Josefina Castellví reivindica los barrios en el pregón de la Mercè

ROSA MARI SANZ / ALBERT OLLÉS / BARCELONA

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La Barcelona sin aglomeraciones, la de los barrios, las plazas góticas, los interiores de isla del Eixample y, sobre todo, la Barcelona más próxima al mar. Esta es la ciudad que ama la bióloga marina y oceanógrafa Josefina Castellví, y así lo explicó ayer durante un pregón de las fiestas de la Mercè sin peros. Ninguno. Tanto por la elección de su persona, tras la polémica del pasado año, cuando el discurso en castellano de la escritora Elvira Lindo levantó ampollas entre los entonces socios de ERC en el gobierno municipal, como por la falta de críticas a una ciudad que no recibió más que elogios en un discurso que, eso sí, abogó por una urbe cercana y sin bullicio.

Castellví, tras una sonora y unánime ovación en el Saló de Cent, se presentó como una barcelonesa nacida en el Eixample hace 72 años que, a pesar de haber vivido en muchos países por su trabajo, no puede imaginarse otro hogar que la capital catalana. Confesa amante de la soledad, dijo tener una respuesta para quienes no entienden cómo puede soportar la ciudad una persona que evita a toda costa las aglomeraciones, entre ellas, seguramente, las propias fiestas de la Mercè. Es esta: "Hay una Barcelona diferente para cada barcelonés y yo vivo en mi Barcelona. Tengo una ciudad propia, hecha por los barrios en los que tradicionalmente me he movido. Es obvio que mi Barcelona es alcanzable para vivirla a pie o, como máximo, en transporte público".

AMOR DE MADRE

La bióloga, un referente científico nacional e internacional, no tuvo ni un reproche a la ciudad. Lo que no significa que la considere perfecta. "En este aspecto me siento como una madre con su hijo. Ella sabe que el hijo tiene muchos defectos, y sufre y trabaja para reconducirlo, pero nunca lo reconoce en público", describió la pregonera, que lideró la instalación de la Base Antártica española en la isla de Livingstone, inaugurada en 1998.

Quizá por ello retrocedió al pasado para retratar la Barcelona tranquila que le gusta, la más próxima. Fue entonces cuando recordó las cuatro caminatas diarias que hacía con su hermana para ir a un colegio en la calle de Avinyó, sus paseos por una Rambla diferente, cuando las floristas montaban las paradas con caballetes, una imagen que dista de "los quioscos de diseño actuales ...) en los que se puede cerrar todo el género como si fuera un gran escaparate", o cuando paseaba por la Barceloneta y podía comprar por las tardes el pescado recién subastado en las tiendas de barrio.

LA TRANQUILIDAD Y EL MAR

Pero no todo es añoranza. La oceanógrafa aplaude también la Barcelona de ahora, especialmente, por aspectos ligados a sus pasiones: la paz, el mar y la ciencia. Así, dijo sentirse privilegiada por vivir en un recuperado interior de isla del Eixample: "He tenido invitados en casa que no se podían creer que la cena al aire libre a la que estaban asistiendo en un ambiente tranquilo y silencioso se estuviera desarrollando en el corazón de una gran ciudad". Y también afortunada por residir en una ciudad que a finales de los años 80 se abrió al mar con la remodelación urbanística de los Juegos.

En ese sentido, explicó que cuando Samaranch pronunció el nombre de la ciudad como sede, ella estaba con otros tres científicos en la base polaca Henry Arctowsky, aislados del mundo. "Queríamos adherirnos a la celebración del éxito de Barcelona. No teníamos nada. Jugamos con la imaginación. Hicimos una bandera catalana con una cinta aislante amarilla y roja", relató.

Trasladada en ese punto del discurso a su profesión, Castellví habló de lo que más sabe: de investigación científica. Alabó la relación de la ciencia con Barcelona, destacó el papel relevante de la ciudad en el campo de la medicina y loó la creación del distrito tecnológico del 22@.

En total, más de media hora de un pregón que, por primera vez en años, fue --como a ella le gusta-- tranquilo. Tanto, que ni siquiera en la plaza de Sant Jaume se produjo la habitual bronca, lo que permitió recuperar la tradición de salir a saludar --pregonera y alcalde-- desde el balcón del ayuntamiento.