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VICTORIA EN EL SÁNCHEZ PIZJUÁN

Messi hunde al Sevilla con otra exhibición (2-4)

El argentino brinda otra actuación antológica, con tres goles, para rescatar a un moribundo Barça y le da más de media Liga

Messi celebra el tercer gol con sus compañeros.

Messi celebra el tercer gol con sus compañeros. / periodico

Marcos López

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Habló MessiCuando habla, el fútbol calla y aplaude. Habló Leo con una actuación de extraterrestre rescatando de la depresión a un Barça, que se vio zarandeado en la primera mitad. Pero habló el 10 con una actuación descomunal, que convierte hasta casi en anecdótico los tres goles. Cada uno de ellos fue una pequeña obra de arte en sí mismo.

En el primer tanto, dolido y enrabietado como estaba la estrella por su fallo anterior, Leo enganchó una maravillosa volea con la pierna izquierda, que dibujó una parábola sublime. El Sánchez Pijzuán se temía lo peor. No sabía lo que le vendría después. En el segundo gol decidió sacar de su catálogo de remates uno imponente con la pierna derecha para empatar un partido que el Barça perdía. Y perdía con merecimiento. Pero aún faltaba el tercero para certificar una tarde llena de magia. Un tiro de Aleñá que parecía no ir a ningún sitio lo transformó en un gol lleno de delicadeza, pura belleza por la tranquilidad y calma que desprendió Leo ante la amenazadora presencia de Vaclik.

Aún le faltaba algo más a Messi. Generoso y amigo de sus amigos como es, decidió darle una gran asistencia a Luis Suárez para que se reencontrara con el gol. Sí, el Barça tiene más de media Liga en el bolsillo. Eso, con ser importante, no lo es todo. Lo trascendente es que Dios lo quiere todo. La Liga, que ya es casi suya, la Copa, el miércoles debe ganar al Madrid en el Bernabéu o empatar más allá del 1-1 del Camp Nou, y, por supuesto, busca reconquistar la Champions que no besa desde el 2015. Es lo que Dios diga.

Y eso que el Barça se echó la siesta en la primera mitad. Sobre todo en la banda izquierda donde Jesús Navas construyó su cortijo particular. Había avisado el antiguo extremo andaluz, ahora lateral diestro y hasta carrilero. Había avisado al líder de que era el motor del peligro del Sevilla. Pero nadie se dio por enterado. Ni Jordi Alba, más empeñado en subir que en proteger y, sobre todo, vigilar esa zona. Ni tampoco Rakitic. Ni, por supuesto, Umtiti, recién llegado a la titularidad tras estar más de media temporada en la enfermería. En realidad, el central francés solo había jugado un partido en los últimos cinco meses.

De ahí, que esos primeros 45 minutos resultaran toda una tortura para el suplente de Lenglet porque se le vio desubicado, sin el ritmo necesario para contener el vendaval Navas.

No había defensa. Y no es responsabilidad únicamente de los cuatro de atrás. No había estructura defensiva. Un balón perdido por Messi, algo extraño, en la frontal del área andaluza fue el prólogo del 1-0 que desnudó todo el entramado azulgrana. Quedaban solo achicando espacio Piqué y Umtiti, incapaces como es lógico de frenar al veloz Navas. No había diques de contención porque tampoco existía el centro del campo. Busquets tenía como socios a Arturo Vidal (interior diestro) y Rakitic (interior zurdo). Pero no se asociaban a través del pase ni transmitían la consistencia que se suponía debían dar. Era un ir y venir donde Machín disfrutaba ante tanto latifundio.

Doble cambio en el descanso

El Barça no entendió el partido en el plano defensivo. Ni tampoco en el ofensivo. Tan mal lo vio Valverde que ordenó un doble cambio ya en el descanso, consciente del desastre que acababa de presenciar en la primera mitad. Entraron Sergi Roberto y Dembélé modificando, al mismo tiempo, el dibujo táctico del equipo, con un poco habitual 4-2-3-1. 

Era tan evidente el caos que el técnico quiso aplicar cirugía de urgencia para reanimar a un Barça moribundo. Cambios que le vinieron bien. Apareció el joven delantero francés para inyectar, al menos, velocidad a un ataque melancólico. La misma melancolía que transmite Coutinho con su fútbol. A medida que pasaban los minutos, el Sevilla se iba encerrando en la casa de Vaclik, por mucho que el juego atacante azulgrana no le intimidara. No sabían el drama que vivirían luego. Enredado como está Luis Suárez en encontrarse a sí mismo. Quien no tiene dudas es Leo, capaz de salir al rescate hasta en medio de un tsunami. Tuvo, todo hay que decirlo, la inestimable ayuda de Dembélé, quien proyectó un foco de luz entre tanta oscuridad y eso que la tarde sevillana era radiante, con el sol iluminando todos los rincones del Sánchez Pizjuán. Tarde primaveral, pero negra, negra de fútbol. Pero en días así, llenos de depresión y desasosiego, basta mirar a Messi. Aquel error suyo que abrió la puerta del 1-0 del Sevilla desencadenó una tormenta imposible de olvidar. Imposible porque no solo marcó los tres goles sino que transformó una plomiza y aburrida tarde en algo que entrará, de nuevo, en la historia. De Leo. Y del Barça. Sea lo que Dios diga

Sevilla, 2 - Barcelona, 4

<span style="font-size: 1.6rem; line-height: 2.6rem;"><strong>Sevilla:</strong> Vaclik (4), Mercado (6), Kjaer (5), Sergi Gómez (6), Navas (8), Wöber (5), Banega (4), Rog (5), Sarabia (6), Promes (7) y Ben Yedder (7).</span>