Gente corriente

Lluís Castelló: "Mi tía me escondía una trufa gigante en el piano"

Propietario de Musical Emporium, una de las tiendas emblemáticas que cierran en 30 días.

«Mi tía me escondía una trufa gigante en el piano»_MEDIA_1

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OLGA MERINO

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La especulación y la moratoria de la ley de arrendamientos urbanos, que expira con el fin del año, devorarán un puñado de establecimientos centenarios, incluido el que regenta Lluís Castelló Llobet (Barcelona, 1933) en el número 129 de la Rambla. Sus tres empleados se quedan sin trabajo.

-La tienda la fundó mi abuelo, Josep Llobet Gardella, en 1900, cuando regresó de Argentina, como editorial de música: partituras de canciones catalanas, sardanas y música sacra. Pero falleció muy pronto, en 1909.

-¿Y entonces?

-Su viuda, que era italiana, mantuvo el negocio con un gerente hasta que mi tía Isabel pudo tomar el relevo. Fue ella la que aguantó durante los años difíciles.

-Se refiere a la guerra, entiendo.

-Quedó todo devastado y, además, el dinero de la República no valía nada; costó mucho remontar, vendiendo a veces de fiado. Yo me hice cargo en 1956, cuando acabé el peritaje mercantil. Me gustaba mucho la música y tocaba bastante bien el piano.

-Usted le dio un giro al negocio.

-Me di cuenta de que vendiendo solo partituras no iban a salirnos los números. Y como en aquel tiempo ya empezaban a llegar los turistas, y te pedían que si una guitarra, que si unas castañuelas... Pero buenas, eh, de ébano o de granadillo, porque aquí siempre vendimos calidad. Así empecé a introducir los instrumentos en la tienda.

-En el escaparate hay de todo.

-Antes volvía cargado de los viajes: sitares, charangos bolivianos, balalaicas… De ahí procede el mayor porcentaje de ventas; las partituras las conservamos por prestigio.

-¿La más vendida?

-En tiempos de mi abuelo, una que se titulaba Foxtrot de las campanas, de Joan Viladomat. ¡Se vendió a miles! Ahora lo que sale más es el pasodoble Islas Canarias y sardanas como Bona festa y Girona aimada. Pero, vamos, casi todas las partituras son ya papel mojado.

-¿Los números salen?

-El último año en que nos defendimos fue el 2008. A partir de ahí, las ventas han bajado de forma alarmante. Y te dicen que las partituras se las bajan de internet.

-Solo faltaba la subida del alquiler.

-No le diré cifras, pero me piden muchísimo. Si pagando un alquiler bajo ya íbamos muy justos, imagínese. No tengo más remedio que cerrar el negocio. Además, soy mayor y no tengo hijos.

-¿Qué tipo de tienda abrirá en enero?

-No tengo ni idea; pregúnteselo al propietario. Pero puede imaginarse: un chiringuito de suvenires, de camisetas del Barça, o un McDonald's. ¿Ha visto usted cómo está la Rambla? Barcelona se está convirtiendo en una ciudad muy vulgar, clónica, y el turismo que nos llega es muy bajo. Aquí solo compran armónicas fabricadas en China, porque de las Hohner, nada.

-¡Qué lástima! Con tanta solera…

-Por aquí ha pasado todo el mundo. Lola Flores, la soprano Renata Tebaldi, Montserrat Caballé, Marina Rossell, Serrat, que venía a comprar partituras antiguas para coger ideas; Mario Cabré, Núria Feliu, Mary Santpere… Una vez entró Rudolf Nureyev y se quedó un libro sobre ballet.

-Y en enero, cuando vea el escaparate…

-Mire, yo voy mucho al Liceu, pero creo que daré un buen rodeo para no tener que pasar por delante. Me duele mucho, pero todo tiene un final.

-Ha pasado aquí casi 60 años.

-¡Tengo tantos recuerdos vinculados a la tienda! Mi madre me traía aquí cuando era un crío, y mi tía Isabel tenía siempre el detalle de comprarme una trufa gigante en la pastelería Esteve Riera, que estaba aquí al lado, y me la escondía dentro del piano.