The B-52's y Arctic Monkeys hacen sudar a todas las edades en el FIB

ELOY CARRASCO / BENICÀSSIM

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Cuando unos estaban naciendo los otros ya tenían el codo roto de firmar autógrafos. The B-52's y Arctic Monkeys, casi tres décadas los separan, coincidieron en la madrugada de ayer en el Festival de Benicàssim y dejaron claro que el jaleo no tiene edad. Los primeros, norteamericanos del sur, pioneros del pospunk, la new wave y todo lo que se cocía a finales de los 70, pusieron sobre la mesa sus ases, infalibles bombas bailables de duración casi eterna como el plutonio; los segundos, ingleses, de provincias también, aún se estrujan granos pero ya tienen el mundo a sus pies. Al menos el mundo anglosajón, que es mayoría en este FIB del que salieron como reyes.

Quizá no fue casualidad sino un guiño de la programación. En el escenario Fiberfib desgranaban sus viejos éxitos The Human League. El galán Phil Oakey --de cuya cabeza, hoy rasurada, pendía en los 80 un desafiante flequillo-- gritaba el himnoDon't you want meante el furor de un millar de fieles desgañitados en aquel karaoke nostálgico, mientras a unos metros, en el gigantesco escenario Verde, empezaba Arctic Monkeys su concierto para no menos de 20.000 fans. Los dos grupos son originarios de Sheffield, la ciudad deFull monty. Quizá Oakey y sus coristas, las espléndidas Susan Gayle y Joanne Catherall, fueron un día de copas con los padres de los Arctic.

El caso es que los veinteañerosmonos árticosdescargaron el notable repertorio que ha hecho de ellos un fenómeno social en Gran Bretaña. Les faltan tablas y son sosos con ganas, pero tocan bien, las canciones tienen nervio y, como jugaban en casa, la gente --una masa de adolescentes descamisados y beodos-- disfrutó desde el primer acorde deThe view of the afternoon, que abrió la timba.

"HOLA CATALUNYA"

La tropa ya venía animada, por decirlo finamente, delshowde The B-52's, que no tocaban en España desde sus mejores días y que no graban un disco desde hace 15 años (han prometido uno para principios del 2008). Empezaron algo mustios, y el cantante, Fred Schneider, dejó pasmado al personal con el saludo: "Hola Catalunya, hola España, somos The B-52's", en un castellano bastante apañado que, dijo, estudió durante cuatro años.

Pero tras los titubeos y el patinazo geográfico, la tercera canción,Private Idaho, encendió la chispa, y de inmediato un incendio prendió en el gentío. Aquello fue una locura de baile y más cosas, con los espectadores coetáneos del grupo mezclados con la chavalería. Planeaban por allí condones inflados como zepelines, volaban los vasos de cerveza... TocaronGive me back my many la efervescencia del público fue como cuando se tira agua oxigenada a una herida. O mejor alcohol, mucho alcohol.

The B-52's, en fin, dieron su lección en medio de un aroma a fiesta universitaria desmadrada. Las armonías vocales de Kate Pierson y Cindy Wilson todavía refulgen, y la guitarra de Keith Strickland conserva bien la dentadura para sostener el sonido de la banda. Al final dejaron caerLove shack, cantada a miles de gargantas. Desde el escenario, los miembros del grupo miraban como felices hormigas reinas a sus miles de hijos descoyuntándose la osamenta en un hormiguero de baile.

APRETURAS Y UN APAGÓN

Pero para baile --salvaje, contagioso, irresistible--, el de los neoyorquinos !!! (dígase chk chk chk). La carpa Fiberfib se quedó enana para la tremenda capacidad agitadora de estos ocho sátiros de la danza, que ya zarandearon a los barceloneses una semana atrás en el Summercase. Fueron víctimas, de hecho, de un problema que han sufrido otros grupos en este FIB: no hay escenario de aforo medio. Del gigantismo de la cancha grande se pasa directamente a un recinto en el que apenas caben 2.000 personas.

Otro problema del sábado noche fue el breve apagón en el concierto de Albert Hammond Jr, guitarrista de The Strokes. Nada grave en una noche que dio para mucho: Magic Numbers, Firscherspooner, Camera Obscura, Najwajean y un sinfín más para cualquier paladar.