El bailaor de los zares
Un reportaje literario del olvidado periodista Chaves Nogales narra las andanzas de un flamenco en la Rusia de los años 30
Juan Martínez no tuvo el don de la oportunidad. Martínez fue un bailaor de flamenco que en los revueltos tiempos de la Europa de la Gran Guerra --cuando aún no se habían numerado los conflictos mundiales-- se paseó por Europa hasta recalar en la Rusia de los zares en el momento más explosivo, los albores de la revolución de octubre de 1917. La anécdota daría para una comedia picaresca parecida a La niña de tus ojos o ¡Ay, Carmela!: la pequeña peripecia de unos artistas de variedades, entrañables y un punto patéticos situados en el gran cañamazo de la historia.
Pero las aventuras del bailaor no son ficción. Las recogió el periodista sevillano Manuel Chaves Nogales (1897-1944) en los años 30 en una crónica, El maestro Juan Martínez que estaba allí, recuperada ahora por Libros del Asteroide. "Es curioso que una revolución tan trascendente como la soviética la relate un especialista en castañuelas", dice Andrés Trapiello, autor del prólogo. El escritor leonés es, en cierto modo, responsable del rescate del olvidado Chaves Nogales, ya que lo incorporó en la nómina de su libro Las armas y las letras, o el quién es quién de los escritores españoles de ambos bandos en la guerra civil.
Chaves Nogales, perteneciente a una generación de grandes periodistas (Julio Camba, César González Ruano, Josep Pla), se situó en las filas republicanas y fue testigo --"notario de su tiempo", lo llamó Josefina Carabias-- de grandes acontecimientos del siglo. Trotski y Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, a quien tildó de "impresentable", fueron algunos de sus entrevistados. Como partidario de Azaña, sufrió un doble exilio, primero en París y luego en Londres, donde murió a los 47 años.
El maestro Juan Martínez... se lee como una novela, aunque no lo sea. Chaves conoció al bailaor en 1934, cuarentón y superviviente, en un cabaret parisino junto a su compañera sentimental y de tablao, la Sole, con la que se había fugado cuando ella era una niña. Martínez relata, en primera persona con peculiar estilo, entre ingenuo y castizo, sus impagables aventuras por teatros de variedades de Turquía y Rumanía hasta que la pareja recaló en Kiev y más tarde en Moscú y Petrogrado (el San Petersburgo de entonces).
Lo que ve Martínez en Rusia interpretándolo con sencillez no es una historia de buenos y malos. "Yo de esas cosas de política no entiendo", repite a lo largo de todo el libro. La caída de Nicolás II, la revolución bolchevique y la posterior guerra civil no impidieron que Juan y Sole, atrapados por la burocracia en el país de los soviets, dejaran de trabajar ni de observar con un sentido común bastante gracioso todo lo que les rodeaba.
Duques y chequistas
"Los diez días que conmovieron al mundo me cogieron en Moscú vestido de corto, bailando en el tablao de un cabaret y bebiendo champaña a todo pasto". La ligereza del comentario se va tiñendo de amargura en el libro mientras Martínez y Sole se codean con una variopinta fauna de duques rusos, espías y siniestros miembros de la checa. "La guerra civil daba un mismo tono a los dos ejércitos en lucha, y al final unos y otros eran igualmente ladrones y asesinos; los rojos asesinaban y robaban a los burgueses, y los blancos asesinaban a los obreros y robaban a los judíos", sostiene el bailaor. No es raro que el libro no fuera bien recibido en la radicalizada España prebélica.
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