Antiguo centro escolar B-9

"Buscamos una vida digna sin hacer daño a nadie": así malviven 150 migrantes en un instituto abandonado de Badalona

EL PERIÓDICO entra al asentamiento en una finca municipal cuyo desalojo impulsa judicialmente el Gobierno de Albiol

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Retrato de Ansu, portavoz de la comunidad de migrantes que ocupa el viejo instituto B-9 de Badalona.

Retrato de Ansu, portavoz de la comunidad de migrantes que ocupa el viejo instituto B-9 de Badalona. / Manu Mitru

Manuel Arenas

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Dos puertas abiertas permiten entrever a pie de calle el interior del viejo instituto Badalona 9 (B-9) del barrio del Remei, al sur de Badalona. Una se ubica en la calle Tardor y otra en la calle Guifré, paralela a la entrada principal del número 669 de la calle Alfonso XII, tocando a los bloques del barrio de Sant Roc y a dos minutos caminando de esa misma parada de metro de la línea 2.

Las tres vías conforman el gran perímetro que ocupa en la manzana el degradadísimo inmueble municipal del Ayuntamiento de Badalona, que albergó hasta junio del 2011 el centro educativo. Desde septiembre del pasado 2023, la enorme finca está ocupada por unos 150 migrantes, eminentemente de origen africano y latino, que malviven en condiciones de pobreza y vulnerabilidad extremas tras haber sido desalojados años atrás de diversos asentamientos de Badalona como los de las calles Antoni Bori, Alfons XIII o Progrés. Incluso también de la nave del Gorg, una tragedia que todavía retumba en la ciudad con cinco víctimas mortales en diciembre del 2020. El B-9, el cual trata ahora de desocupar Albiol por la vía judicial, es hoy el desagüe en el que han desembocado varios dramas sociales que Badalona ha tratado de purgar el último lustro.

Ropa tendida, un carromato con neumáticos en su interior o un precario colchón entre escombros son algunos de los trazos que dibujan el paisaje de podredumbre que impera en el patio exterior del B-9 el miércoles 28 de febrero por la tarde. Está ubicado en un área industrial sin apenas vecinos excepto por la parte que toca a Sant Roc, donde la controvertida finca confluye con los rojizos bloques del barrio. A la entrada de uno de los pasillos del viejo instituto aguarda Ali, un chico de unos 40 años que proviene de Senegal y que, al ser preguntado por la posibilidad de fotografiar el espacio, remite a un nombre: "Ansu. Tenéis que hablar con Ansu. Él se encarga de liderar la comunidad y es quien os dirá si podéis hacer fotos aquí". Rafa, otro chaval de unos 20 años, lo confirma: "Buscad a Ansu".

Imagen del patio exterior del antiguo instituto B-9 de Badalona, con los bloques de Sant Roc al fondo.

Imagen del patio exterior del antiguo instituto B-9 de Badalona, con los bloques de Sant Roc al fondo. / Manu Mitru

Tras preguntar a varias personas por él en la entrada de la C/Tardor, Ansu recibe a EL PERIÓDICO sentado en un banco. Aunque de primeras con recelo, el portavoz de la comunidad del B-9, también de unos 40 años y con una discapacidad reconocida, accede tranquilamente a conversar con este diario en el interior del asentamiento tras exponérsele la intención de conocer de primera mano la realidad de quienes allí habitan. Ansu habla muy bajito mientras fuma y otros hombres de su misma edad le rodean reconociéndole legitimidad.

"Nosotros buscamos una vida digna sin querer hacer daño a nadie", subraya Ansu. El líder asegura estar al día de en qué punto se encuentra el proceso judicial de desalojo de las "más de 200 personas", especifica él (las 150 son una estimación de la Guardia Urbana de Badalona), que viven allí. De hecho, cuenta que está explorando junto con un abogado la posibilidad de formular alegaciones contra la desocupación. "Sólo pedimos al Ayuntamiento y a las administraciones que nos traten como lo que somos, seres humanos, y nos den alguna alternativa que nos permita salir adelante".

En cuanto a la inseguridad y problemas de convivencia a los que aluden los vecinos del Remei, el Gobierno liderado por el alcalde Xavier Garcia Albiol (PP) e incluso partidos de la oposición como el PSC, Ansu niega la mayor: "Si me entero de que alguien de aquí hace daño, la próxima vez que venga la Policía les digo que se lo lleven". Otro tema, puntualiza, es que "a veces entre al edificio gente que hace cosas malas como robar o drogarse". "Si conseguimos detectarlos, los echamos", concluye.

Dos portavoces de la Asociación de Vecinos del barrio del Remei, sin embargo, explicitan a este diario su miedo por la percepción de inseguridad en la zona: "Estamos muy preocupados y asustados. Hemos visto que han arrancado farolas y han desaparecido puertas de hierro. Nos da miedo pasar por allí porque nos hemos encontrado a gente drogada por la calle. El paisaje es tercermundista", subrayan Silvia Jordán y Ángel García, presidenta y vocal de la entidad vecinal. Otras dos fuentes vecinales del barrio que piden anonimato discrepan y niegan haber observado delincuencia en la zona. También nega conflictividad el trabajador de una chaterría próxima al inmueble entrevistado a pie de calle: "Los chicos africanos son pacíficos", argumenta.

Una de las habitaciones interiores habitadas del viejo instituto B-9 de Badalona.

Una de las habitaciones interiores habitadas del viejo instituto B-9 de Badalona. / Manu Mitru

Una 'microciudad' a las puertas de Sant Roc

Al tiempo que explica cómo es la vida en el B-9, Ansu va mostrando a este periódico las diferentes zonas del asentamiento, repleto de personas de todas las edades (desde ancianos hasta niños menores con sus padres), eminentemente hombres y algunas pocas mujeres, que saludan al pasar por su lado. Resulta complejo caminar por allí sin preguntarse cómo puede estar ocurriendo semejante calamidad social y humana a tan sólo veinte minutos en metro de una moderna y cosmopolita ciudad europea como Barcelona. "Aquí hay gente de todo tipo: muchos de ellos han cotizado hasta más de diez años", comenta uno de los ocupantes del B-9.

Más allá de las asombrosas condiciones infrahumanas e insalubres del lugar, las enormes instalaciones del viejo B-9 funcionan como una 'microciudad' a las puertas de Sant Roc: en el interior hay habitaciones y diferentes salas, por ejemplo una en la que retumba a todo trapo música africana; en el exterior, una cocina, un bar y diferentes habitáculos de madera y cemento.

La instalación eléctrica está visiblemente pinchada con un precario enganche que deja una maraña de cables por los aires, circunstancia que los informes técnicos del Ayuntamiento de Badalona evalúan como un "gran peligro más que probable para los ocupantes" de "elevado riesgo de incendio". Tanto Ansu como otro compañero comentan al respecto que "próximamente, un sindicato nos va a ayudar a arreglar la instalación eléctrica".

"Intentamos organizarnos y que cada uno se dedique a algo diferente: uno es electricista, otro albañil... Yo, por ejemplo, intento estar pendiente del papeleo y el contacto con abogados para hablar con las administraciones", explica Ansu.

Un apunte final. La crónica de 'El Punt Avui' sobre el cierre del B-9 en 2011 relata cómo el que fue director del centro, Ramon Grau, lamentó en su despedida la "falta de apuesta" de las administraciones por un instituto que había sido pionero. No deja de ser paradójico que, salvando las distancias, trece años después el sentir colectivo de las vidas que allí se marchitan sea exactamente el mismo.

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