'300' activa el debate sobre los límites de la violencia en el cine

CRISTINA SAVALL / BARCELONA

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El cine aporta de forma segura experiencias peligrosas. La taquilla depende, en gran medida, de la subida de adrenalina y de la intensidad emotiva que provocan las escenas de acción. Así, las secuencias violentas siempre van un poco más allá. El público se está acostumbrando a todo tipo de matanzas, mutilaciones, colisiones, explosiones y violaciones estilizadas y coreografiadas con potentes bandas sonoras.

300, relato de la cruenta batalla que enfrentó a 300 guerreros espartanos con el imperio persa en el desfiladero de las Termópilas, ha alcanzado el récord de recaudación mundial del primer trimestre del 2007. La cinta surgida del cómic de Frank Miller reabre la borrosa frontera entre cine y violencia. La muralla de cadáveres y el árbol ramificado con cuerpos mutilados son imágenes impactantes. De poco sirve la estética de videojuego y la iconografía calcada al cómic. El filme de Zack Snyder, aunque no sea realista, usa la violencia como motivo principal.

¿Dónde está el límite? ¿Hasta qué punto la brutalidad gratuita predispone a conductas agresivas? ¿Qué escandaliza hoy en día? Desde su génesis, el cine nunca ha cerrado los ojos al lado oscuro de la vida. Lo que cambia es la manera de mostrar los actos violentos. Varios episodios de censura guardan relación directa con escenas escabrosas. La pareja de psicópatas que protagonizaAsesinos natos(1994) mata, a sangre fría, a 52 personas. La controvertida película de Oliver Stone fue retirada, en Francia y Gran Bretaña, de los videoclubs tras comprobarse su influencia en crímenes cometidos por adolescentes.

LOS PRECURSORES

Scorsese también tuvo problemas de censura conEl cabo del miedo(1991) yCasino(1995).Perros de paja(1971), de Sam Peckinpah, provocó desconcierto porque la mujer violada parecía disfrutar con ello. La repulsa fue tal que el filme estuvo prohibido en Gran Bretaña. El caso deLa naranja mecánica(1971) es distinto. Stanley Kubrick decretó él mismo un embargo que no se levantó hasta su muerte. La lista de obras polémicas es larga, pero los casos más sonados derivan del realismo extremo con que se exhibe la crueldad física y la agonía. En este sentido, Mel Gibson, porLa pasión de CristoyApocalypto, se lleva la palma. La polémica y el éxito de taquilla siempre le acompañan.

Arthur Penn recordó este año en el festival de Berlín que en 1967 se enfrentó a la crítica tras el estreno deBonnie and Clyde. "Hoy no se considera violenta, pero entonces la tacharon de excesivamente dura. Dijeron que me ensañé con fines comerciales. Hay un hecho ineludible: el hombre es violento, la agresividad está latente. El cine solo es un espejo de la vida".

REFLEJO DE LA REALIDAD

Su argumentación coincide con la de Olga Tubau, abogada penalista que lleva la acusación popular del caso de la mendiga quemada en un cajero de Barcelona. Para ella, el cine no tiene influencia en las conductas agresivas. "Es al revés; el cine actualiza las historias, refleja la maldad que existe en la calle. Es la realidad la que se traslada al espectáculo. ¿Se podía imaginar Shakespeare las adaptaciones tan radicales que hace Calixto Bieito de sus obras?", expone la letrada.

El origen de los comportamientos violentos se encuentra, según su parecer, en la propia naturaleza humana y en un entorno asocial. Tubau recuerda con horrorLa naranja mecánica. "Llegar a la conclusión de que no es posible la reinserción social es muy duro", considera.

Román Gubern, historiador de cine y catedrático de Ciencias de la Comunicación de la Universitat Autònoma de Barcelona, subraya que desde los años 20 se debate si las películas violentas son nocivas para el espectador. "La tesis más aceptada es que los efectos de presenciar este tipo de cine solo se desencadenan en grupos de riesgo". O sea, los más desprotegidos: menores de edad y personalidades anómalas. "La inmensa mayoría ya podrá ver mil veces a Drácula mordiendo cuellos que no se le ocurrirá desangrar a nadie. Incluso, hay psicoanalistas que piensan que estos filmes son beneficiosos porque descargan estímulos violentos, anulan la agresividad latente".

EL CÓDIGO HAYS

Gubern recuerda queEl perro andaluzes uno de los filmes que ha provocado más desmayos: "Pocos soportaban la escena del ojo cortado". En 1928, cuando Luis Buñuel rodó el cortometraje, aún no imperaba el código Hays. El historiador insiste en que la imposición --seis años después-- de la autocensura por parte de los estudios de Hollywood marcó un antes y un después en la manera de abordar la violencia. Esta normativa comenzaba así: "No se autorizará ningún filme que pueda rebajar el nivel moral del público. Nunca se conducirá al espectador a tomar partido por el crimen, el mal y el pecado". En esa época, cuenta Gubern, la muerte se mostraba siguiendo la sombra de cuerpos que caían desplomados. El apartado que el código dedicó a los crímenes no tiene desperdicio. "La técnica del asesinato deberá presentarse de manera que no suscite la imitación. La venganza no será justificada, y la utilización de armas será reducida al mínimo estricto".

Victòria Camps, catedrática de Filosofía moral y política, y vicepresidenta del Consell Audiovisual de Catalunya, está convencida de que hay más escenas sanguinarias en la televisión. "Los estudios demuestran que la violencia, en sus formas crudas y gratuitas, se tolera cada vez más. Todo contribuye a banalizarla. Es aceptada como algo natural y, en consecuencia, al público le cuesta reaccionar en contra, mantener una actitud crítica", expone Camps, para quien es difícil demostrar que presenciar escenas muy violentas sea un desencadenante de comportamientos agresivos. "Entran en juego muchas variables. Pero positivo no es, sobretodo para los menores".

Julio Vallejo, catedrático de Psiquiatría, coincide con Camps en que no hay evidencias científicas sobre este tema. "Es de sentido común que las películas violentas no favorecen a la buena convivencia. Estos filmes acostumbran al espectador a la rutina ante comportamientos agresivos". El éxito de taquilla de películas como300responde, según él, a que la sociedad actual tiende a potenciar las situaciones de alta tensión. "Es una manera de sentirnos vivos".