De la crisis bancaria como una de las bellas artes

El fotógrafo Josep Maria de Llobet completa una perturbadora trilogía, esta vez con una mirada sobre el icónico cierre de oficinas bancarias

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Carles Cols

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La bullanga (a veces hay que recordar estas cosas porque se olvidan) es un producto genuinamente catalán, sobre todo barcelonés. La de 1835, con sus conventos en llamas, y no digamos ya la de 1840, en que la reina regente María Cristina tuvo que salir por piernas de Barcelona, empequeñecen, seguro, la que durante dos semanas ha tenido en jaque al barrio de Gràcia, o sea, que nada nuevo bajo el sol en esta Babilonia del Mediterráneo, pero el episodio del ‘banco expropiado’ es una muy oportuna ocasión para recomendar la singular mirada fotográfica de Josep Maria de Llobet, que se expone hasta el 19 de julio en la Nau Bostik de la Sagrera. Según se mire, lo suyo es una bullanga silenciosa, pero bullanga.

La idea de De Llobet es de aquellas que molestan que se le hayan ocurrido a otro y no a uno mismo. Hace cuatro años le sorprendió como a muchos otros clientes el cierre de oficinas bancarias. Las cifras certifican que así fue. En junio del 2008 (¡joder, qué tiempos!, con la crisis ya aquí y Pedro Solbes, el ministro, hecho un capitan Haddock a bordo de 'Karaboudjian', afirmaba que “España está capeando el temporal”) había en Barcelona 2.098 oficinas bancarias. El pasado diciembre eran ya solo 1.262 y la previsión es que pronto caigan por debajo del millar. Lo que impactó a De Llobet, sin embargo, no fue solo el cierre de las oficinas, sino el mimético modo en que oficiaba ese funeral bancario por parte de la patronal del sector. Los cristales de las oficinas se pintaban de blanco, un color elegido tal vez premeditadamente por su simbología, la pureza y la bondad, pues nunca hay que descartar en estos casos las aviesas intenciones, pero la mano que sujetaba la brocha jamás era la misma, así que lo que comenzó a retratar De Llobet no era una monotonía, sino un muy artístico fracaso económico. Arte abstracto bancario, ¡toma ya!.

BLANCO SOBRE BLANCO

Póngase el lector por un momento en el Moscú de 1918. Aquel año, al pintor ruso Kazimir Malévich desde luego no le faltaban apuntes del natural como punto de inspiración para sus obras. Su patria acababa de salir, de una misma tacada, de la primera guerra mundial y de la revolución rusa, bullanga esta sí mayúscula, un morrocutudo ‘bunt’, por si alguien desea una traducción aproximada al ruso. El caso es que Malévich lo que pintó aquel año fue el desconcertante y siempre controvertido cuadro 'Blanco sobre blanco', en el que no se ve más que lo que dice su título, un cuadrado blanco dentro un lienzo también blanco. Es desde esa perspectiva desde la que tal vez hay que observar la colección de fotografías que bajo el epígrafe común 'Blank' expone ahora De Llobet en la Sagrera, porque tal vez resulta que la imagen más icónica del acabóse bancario que ha vivido este país, en el que se ha rescatado a las entidades financieras con dinero público para que después estas echen de sus casas a quien no puede pagar la hipoteca, tal vez sea esa, la de un cristal pintado de blanco.

Pasó semanas en busca de oficinas cerradas. Lanzó un S.O.S. a través de Facebook en busca de ayuda para localizarlas. La respuesta cubrió con creces sus necesidades. Cribó la cosecha y así fue como llegó a una selección de 14 fotografías que ahora comparten pared con el trabajo de otros cinco fotógrafos europeos. El Festival de Fotografía Documental de Barcelona ha bautizado ese puzle de diferentes miradas sobre las causas del euroescepticismo con el nombre de 'Consideraciones de un apolítico', en honor al ensayo que Thomas Mann, en un ataque de alemanidad, publicó en 1917.

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Sobre De Llobet podría abrirse aquí un paréntesis biográfico, mencionar así sus estudios de derecho y su vocación profesional por la fotografía arquitectónica, materia de la que imparte clases, pero lo que mejor le define es su olfato de sumiller a la hora de identificar los momentos oportunos. Su primera colección llevaba por título 'Cerrado por vacaciones'. Es una familia de fotografías que retratan la Costa Brava en invierno y sin turistas, premeditadamente siempre en días grises, de cielo cubierto. Es un viaje descorazonador a la destrucción de una de las costas más hermosas del Mediterráneo. Después vino su segundo trabajo, 'El hospital enfermo'. Lo dicho, sus ideas causan insana envidia. Visitó el Hospital de Sant Pau en ese paréntesis que se abrió entre el traslado de los pacientes al nuevo edificio y el inicio de las obras de rehabilitación de esa joya modernista. Ese aire de Detroit tras la crisis siempre resulta cautivador.

El cierre de las oficinas bancarias cierra por ahora esta trilogía. Continuará.