ANÁLISIS
La contracrónica del Barça-Cádiz: El regate rebelde de Ferran
La crónica del partido: El Barça blinda el triunfo ante un respondón Cádiz
Marcos López
Periodista
No empezó el Barça mirando a la banda derecha. Más bien, parecía un equipo de izquierdas porque Balde, que no Ansu, asumía toda la producción ofensiva azulgrana. Pero pasado el cuarto de hora inicial, Ferran levantó la voz. ¿Cómo? Pidiendo la pelota, trazando eslálons desde su lugar preferido, empeñado en reinvidicarse, necesitado como está de grandes noches. Noches que le reconcilien consigo mismo.
Y lo consiguió en la acción del 1-0, el firmado por Sergi Roberto. Pero casi todos sus compañeros se olvidaron voluntariamente del goleador porque el autor ideológico era Ferran, capaz de firmar una jugada de viejo extremo.
Disfrazado con una capa que no se le suponía. Hasta tres regates, tres grandes regates efectuó previos al medido centro de la cabeza de Lewandowski, repelido en la línea de gol por Iza Carcelén, pero tal hermosa jugada merecía el premio de pasar al recuerdo colectivo azulgrana. Sergi Roberto puso la rúbrica. Pero el trabajo pertenecía todo a Ferran.
No es un regateador nato. Pero lo pareció. Y lo fue.
Abandonó Xavi la fórmula de los cuatro centrocampistas ante el Cádiz. Lo abandonó porque no tenía a Pedri, la pieza que da sentido a todo su juego de ataque. Lesionado el canario, recuperó el técnico el dibujo original con el que empezó su carrera en el banquillo del Camp Nou. Apeló a extremos: uno más profundo (Ferran), otro más móvil (Ansu).
Volvió al Barça de los extremos para que se encontrara lo más fácil posible a Lewandowski. Situó a Ferran en la derecha, ancló a Ansu en la izquierda, aunque, en realidad, este no se pegó a la cal. Ni mucho menos.
Se movía Ansu hacia dentro mientras Balde ocupaba toda la banda transformado en lateral, interior y extremo. Una bala que llena el campo con esa velocidad que le permite superar todo aquel que se cruza en su camino. Una fuente de vida para el Barça.
En la primera mitad, el Camp Nou observó en silencio hasta tres correcciones defensivas de Christensen. Todas con su sello. Todas discretas. Todas silenciosas. Todas llenas de elegancia. El danés es ese tipo de defensas que trabajan casi siempre en el anonimato. Hasta que en la segunda mitad, otra excelente acción del exjugador del Chelsea provocó una espontánea ovación de los 72.010 espectadores que acudieron al templo azulgrana.
No se llevaba ni una hora de partido, tiempo más que suficiente para comprobar, un partido más, la fiabilidad de Christensen. No es solo lo que roba, corta o intercepta. Es también cómo lo hace. No es únicamente su capacidad para entender lo que demanda el juego sino su eficacia para ejecutarlo.
Ese es Christensen, el tipo al que le cambian sus acompañantes (ante el Cádiz fue Eric como antes lo fueron Araujo, Koundé, Marcos o incluso Piqué antes de que se retirara), pero él no cambia nada.
Ni tampoco para Ter Stegen, que despejó hasta tres centros con los puños, dejando, además, dos paradas decisivas. Como siempre. Son ya 17 jornadas de las 22 con la portería a cero. ¡Una verdadera locura! por mucho que el Barça sufriera más de lo que ilustra el marcador, con dos balones al palo del Cádiz.
Un mal día para Ansu. Una mala noche. Se le vio incluso frustrado porque no le salía nada de lo que tramaba. Su mente parecía ir por delante de su cuerpo. Y hasta de su cuerpo. Empezó en la banda izquierda y terminó como delantero centro después de que Xavi quitara a Lewandowski para ahorrarle minutos pensando en el decisivo duelo europeo del United. Pero ni en un lugar ni en el otro se vio al Ansu que era. De ahí, su decepción porque sentía, y con razón, que se le escapaba otra noche para acercarse a quien fue antes de su grave lesión de rodilla.
Se marchó ocupando dos de las tres posiciones del ataque, avalado por la confianza ciega que le tiene el Camp Nou, ovacionándole en esos momentos de oscuridad. También cuando fue sustituido por Alarcón, el delantero del filial.
Dos tiros y los dos fuera provocando tres faltas (llegaba una milésima de segundo tarde) y tan solo recibiendo una. Incluso perdió nueve balones, prueba de que ese ángel que tenía se ha esfumado. Pero el mundo culé lo despidió con una ovación. Aplausos para mitigar la frustración que embarga desde hace meses y meses a Ansu.
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