lonjas, el turismo ha ido creciendo atraído por una arquitectura y por una oferta de restauración y de degustación que aquí, según ha señalado Agustí Colom, concejal de Empresa y Turismo, no se replicará. El edil de Barcelona en Comú ha asegurado que habrá seis puestos para catar productos y tres bares, "una oferta inferior a la que había antes de iniciar las obras".

Los que compran

Colom ha asegurado ser consciente del "factor turismo", pero se ha mostrado relativamente tranquilo, ya que, ha recordado, lo que los comerciantes quieren son clientes, y esos "vienen del barrio". "Debemos ser capaces de gobernar la capacidad de atracción turística", ha resumido, sin entrar al detalle sobre cómo evitar que Sant Antoni se convierta en un imán para los forasteros

Ninguno de los tres presidentes del mercado ha hecho mención alguna al turismo. Si se atiende a los cambios que está experimentando el entorno de Sant Antoni, es de prever que sí habrá efecto llamada para los visitantes de la ciudad. Pero un largo paseo por la carpa provisional en la que los 'botiguers' se han pasado nueve años dice otra cosa: bajo las lonas, ni un solo excursionista.