El Barça, entre la desidia y el abandono
La derrota de la Supercopa retrata la falta de liderazgo en la entidad azulgrana, desde el césped hasta el palco
Joan Domènech
Periodista
Periodista. Título de Entrenador de fútbol nivel A. Deportista vocacional. Tras retirarme como futbolista, empecé a trabajar en Mundo Deportivo (12 años, 1988-2000). He asistido a cuatro Mundiales y cuatro Eurocopas. Coautor de varios libros. Miembro del colectivo ‘Periodistes Solidaris’ y 'Amics de Johan'.
Por 2-3 cayó el Barça en la Supercopa del 2020 y por 2-3 sucumbió en la del 2021. La diferencia de la semifinal de entonces a la final de este año no justifica que la cabeza de Ernesto Valverde rodara por los suelos y que la de Ronald Koeman, en cambio, esté asegurada en su sitio. El Barça está peor. El tiempo transcurrido no ha frenado el declive que apuntaba, motivo por el que Josep Maria Bartomeu cambió de entrenador. El interregno de Quique Setién quizá lo acelerara.
En estado de descomposición se halla el Barça, que ofreció una peor pinta ante el Athletic que ante el Atlético en Arabia. El equipo que aguantara tantas veces al club no encuentra ahora el respaldo de la entidad por el solar que ha dejado el presidente y su sustituto, Carles Tusquets, incapaz de frenar el desgobierno de la entidad.
“Han sido errores de estrategia. Nos falta hablar. Cuando sale el balón o cuando hay que empezar a correr, alguien tiene que gritar. A veces gritan y a veces, no. Parece que cada partido es lo mismo”
Regente y gestor
No era un líder Valverde ni lo es Koeman, que ha asimilado su papel de regente provisional hasta que el futuro presidente que salga de las urnas elija a su entrenador. Mientras, al igual que Tusquets, ejerce de gestor, extendiendo la sensación de provisionalidad que se transmite del palco al césped y viceversa. Carente el Barça de un líder o un sucedáneo, de alguien que sea capaz siquiera de dar una voz, ya no una orden. Tampoco Lionel Messi.
“Han sido errores de estrategia. Nos falta hablar. Cuando sale el balón o cuando hay que empezar a correr, alguien tiene que gritar. A veces gritan y a veces, no. Parece que cada partido es lo mismo”, explicó Antoine Griezmann al final del partido, en una radiografía interna que resume la falta de comunicación, la ausencia de liderazgo y la dejación de funciones que abunda en el equipo.
El Barça perdió cuando tenía el título ganado sin merecerlo. Nunca fue a buscar la Supercopa con deseo ni ambición, sino que, como Athletic, especuló a verlas venir. El tono con que salió al campo tras las últimas instrucciones del vestuario acusa a Koeman. El peor pecado del Barça fue desperdiciar dos veces la ventaja que se encontró en dos lances puntuales, sin darle el valor que merecía, como lo habría hecho un equipo menor que ha superado una semifinal gracias a los penaltis.
Defensa sin voz
Los fallos individuales son un lastre en una mochila cada vez más pesada por la acumulación. No estuvo Alba involucrado en el golazo de Williams. Muniain penetró por la franja central libre, sin nadie que le acosara (ni De Jong ni Busquets) y cedió en la frontal a Williams defendido de lejos por ¡Griezmann! “En nuestra área tenemos que ser más contundentes, estar más cerca de los delanteros, para que no puedan girar ni dar pases ni chut”, lamentó Koeman, globalizando el problema, atribuyéndolo a la actitud general. Esa es la lacra. La ausencia de una voz.
En nuestra área tenemos que ser más contundentes, estar más cerca de los delanteros, para que no puedan girar ni dar pases ni chut”
Triunfos sin premio
El desenlace no debería restar valor a las pequeños triunfos individuales que podrían redundar en el futuro bien común. La exhibición de Marc André ter Stegen en la semifinal quedará en el olvido. Solo pervivirá la anécdota de sus negras experiencias ante el Athletic. Y cuando a Griezmann le da por marcar dos goles (también se los marcó al Granada hace uan semana), no sirven de nada,anulados por el magnífico tanto de Williams.
De Jong confirmó su pujanza, su estabilidad, batallando en un centro del campo con un Busquets funcionarial, sin dar más y alguna vez menos de lo que ha hecho durante 15 años, y los previsibles altibajos de Pedri mientras procesa el cambio que ha operado su vida: de jugar en Segunda con el Las Palmas (36 partidos en la pasada campaña), a ser titular en el Barça (24 apariciones en media temporada). A lo lejos se ve a Riqui Puig, impulsado por el arrojo de pedir el quinto penalti ante la Real Sociedad, ascender a la condición de revulsivo.
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