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La muerte de un senegalés desata un conflicto de convivencia en el Besòs

ANTONIO BAQUERO / MARINA MUÑOZ
BARCELONA

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La bomba de la convivencia entre senegaleses y gitanos está activada en el barrio del Besòs. El asesinato a sangre fría de Ibrahima Dyie, un senegalés de 31 años originario de Saint Louis, el martes ha hecho que, por vez primera, Barcelona se enfrente a la amenaza de un estallido social similar al ocurrido en el 2005 en los suburbios franceses o, más cerca, en barrios de Terrassa y Salt. Ayer, dos centenares de senegaleses estuvieron durante todo el día concentrados en la calle de Palerm y acabaron manifestándose por el barrio al grito de «España racista» y pidiendo «respeto». Los más moderados exigían justicia. Los más radicales, clamaban venganza por la muerte del joven, que deja mujer y tres hijas en Senegal que, junto a sus padres, vivían de lo que él les enviaba.

Algunos intentaron tomarse la justicia por su mano. Al haberse marchado los familiares de los agresores, su vivienda fue el objeto de las iras. A las dos de la tarde, la casa del asesino de Ibrahima sufrió un incendio intencionado que calcinó una de las habitaciones y obligó a evacuar a los vecinos del bloque.

El deterioro económico ha hecho que en muchos barrios degradados y entre muchos colectivos excluidos socialmente impere un clima de violencia contenida que estalla con la primera chispa. Eso ha ocurrido en el Besòs, un barrio azotado por el paro y la marginalidad, donde los africanos han vivido el asesinato de Ibrahima como un crimen racista y lo han vinculado a lo ocurrido semanas atrás en Italia cuando un ultraderechista mató a dos senegaleses. «Ayer Italia; hoy España», clamaban los manifestantes, que una y otra vez insistían, como dijo Ibrahima, en que «en Europa, matar a un negro sale gratis».

Ese sentimiento se alimentaba de la tensión acumulada estos últimos años por la mala convivencia entre los colectivos de gitanos y de senegaleses, que sostienen que los primeros les someten a un maltrato constante. De hecho, varios vecinos señalaron que los cuatro detenidos, -un padre conocido como Pepe, el portugués y sus tres hijos, todos ellos de etnia gitana- llevaban tiempo diciendo que querían «matar a un negro». Según los Mossos d'Esquadra, que insisten en que el móvil del crimen no es racista, el autor del disparo mortal es uno de los hijos, de 28 años. Los cuatro detenidos acumulaban cerca de 60 antecedentes por peleas, robos y tráfico de drogas. De hecho, algunos vecinos recuerdan que el padre ya cometió agresiones racistas y obligó a marcharse a un vecino de origen marroquí.

«COMO A UN PERRO» / «Le han matado como a un perro. Esto no va a quedar así. Este es el primer y último senegalés que matan los gitanos», clamó un espigado joven. Muchos como él detallaban la lista de agravios. «Los gitanos no nos respetan. Los adultos nos insultan y enseñan a sus hijos a insultarnos, como si fuéramos una mierda. Quizás si nosotros matamos a un gitano nos respeten», dijo otro chico de origen africano. Incluso los más calmados avisaron de que la muerte de Ibrahima no iba a quedar impune. «Es verdad que no todos los gitanos son malos ni todos los senegaleses, buenos. Pero si el asesino de Ibrahima sale a la calle dentro de dos meses y yo le veo juro que le mataré con mis propias manos», comentó Muis, otro senegalés.

Para tratar de calmar los ánimos, a la calle de Palerm llegaron líderes de asociaciones de senegaleses. Un mediador reconoció que la relación entre senegaleses y gitanos «es muy mala». «El asesinato ha hecho subir a la superficie un odio que se estaba cociendo», comenta. A media tarde, los senegaleses iniciaron una manifestación en la que las pancartas eran cartones con las fotos de boda de Ibrahima pegadas. Durante el recorrido, insultaron a los gitanos que veían, aunque su cordón de seguridad reprimió a quienes querían repetir los disturbios del martes, cuando volcaron contenedores y rompieron cristales de varios coches.

NECESIDAD Y CRISPACIÓN / A la marcha se unieron los vecinos del barrio del Besòs i el Maresme. «Somos vecinos. No a la intolerancia y Contra la intolerancia: alternativas sociales», decían sus pancartas. El presidente de la Asociación de Vecinos del Maresme, Santos Pérez, apuntaba: «Las necesidades generan crispación. Las administraciones públicas tienen que fijar equipamientos». Mientras, se repetían consignas que apelaban a la dignidad humana y a la igualdad. «No estamos aquí para hacer venganza, sino para pedir justicia», enfatizaba Halifa, miembro de una asociación de senegaleses.