LA NOCHE ESPERADA
Las alegrías de Paco Alcácer
El delantero, que juega incluso menos con Valverde que con Luis Enrique, se desquita con sus dos decisivos goles al Sevilla
Tenía Valverde el cambio preparado. Pero el balón no salía del campo. Había incluido ya el cuarto árbitro el dorsal número 17 en el tablero electrónico, con Deulofeu a punto para salir a escena. Pero la pelota, juguetona ella, continuaba moviéndose por el mojado césped del Camp Nou, hasta que cayó en la delicada bota de Rakitic, convertido en volante y extremo diestro a la vez. Fue entonces cuando el olfato de Paco Alcácer, un goleador oxidado por la falta de uso (juega menos con el Txingurri que con Luis Enrique), emergió a lo grande. Ya no le quedaba ni energía, agotado como estaba de asumir tanto campo en ese singular dibujo táctico del doble nueve que dibujó Valverde contra el Sevilla.
"Ahí, pónla ahí", le dijo Alcácer a Rakitic sin levantar la voz. Usó un simple gesto con su mano. Lo fácil era pedir que el balón cayera en el agujero negro a la espalda de los centrales del Sevilla, en tierra de nadie sin que David Soria, el meta andaluz, se atreviera a salir. Lo fácil es pedirla, lo complicado, sin embargo, es ejecutar con tal precisión el centro. Rakitic cumplió con esa petición; Alcácer, también. Colocó «Paquito», como luego gritó entusiasmado el Camp Nou, la punta izquierda de su bota y firmó el 2-1. Luego, entró Deulofeu porque él no podía más.
"Quiero seguir aquí"
Tres remates a portería y dos goles firmó el sábado Alcácer: uno con la derecha aprovechando el error de Escudero y otra con la zurda honrando el exquisito pase de Rakitic. "Estamos muy contentos con él", afirmó Valverde, quien sorprendió con la fórmula del doble nueve que nunca había empleado otorgándole la titularidad a Alcácer, algo que no sucedía en la Liga desde la primera jornada (20 de agosto contra el Betis). Desde entonces, ni rastro. Apenas 33 minutos contra el Alavés y ocho minutos marginales frente al Málaga. Pero su aparición en la Copa, con aquel cabezazo en Murcia, le hizo revivir.
"Quiero seguir aquí", proclamó feliz tras sus dos goles al Sevilla, empeñado en seguir "aprendiendo de los dos mejores delanteros que hay en el mundo. Leo y Luis". El Celta de Unzué, consciente del papel marginal de Alcácer, ya había pensado en él. Pero el fútbol, caprichoso como es siempre, le dio en una noche todo lo que no tuvo en los tres primeros meses de su segunda temporada. Con Luis Enrique apareció poco (jugó el 23% de los minutos posibles), pero más que con Valverde (17%). Iba a ser sustituido cuando metió la puntita de la bota y salió ovacionado por el Camp Nou.
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