Mirando por donde se pisa

El panot: su historia, qué pavimentos hubo antes en Barcelona y que vendrá después

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Ernest Alós

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Un libro sobre la evolución del pavimento urbano de Barcelona, antes y después del carismático panot, puede ser un manual universitario para uso únicamente de estudiantes de arquitectura, ingeniería o urbanismo. O, como es el caso de ‘Barcelona a ras de suelo’, de Danae Esparza (Edicions de la UB), un recorrido lleno de sorpresas que refleja, en las humildes baldosas del suelo, la historia social y urbana y la evolución de la autoimagen de la ciudad, rescatada de fotografías históricas, columnas de prensa (discutir sobre el asfaltado tiene precedentes seculares), chistes de la prensa satirica y expedientes del inagotable archivo administrativo.

“He querido hacer historia social: qué decía la gente, qué pensaba. Confirmar la importancia del pavimento en el día a día de la sociedad y en la imagen de la ciudad”, explica Esparza, jefa de estudios del Grado en Diseño de Elisava, que ha transformado intensamente un trabajo que inicialmente fue su tesis doctoral.

La historia arranca con la ‘rifa de l’empedrat’, una especie de sorteo de los ciegos con el que la ciudad financia la reparación de sus calles de 1827 a 1881. Pero la clave está en la evolución del Eixample. Para las calzadas, el macadán, piedra picada y apisonada, siempre bacheado y polvoriento o fangoso según la estación del año, o los adoquines. Losas de piedra, asfalto (no se utilizó en calzada hasta 1924, con el paseo de Gràcia como pionero) o adoquines, para las aceras. “La pavimentación avanza muy lentamente, va a cargo de los propietarios de cada finca: solo los dos metros y medio frente a las fachadas, el resto hasta el bordillo es de tierra, donde se plantan los árboles”.

En el 1914, 54 años después de la aprobación del Pla Cerdà, el Eixample aún es un caos: el 43% de las calles son adoquinadas, el 21% de macadán, el 29% no tienen pavimento y el 7% son alquitranadas.

El resultado de ese Eixample parcheado es la Barcelona que recibe el mote de ‘Can Fanga’. Y una ciudad con aspiraciones de gran capital europea se obsesiona en que la imagen de sus calles estén a la altura de Londres o París. Esparza repasa los intentos, a veces pintorescos, de solucionar el tema en las calzadas (adoquinar solo los pasos de peatones, o el peculiar intento de pavimentar con bloques de madera, los ‘tarugos’, con escándalo de corruptela incluido) o las aceras. En este último caso, una decisión marca la imagen de la ciudad hasta hoy: un concurso municipal, que en 1907 obliga a pavimentar todas las aceras, hasta el mismo bordillo, creando alcorques para los árboles (hubo protestas ‘verdes’ por su consiguiente asfixia), con cinco únicos modelos de baldosa de cemento de 20x20, el que pasaría a conocerse como ‘panot’. Con los años aparecen otros: nueve tabletas, barras antideslizantes... Y cada modelo urbanístico para la ciudad (el de las grandes exposiciones, el del porciolismo, el del ayuntamiento democrático, el de los años del ‘boom’ del ladrillo) ha reflejado sus distintos sesgos en el suelo de la ciudad.

Los cinco panots oficiales

Inicialmente los modelos (eran muchos más, pero los propios industriales que se presentaron al concurso pidieron que se simplificara su surtido) estaban pensados para combinarse y crear el mismo efecto que los pavimentos hidráulicos del interior de las casas, símiles de una alfombra. En las calles de Barcelona sobreviven algunos modelos modernistas previos a la normalización de 1907 (o intentos posteriores de que la 'rosa' de Barcelona drene mejor el agua).

“Ya se usaban al menos desde 1894, pero se deciden por el cemento justo después de que, en 1904, se instalen las primeras industrias en Catalunya que producen cemento Portland, que hasta entonces se tenía que importar de Francia”, apunta Esparza. Solo uno de esos cinco modelos (que se quiso suprimir en los años 70 y 90) llegó a convertirse en icono de la ciudad: la rosa que ha sido adoptada incluso como imagen del Institut de Paisatge Urbà. “El de cuatro pastillas era el más práctico, permite cortar medias losetas sin que se note y desaloja mejor el agua, se quiso establecer como único modelo pero empezaron las quejas y la reivindicación de la 'flor' como icono modernista”, explica Esparza.

De la flor se ha asegurado que su autor es Puig i Cadafalch, aunque Esparza lo cuestione. Su suelo con cuadrifolios tallados en losas de piedra del patio de la Casa Amatller fue probablemente, a lo sumo, una inspiración para que la Casa Escofet, gran pavimentadora de la ciudad, diseñase una versión industrial. “Ni el material, ni las dimensiones, ni totalmente su dibujo, coinciden”, apunta.

Aquí va un hilo exhaustivo sobre las decenas de variantes de panot existentes en Barcelona.

El doble rasero de Porcioles

El pavimento del Barri Gòtico, con losas de piedra de Montjuïc, ni es antiguo ni es una apuesta por la plataforma única, un ejemplo de modernidad peatonalizante. Lo incorpora Aldolf Florensa como parte de la monumentalización historicista del centro. Una política de "creación de ambiente". Las más antiguas son.... las de la calle del Bisbe, instaladas en 1952 por el Congreso Eucarístico. Entonces, hasta Petritxol y Montcada tenían acera y calzada.

La ‘decoración’, histórica o moderna, forma parte del proyecto urbano del porciolismo. Mientras en los barrios proliferan los descampados embarrados el porciolismo decora la zona alta y las zonas de atracción turística. Mientras el Gòtic se goticiza, en otras calles prolifera el sesentero ‘vibrazo’, la versión para el espacio público del terrazo, con diseños únicos para cada calle, un infierno de mantenimiento (como el diseño ondulante de la Rambla, copiado de Alicante y a su vez de Brasil y Portugal). Y se instalan mosaicos decorativos: Miró, Tharrats, el de la plaza de Sant Jaume que imita una plaza italiana renacentista... en 1958, la copia de las baldosas de Gaudí en el paseo de Gràcia en un tamaño demasiado grande que hace que se rompan y sean sustituidas posteriormente por una versión más compacta.

“La publicidad de Escofet dice que se ha de acabar con esos ‘pavimentos grises, aburridos y de poca calidad’ (la primera gran ofensiva contra el panot) y sustituirlos por sus ‘pavimentos coloridos que introducen dinamismo’”, explica la autora del libro. El problema: los resbalones con algunos modelos o la dificultad de sustituir piezas tan específicas cuando hay obras de reforma.

El Ayuntamiento democrático pone orden

Bajo el mando de Oriol Bohigas y con las aportaciones de un equipo cohesionado (De Cáceres, Lecea...) se opta de nuevo por el panot como forma económica de hacer llegar el  pavimento de calidad a toda la ciudad y racionalizar el mantenimiento y las reparaciones. Se planteó dejar como modelo único el de diseño más eficaz, el de cuatro tabletas, pero el rechazo a eliminar la 'flor' hizo que pasaran a sear estos dos modelos los únicos estándard, combinándolos según la ocasión.

En esta estapa de racionalización se da un paso de gigante en la accesibilidad, con el vado Barcelona (un único estándard en toda la ciudad, con el modelo V-120 para peatones y el V-60 para vehículos, un practiquísimo ‘lego’ que se estrenó en la Rambla de Catalunya) y panots que los señalizan para invidentes. Debería pasar a ser un icono de la ciudad tanto como la rosa... aunque las últimas normativas hayan llevado a sustituirlo por un modelo con cantos inclinados cuyas cualidades no todos los usuarios del paseo de Gràcia aprecian.

Los años del ‘boom’

La privatización y la descentralización del urbanismo en los distritos y los años del arquitecto estrella dejan creaciones interesantes (Esparza destaca el entorno del Born) y experimentos fallidos que recuerdan los años del porciolismo (esos colores y ese dinamismo, y esos pavimentos de infernal mantenimiento). Los años del 'disseny' dejaron algunos modelos experimentales de panot que no tuvieron continuidad. Aunque fue el equipo de Trias quien apostó más por un panot alternativo al de la rosa, el poco popular de las hojas de plátano de la Diagonal.

La sostenibilidad

Aunque la historia sigue: las nueva tendencias incoporan la sostenibilidad, tras un siglo de pavimentación indiscriminada: por ejemplo, la alternancia de césped y adoquín en la reforma del paseo de Sant Joan, o la versión de la rosa con huecos para dejar crecer césped en ellos utilizados en la calle Bac de Roda y un tramo de cobertura de la ronda del Mig, en el Guinardó. Para la pavimentación de los nuevos ejes verdes se plantea ahora una nueva versión del panot, con un material más sostenible que el cemento y que incorpore la permeabilidad, un concepto adoptado en la última década para ayudar a recargar el acuífero de la ciudad y reducir la circulación de agua en superficie con los chubascos torrenciales.

Los nombres de las calles

Pero no solo Esparza ha rastreado el pasado en las aceras. El catedrático Claudi Mans mantiene un apasionado blog (‘Panots de Barcelona’) y hace un año otro libro se aventuraba en el mismo tema. ‘Voreres. La memòria subtil’, de Frederic Perers (Ajuntament de Barcelona) empezó siendo un proyecto más artístico que académico pero en formato libro ofrece una visión detallada de la evolución de dos aspectos concretos: los modelos de panot y, especialmente, la señalización de los nombres de las calles en el pavimento, con panots alfabéticos. En 1917 se aprueba esta señalización (muchos solares del Eixample, aún por edificar, no tienen paredes de las que colgar una placa) y hasta 1939 sus cambios van reflejando los vaivenes políticos del nomenclátor. Hasta quedar en desuso e ir desapareciendo, en gran parte por la instalación de los nuevos vados para peatones, ya que los nombres de las calles solían estar ubicados en este lugar.