Tragedia en el Tibidabo

El accidente ensombrece el ciclo de consolidación del parque

El éxito económico convivía con informes contra la seguridad

EL PERIÓDICO
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A la espera de que las investigaciones en marcha aclaren los enigmas que rodean el desplome de una atracción revisada al parecer hasta la saciedad (diaria, semanal, mensual y anualmente), lo único claro, de momento, es que el accidente del sábado será un golpe muy difícil de digerir para un parque cuya andadura no ha estado exenta de sombras. Hace cuatro años, en julio del 2006, cuando el Tibidabo disfrutaba ya de las mieles de su primer año de beneficios bajo gestión pública (el 2005), y a tan solo unas semanas del estreno del flamanteEl Péndulo, un informe de la revistaConsumersuspendió al parque en un apartado que es, y ha resultado, vital: el de la seguridad.

El documento enumeraba tres «atracciones con riesgo» –el Tren Chu Chu, elCastell Misteriósy losCrash Cars–, ponía un llamativo «mal» sobre uno de los nueve factores que medían la seguridad –«Peligros en las atracciones»– y evaluaba con un «regular» la seguridad global del parque. En la lista de «lo peor» del lugar, finalmente, mencionaba la «escasez de personal de seguridad».

UN PROBLEMA CRÓNICO / Pero no era la primera vez. El informe que la revista había publicado cinco años antes, en el 2001, señalaba el mismo problema, y colocaba al Tibidabo entre los cuatro parques españoles que no superaban las «pruebas» de seguridad. Ya entonces aparecía un «mal» debajo de «Peligro en las atracciones» («objetos o zonas que pudieran entrañar peligro para los visitantes en el recinto de la atracción o al disfrutar de ella»), amén de un simple pero preocupante «aceptable» en la columna de «Lugares peligrosos». El Tibidabo parecía incapaz de superar viejos fantasmas, como el que había desempolvado en 1996 la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) al denunciar graves deficiencias de seguridad en las atracciones.

El golpe que ha encajado el Tibidabo lo ha recibido donde más le ha dolido siempre. Y eso en un momento –10 años de gestión pública– en el que había euforia municipal por el éxito económico, por el aumento y estabilización del número de visitantes y por la sensación de que los barceloneses confiaban en su parque. El propio alcalde, Jordi Hereu, decía que era la empresa que mejor funcionaba del ayuntamiento.