BARCELONEANDO
Cuando tu madre empezó a comprar sus propios regalos
Se acabó la Navidad y queda un año largo para que regrese el infierno que, por lo menos para una parte relevante de la población, supone comprar regalos a sus allegados principales. El problema aquí no es el obsequio que le toca a la abuela o el juguete del sobrino. Es más bien qué vas a elegir esta vez para tu mujer o tu marido, también los niños. El problema es la familia nuclear. El que regala y el que recibe el regalo tienen mucha miga. Esa gente que siempre logra superarse, que entrega el vale para un salto en paracaídas o un ordenador de última generación con una sonrisa de superioridad: “Sí, lo he vuelto a hacer”. ¿Y si no es tan buena gente? Hay estudios que indican que ellos son mucho más felices que los destinatarios del obsequio. Pero es cierto que hay estudios para cualquier cosa.
¿Qué decir de los receptores activos-pasivos? Son muchos y fácilmente reconocibles. Personas que antes de que lleguen las fechas de marras le susurran a su cónyuge: “Oye, este año nada de gastar, solo quiero un detalle”. Y luego, el día D, te miran con una amargura negra que amenaza venganza: “Qué poco te lo has currado”. Lo de los niños es cosa aparte: los hay que gustan de vivir la magia de los Reyes de Oriente prácticamente hasta que llegan a la universidad, amparados por progenitores que, amables, elogian su apuesta por un mundo rico en imaginación. Amparados también por la cara dura que atesoran, claro.
“Lo malo es la frustración que genera recibir un regalo que no te gusta. Pero es inevitable que suceda y de entrada no lo dices, pero con los años va saliendo”, declara una madre. Es cierto: con los años se pierden las formas y aparecen aquellas escenas terribles en las que alguien se queja abiertamente. Tanto se pierden las formas que a menudo se llega a aquella situación tan terrible en la que, para evitar nuevos feos, los padres, aunque generalmente eso le pasa a las madres, acaban comprando el regalo de su cónyuge y el suyo propio, abriéndolos con gesto de sorpresa de cartón piedra.
Dinero o imaginación
¿Qué es mejor: gastar mucho o ser ocurrente? La mayoría responde que ocurrente. ¿Pero lo piensa? George Clooney sentó hace unos años a unos cuantos amigos de los que considera que le ayudaron de forma decisiva cuando empezaba en su carrera. Eran 14 y, por sorpresa, les entregó 14 millones de dólares, uno por cabeza, para agradecerles su apoyo. Una mezcla de imaginación y recursos económicos. Debió de sentirse Dios, pero no es fácil de imitar.
En la ‘megatienda’
A la dificultad de comprar cada año un regalo distinto, que no parezca peor que el anterior, se suma que a estas alturas en Barcelona uno acaba centrándose en dos o tres comercios de gran tamaño para completar la operación. Claro que podría evitarse, claro que hay otras tiendas, pero el caso es que uno acaba en una de dos o tres megatiendas, saludando a conocidos en la misma situación que también deambulan por allí. Megatiendas, algunas, en las que los vendedores parecen embajadores de un mundo feliz y los productos son carísimos, y cuando el cliente ha validado la tarjeta y, todavía con el bolsillo dolorido, pregunta si le pueden envolver el regalo, recibe un no por respuesta: aquel tío te mira con cara de pensar: “Te estoy ofreciendo el futuro y tú lo quieres envuelto, paleto”. Días después, algunos de esos mismos zombies que transitan por las megatiendas son reemplazados por los que han recibido el regalo, que, ticket en mano, van a cambiar. Cuantos disgustos esconden los tickets regalos.
Los vendedores
El colectivo de los vendedores es de los que más sufre las fiestas. Jordi, con más de 10 campañas navideñas a sus espaldas, explica que en realidad la gente no es más pesada en esas fechas. Que antes iban llegando en mayor grupo tal y como se acercaba el día del regalo pero que ahora, con el Black Friday, se ha relajado la asistencia. Pero advierte de que es un trabajo duro, que recomienda a jóvenes y estudiantes: “Horarios abusivos y jornadas mal pagadas. Lo único bueno que te encuentras en esos trabajos son los compañeros”.
Si comprar un regalo navideño puede convertirse en una pesadilla, hay gente que todavía profundiza en el horror: imagine que su mujer o su marido cumplieran años el 11 de enero. Es como si te atropellaran dos veces la misma semana.
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