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BATACAZO DEL BARÇA

Huracán de Levante (3-1)

El once valenciano remonta el gol de Messi y desarbola a un Barça que daba el partido por ganado

Tremendo batacazo del Barça en el Ciutat de València.

Tremendo batacazo del Barça en el Ciutat de València. / periodico

Joan Domènech

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El anuncio (más que la premonición) de Ernesto Valverde de que podía pasar cualquier cosa en el partido ante el Levante se confirmó en toda su extensión. Pasó de todo, y casi todo malo, con la salvedad de que Leo Messi transformó un penalti en el quinto partido consecutivo que anota. Punto final de los méritos del Barça.

Podía pasar que el Levante ganara, claro, porque ya había sucedido en dos de los seis enfrentamientos anteriores. Lo que no podía pasar, o no debería haber pasado, es que el Barça repitiera los mismos errores que le han condenado. No solo en el Ciutat de València, donde fue vapuleado en el pasado, sino en las salidas de la actual Liga.

Un huracán de Levante dejó despeinado al Barça, al que tumbó en siete minutos de ventolera casi tropical, enseñando todos los postizos que le confieren la buena imagen del liderato que ostentaba. Indiferente a las señales que anunciaban el tifonazo, dando el partido por ganado de antemano, los azulgranas cometieron la torpeza de no corregirse en la destemplada salida desde los vestuarios.

El mal pie de Piqué

Un pésimo pase de Piqué desde la línea de fondo al eje del campo, donde Vidal perdió la disputa del balón fue el primer soplido que avergonzó a los azulgranas. En tres pases armó el Levante el gol del empate. Dos minutos después Mayoral recibió un balón solo en la semiluna del área, con Piqué y Lenglet vigilándose desde lejos. Y tres después, Radoja conectaba un tiro que desvió Busquets.

El quiero y no puedo del Barça resultó breve y triste, de una impotencia y una pena que retrató de nuevo los signos de indolencia que muestra el equipo. Y algunos de sus jugadores en particular. Piqué es uno de ellos, superado en velocidad en fuerza y en garra por Mayoral y Morales, recordando que sus inicios de temporada siempre son malos. Aunque ahora atienda otros menesteres añadidos al fútbol.

Siete tarjetas de marranada

El equipo se marchó entre los olés del público, bailado por el juego facilón de los locales, y con siete tarjetas amarillas, prueba de la marranada que cuajaron.

El partido quedará para el inventario de los imprevisibles duelos con el Levante de Paco López por el tercer humillante repaso de los granotas (autores de un 5-4 con un parcial de 5-1 y de un 2-1 copero) que castigó el aire funcionarial con que el Barça salió al césped. A los aficionados que pagaron 130 euros por la tribuna les valió la pena.

De manual

Jugaron de manual ambos equipos. Cada uno con el suyo. Se replegó el Levante con un 4-4-2 aseadito, con las distancias proporcionadas entre cada uno de sus jugadores con la esperanza de robar un balón para servirlo a Morales o Mayoral, los delanteros, que esperarían la salida de un centrocampista (Campaña fue el más ambicioso) para armar un contragolpe. Sucedió repetidamente. 

El Barça obró como se espera de él: le dieron el balón y lo movió adelante y atrás –pero sobre todo de derecha a izquierda y viceversa– con la misión de encontrar un hueco por el que colarla. O que se colara un jugador.

No se dio ni una cosa ni otra. Solo Griezmann hizo algún desmarque, en una actuación muy honrada si se compara con la de los otros delanteros. Antes de participar en la jugada del penalti, antes de firmar el primer remate, se había revolcado en el área de Ter Stegen para desviar un tiro que Campaña. El huracán empezó un poco más tarde.