Regulación de una actividad callejera en Ciutat Vella

La Cleopatra errante

Esperanza Ramos lleva más de un año, desde que fue 'expulsada' del paseo, recorriendo la Rambla arriba y abajo con su disfraz de reina

Cleopatra, en la plaza de Catalunya, el lunes, aprovechando la impunidad que le ofrecía la acampada.

Cleopatra, en la plaza de Catalunya, el lunes, aprovechando la impunidad que le ofrecía la acampada. / periodico

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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«Yo soñaba con envejecer en la Rambla. Morir en la Rambla... Y ya ves cómo me veo...»,lamentaba Esperanza Ramos el lunes por la mañana desde el centro de la plaza de Catalunya, bajo un sol rabioso y sin que la gruesa capa de maquillaje plateado que cubría su rostro lograra ocultar su pena. Desde abril del año pasado, hace ya más de un año, cuando entró en vigor la penúltima ordenación sobre el ejercicio de estatua en el paseo más visitado de la ciudad, Cleopatra -así es como todo el mundo la conoce por su atuendo de la reina egipcia- deambula por Barcelona buscando su sitio.«Las primeras semanas después de echarnos, nos poníamos por la noche, a partir de las 10, que es cuando terminan los turnos legales -y piensa que somos estatuas, no molestamos a nadie-, pero la voz fue corriendo, cada noche venían más estatuas y al final la policía nos acabó echando. Desde entonces voy escondiéndome todo el día como una criminal. Vivir con esta angustia es algo que no le deseo a nadie», lamenta la mujer.

Esperanza recuerda su última día en la Rambla como si fuera ayer.«Me pasé dos horas llorando detrás del quiosco. No me lo podía creer. Después de 16 años me decían que me tenía que ir. No supe cómo reaccionar»,narra. Más de un año después, se encuentra en una situación parecida.«Sigo levantándome bien temprano, vistiéndome y recorriendo la Rambla. Por pasear por ella no pueden decirme nada. Y, si algún turista me ve y se quiere hacer una foto conmigo, pues eso que saco...», se sincera la mujer, quien recuerda que, en la época«buena»de la Rambla, podía llegar a ganar hasta 100 euros diarios.«Ahora, en cambio, si saco 20 euros, saco muchos»,explica. Los paseos los aprovecha para recoger apoyos en forma de firma. Ya lleva 2.800 y asegura que no piensa parar hasta que le den una solución.

«Me voy a presentar a la nueva selección, pero no tengo demasiadas esperanzas. Repiten el mismo sistema que la otra vez: valorar más los títulos que la experiencia. Que el arte de cada uno», asegura.

Después del fracaso del ejercicio nocturno, Esperanza buscó alternativas. Los días que duró la primera acampada de la plaza de Catalunya -la del primer 15-M- se instaló allí.«Los indignados me dijeron que no sufriera, que mientras ellos estuvieran allí no dejarían que la policía me echara, y así fue. Durante ese poquito tiempo estuve tranquila, y, además, yo les apoyo en su lucha; pero claro, les echaron también a ellos y tuve que volver a buscarme la vida. Otra vez», cuenta.

El filón del puerto

Hasta estos días en los que ha vuelto al (breve) oasis indignado, además de ir Rambla arriba, Rambla abajo, Cleopatra ha encontrado un pequeño rincón en el puerto, punto en el que también se concentran muchos turistas.«No es como antes en la Rambla, claro, pero es el mejor sitio que he hallado. Aunque estamos en lo de siempre. Cada vez que veo una gorra de policía el corazón se me acelera y tengo que salir corriendo»,apunta la mujer, quien asegura que el resto de sus compañeras, las otras 20 estatuas que no lograron plaza en el anterior concurso, se han ido de la ciudad,«que está imposible».

Aunque, de todo lo vivido este año, lo que más le duele, asegura, es ver placas vacías. Los punto legales para ejercer, a los que los elegidos no acuden.«Eso sí me duele. No sabes cuánto. Espero que se arregle con la nueva norma»,concluye poco esperanzada.