Crida Nacional al populismo

El relato independentista divide entre el pueblo catalán, concebido como una nación, y España, considerada un Estado opresivo y corrupto

La presentación en Barcelona de Crida Nacional per la República, con Quim Torra, desde Alemania, en la pantalla. / EFE / QUIQUE BARCÍA

A menos de una semana de la asamblea nacional que ha de decidir el rumbo del PDECat, el expresidente Carles Puigdemont y su entorno han lanzado la Crida Nacional per la República, a través de la cual pretenden construir un movimiento que aglutine al conjunto del independentismo por encima de divisiones y partidismos bajo su liderazgo, al igual que hiciera Jordi Pujol hace más de 40 años con la idea de 'pal de paller'.

Pero si en 1978 el apoyo de CDC era unánime, ahora el PDECat acoge la iniciativa profundamente dividido entre los que aplauden entusiásticamente la idea, como Joan Ramon Casals, alcalde de Molins de Rei -que, como reacción al tuit del expresidente anunciando la puesta en marcha del proyecto, proclamó: "tu marcas el camino, estamos contigo, te seguimos y te seguiremos"- y los que, como Marta Pascal o David Bonvehí, aspiran a preservar la autonomía del partido, sobre todo después de haberla recuperado a raíz del apoyo a la moción de censura de Pedro Sánchez. Dos concepciones opuestas que marcarán el futuro del conjunto del movimiento.

De acuerdo con una de las definiciones de populismo que más consenso genera, la de Cas Mudde, que lo ve como una ideología que considera que la sociedad está dividida en dos grupos homogéneos y antagónicos -'el pueblo puro' frente a 'la élite corrupta'- y que argumenta que la política debe ser una expresión de la voluntad general del pueblo, caben pocas dudas acerca de que el independentismo catalán hace tiempo que parece haber sucumbido a la tentación populista.

Ha creado un relato según el cual existe una división entre dos grupos antagónicos, el pueblo catalán, concebido como una nación, y España, considerada un Estado opresivo y corrupto.  Tiene una concepción monolítica del pueblo, lo concibe como un ente soberano y considera que su soberanía solo puede expresarse mediante un referéndum de autodeterminación, un método clásico de democracia directa en detrimento de los mecanismos representativos. Su mandato, que además es vinculante y que se ha acabado convirtiendo en la principal fuente de legitimidad, se puede situar por encima de la legalidad. Y de ahí la asunción de la idea de desobediencia de los poderes públicos que implica la adopción de una visión iliberal de la democracia, otro de los elementos que Hanspeter Kriesi y Takkis S. Pappas, también autores de referencia en la materia, consideran requisito imprescindible para hablar de populismo.

Un liderazgo muy plural

Pero hay dos rasgos del populismo apuntados por los especialistas que hasta ahora no se daban. Por un lado, el hiperliderazgo, ya que el independentismo tiene un liderazgo muy plural, desde dirigentes de partidos hasta líderes civiles. Y por el otro la pulsión movimentista, abiertamente hostil a los partidos políticos como agentes de intermediación, a causa de la existencia de una pluralidad de partidos independentistas.

No obstante, si la idea de Puigdemont triunfa ya no quedarán dudas acerca de la naturaleza del independentismo catalán, que se habrá convertido en un fenómeno cien por cien populista. Frente a esta posible deriva, ERC y el PDECat, y aunque sean en parte corresponsables, tienen en sus manos enmendar el error, garantizar el pluralismo y actuar como muro de contención al populismo.