Microclima en las mesas

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PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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En el 2015 el ayuntamiento anunció que unas 2.200 de las entonces 4.500 terrazas de bares y restaurantes de Barcelona tendrían que modificarse en su forma o tamaño para sobrevivir a la nueva ordenanza. Más de un millar tenían que recortarse una media del 50%, se dijo. La rebelión del sector se saldó con el anuncio de una modificación de la normativa que lleva meses fraguándose (sin que la patronal haya sido citada en los últimos meses en busca de consenso), pero aún no hay noticia sobre sus planteamientos ni cifras sobre su aplicación real.

La única tregua ha consistido en aplazar hasta el 2018 algunos puntos complejos de la normativa, como la ubicación de las terrazas frente a sus fachadas y los criterios de accesibilidad. El panorama para la mayoría de negocios es incierto y variopinto. Algunos han aceptado los ajustes para no perder sus licencias, otros han retado a la Administración mientras se produce la reordenación... Y el consistorio, sin querer abrir fuego drásticamente, ha optado por "dar prioridad a los incumplimientos más flagrantes de la ordenanza vigente y a las quejas ciudadanas", indican fuentes de Urbanismo. 

En este marco, los operadores tratan de ofrecer confort incluso incluso con climatología adversa a base de estufas y paravientos para seguir trabajando en invierno. La norma permite ambos recursos. Las primeras, homologadas y de gas o eléctricas, con limitaciones de potencia. Los segundos, solo pueden cubrir dos laterales, que deben ser de material blando y transparente y se pueden rematar con parasoles de quita y pon. No obstante, es frecuente que algunos empresarios intenten colar estructuras más robustas o también con protección trasera, lo que deja solo el frontal abierto y está prohibido. Las 31 zonas de regulación singular pueden resultar más permisivas o restrictivas, según los casos.

MULTANDO EXCESOS

En este sentido, el consistorio enfatiza que se multa esencialmente "la falta de licencia, el exceso de ocupación o los veladores molestos". Añade que la modificación de la ordenanza ha de ser compatible "con el cumplimiento de la norma actualmente en vigor". Lo complejo del caso es que el equipo de Colau ha calificado reiteradamente de "chapuza" la ordenación heredada de Trias (que en el anterior mandato no dio tiempo de aplicar), pero apenas se aviene a modificarla, demorando las medidas, pese a haber derribado otras muchas iniciativas de los gobiernos previos de CiU y PSC.

El acuerdo entre afectados y consistorio parece encallado, porque la patronal se queja de falta de participación en la Comisión Técnica de Terrazas. Por contra, ha impulsado una comisión de expertos urbanos plural (desde el exconcejal Xavier Casas a la arquitecta y paisajista Beth Galí y Benedetta Tagliabue, Maria Favà, Xavier Sardà...) que esta semana concluirán una serie de debates que desembocará a finales de enero en un libro blanco sobre las terrazas locales que plantea necesidades y sugerencias al ayuntamiento.

Al otro lado de las aceras están los residentes, que en algunas zonas ven claramente comprometido su descanso ante la invasión del espacio públicos. Sin embargo, muchos recortes planteados afectan a zonas donde no hay problemas de convivencia y donde el vecino tanto tiene su hogar como disfruta del terraceo. El reto es que las voces de los realmente afectados, en ambos bandos, se escuchen en la contienda.