La mujer gigante de Sant Martí

La pared lateral del centro cívico de Sant Martí sirve de lienzo para el último rostro gigante del artista urbano Jorge Rodríguez-Gerada

Montse Noto, Luisa Hernández, Chus Ruiz y Noemí Poncela, las vecinas de Sant Martí que sirvieron de modelo a Rodríguez-Gerada; detrás, el artista, y más atrás, el mural.

Montse Noto, Luisa Hernández, Chus Ruiz y Noemí Poncela, las vecinas de Sant Martí que sirvieron de modelo a Rodríguez-Gerada; detrás, el artista, y más atrás, el mural. / periodico

MAURICIO BERNAL

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El último Rodríguez-Gerada es el rostro gigante de una mujer –o el rostro de una mujer gigante– plasmado en una pared lateral del centro cívico de Sant Martí: 280 metros cuadrados de arte urbano con el poder intrínseco de no pasar desapercibidos. Por el tamaño, pero no solo: como casi todas las obras de la serie Identidad, que puso en marcha nada más instalarse en Barcelona –tres lustros ha, más o menos–, Panorama no solo es gigante, sobre todo es contenido. “En vez de la imagen enorme de una estrella de cine o de un político con una gran sonrisa, yo dibujo a alguien del barrio, de la comunidad. Dibujo a uno de nosotros”. Lo ha hecho en otros barrios, como el Raval, Horta y el Born, y en otras ciudades, como Buenos Aires, Monterrey y París, y aunque ser una de las caras que dibuja Rodríguez-Gerada tiene ingredientes de privilegio, la elección de los personajes obedece menos a la sesuda búsqueda de alguien representativo –lo que pensaría un recién llegado al mundo Rodríguez-Gerada– y más a criterios contingentes y magníficos como el olfato o el azar. Podría ser usted. Podría ser su hijo. Podría ser su vecina.

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“Es una lotería artística. Me pongo a ver pasar a la gente por la calle y escojo a una persona que me guste. Le pregunto si se siente identificada con el lugar, si tiene sentido de pertenencia…” Rodríguez-Gerada procura no repetir edad ni sexo, y esos son los únicos criterios que escapan al deleite de simplemente salir a la calle en busca del siguiente rostro. Expuestos así sus métodos, ¿quién es la mujer que mira de reojo desde la pared del centro cívico? ¿Dónde vive y a qué se dedica? Podría ser la panadera del barrio, la carnicera, podría ser una maestra. Lo sería, de hecho, si Panorama no fuera una anomalía dentro de la serie. Pero Panorama, por una vez, no es solo una persona. Panorama no es una mujer.

Jorge Rodríguez-Gerada nació en Cuba hace 49 años pero se crió en EEUU, adonde emigró con su familia en los años 70. En el mundo del arte callejero viene a ser una especie de viejo zorro, un veterano, con relatos a cuestas como las dos o tres ocasiones en que lo detuvo en su día la policía de Nueva York, en la época en que iba por la calle alterando vallas para denunciar el manipulador poder de la publicidad. “Con sorpresas incluidas como encontrarme algún jefe de policía que entendía el fondo de lo que estaba haciendo y me dejaba ir; pero eran la excepción”. En Barcelona adquirió notoriedad con el inmenso Obama que dibujó en los terrenos del Fòrum en noviembre del 2008, en vísperas de las elecciones que auparon al primer presidente negro de EEUU, aunque en el ambiente de los artistas urbanos locales ya era un personaje reconocido.

BARRIDAS POR EL VIENTO

Las obras de la serie Identidades no son gigantes porque sí. “Lo grande solo funciona si tiene un poder intrínseco detrás”, explica Rodríguez-Gerada. Además del tamaño, tienen entre otros el denominador común de ser dibujadas en carboncillo, lo cual las dota de un componente efímero, dramático en cierto modo, que forma parte del discurso del artista. “Me gusta la poesía que hay en el hecho de que sean barridas paulatinamente por el viento y por la lluvia”. Pero Panorama es distinta. Panorama –que terminó en diciembre y que algún vecino no muy enterado aún descubre por estos días con asombro– está hecha con pintura y va a durar mucho más que sus compañeras de serie, y sí, no es una, son varias mujeres: dos trabajan en el centro cívico (Noemí Poncela, boca, y Chus Ruiz, barbilla), la tercera es usuaria (Montse Noto, ojo) y la cuarta es empleada del bingo (Luisa Hernández, nariz). En resumen, un rompecabezas de vecinas. “No es solo un retrato. Es un trabajo que me gustaría que la gente se detuviera a mirar y a pensar en el esfuerzo que hay detrás. En lo que significa, también. Por desgracia, en lo que toca al arte urbano la gente está acostumbrada a lo instantáneo, lo rápido, el Banksy. Yo quiero causar impacto, pero también quiero que la obra aguante una mirada sosegada. Por eso esta vez usé pintura”.

El personaje es la obra; protagonistas son ellas. Por eso en la foto el artista está detrás, en segundo plano, medio oculto bajo su capucha.