con mucho gusto CUADERNO DE GASTRONOMÍA Y VINOS
Salteado de arañas
El aumento de la población mundial y la disminución de recursos naturales propicia la búsqueda de proteínas a base de insectos. Un cambio de gambas por saltamontes.
Los grandes de la política tienen una especial facilidad para celebrar las más cruentas masacres con banquetes exquisitos. Para conmemorar la del día D (el de-
sembarco de Normandía), François Hollande, Barack Obama, Vladímir Putin, la reina de Inglaterra y 80 comensales de peso se han reunido en el Château Bénouville a la órdenes de Michel Bruneau, un general dos estrellas Michelin al mando de otros cuatro estrellados, todos ellos expertos en la más delicada culinaria normanda.
En el festín no se han servido réplicas de las raciones que los soldados llevaban en el macuto. Probablemente, en las conversaciones tampoco se haya hecho mención a las últimas noticias que circulan por la ONU en las que, frente a la amenaza de sobrepoblación del planeta, se recomienda la utilización de insectos como nueva fuente alimentaria. Un informe del 2013 ratifica el elevado potencial proteínico de unos bichos que crecen rápidamente, no consumen energía y cuyo aspecto se puede cambiar fácilmente tras una adecuada manipulación industrial.
Mientras los dignatarios tomaban un trago -imaginamos que de Calvados, el aguardiente de manzanas normandas que pusieron de moda los G. I. en su carrera hacia la Rive Gauche de París-, la empresa Micronutris elabora galletas y chocolates en los que interviene una pasta de insectos secos; Ynsect trabaja con este tipo de harinas, capaces de engordar el ganado; y en Estados Unidos, Tiny Farms forma expertos aficionados a la creación de granjas de gusanos. Es el hágalo usted mismo en la intimidad del hogar.
Ante la dificultad de comprar buenas gambas, convencidos de que comer atún es un pecado ecológico, nos queda la posibilidad de saltear unas mígalas. La visión de lo que se comerá en el planeta al paso que vamos no es de lo más sugerente, aunque ya tengamos experiencia, pues en Barcelona, la primera aproximación a los insectos cocinados la dio Petràs de la Boqueria. Eran, fundamentalmente, dorados escorpiones. Nadie se los comía, pero con su punto de perversión resultaban toda una atracción en los bufets de los grandes eventos. La autoridad prohibió su venta. A lo mejor se levanta tras el banquete del día D.
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