EMPRESAS

Errores de la Administración que impiden más I+D en la pyme

La Administración Pública española invierte poco en I+D, en comparación con la Unión Europea. Los instrumentos utilizados, además, son muy mejorables.

La Administración Pública española invierte poco en I+D, en comparación con la Unión Europea. Los instrumentos utilizados, además, son muy mejorables

Administración

Administración / economia

José Antonio Calvo

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Invertir en I+D favorece el crecimiento empresarial. El desarrollo de nuevos productos o soluciones, bien para aplicación interna o destinada al mercado, generará nuevos ingresos y/o permitirá el ahorro de costes. Afectará positivamente a la rentabilidad de la corporación, por lo que se convierte en una de los pilares para fortalecer el tejido empresarial español. 

Tanto es así, que la Administración interviene activamente con políticas que tratan de favorecer y desarrollar la inversión empresarial en investigación y desarrollo. ¿Lo están consiguiendo?

La falta de presupuesto es solo el principio

José Molero y Saraí López han participado en el ‘2º Informe sobre la Ciencia y la Tecnología en España’, realizado por Fundación Alternativas. El trabajo, coordinado por Vicente Larraga Rodríguez de Vera, incluye un capítulo específico que analiza el impacto de la financiación pública en I+D+i en las empresas. Si atendemos a las conclusiones presentadas por Molero y López la respuesta es clara: las políticas públicas son mejorables.

El primer problema es la falta de inversión de recursos públicos. Una partida que se viene reduciendo de forma sistemática en los últimos años. Entre 2001 y 2008 (los previos a la crisis) España logró recortar la histórica diferencia con respecto a la inversión que se realiza de media en la Unión Europea. Un espejismo tan grande como aquella “economía de Champions” que se vino abajo al explotar la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera mundial. 

A partir de aquí, las líneas gráficas que representan la inversión de España frente a la Unión Europea se vuelven divergentes. Se alejan sin freno. 

En 2010, el gasto en I+D respecto al PIB en España se situaba en el 1,35%. El de Europa en el 1,93%. Ya estábamos lejos. Pero ahora lo estamos aún más. En 2016 (últimos datos representados en el estudio), las propias fuentes del Ministerio de Economía sitúan el porcentaje de España en el 1,19, mientras que el de Europa ha continuado elevándose hasta el 2,03% de gasto respecto al PIB. Se invierte poco. Y, como veremos a continuación, no se invierte bien.

Políticas contraproducentes

El análisis establece que el afán por conseguir que las ayudas públicas para I+D sean exitosas, genera a su vez ciertos vicios que provocan el efecto contrario. Existe el riesgo de poner el foco en corporaciones que asegurarán el éxito de la inversión, lo que deja de lado a ámbitos tradicionales o pequeñas empresas, que son las que más ayuda necesitarían en realidad, pues disponen de menos recursos. 

Se está favoreciendo, indirectamente, que crezca la brecha. En el estudio lo denominan ‘picking the winners’. “Las empresas ya subvencionadas obtienen más fácilmente recursos públicos adicionales, lo que plantea un dilema sustancial para el diseño de políticas de apoyo a las empresas”. “Si los responsables se dejan llevar por esos resultados, la tentación es diseñar las políticas e instrumentos de manera cómoda para la Administración”, señalan. Recomiendan incluir a otras empresas, aun a riesgo de que la tasa de éxito de los proyectos se pueda reducir. 

Empresas grandes vs pymes

Algo similar ocurre con respecto al tamaño. Lograr buenos resultados es más difícil en pequeñas empresas y sectores tradicionales. Existe, por tanto, el riesgo de otorgar preferencialmente ayudas a empresas grandes (porque se sabe que funcionará mejor), dejando de lado a pymes, que en realidad suponen el 98% de las empresas de este país.

Orientar las ayudas a la comercialización

Un último problema es la falta de orientación hacia la comercialización. La Unión Europea no permite financiar empresas para obtener resultados en el mercado. Sin embargo, los autores del trabajo proponen valorar positivamente el compromiso e implicación de las empresas para las fases de puesta en marcha y explotación de resultados. 

La comercialización de una solución novedosa generaría efectos económicos visibles y cuantificables. Esta facilidad para visibilizar el impacto positivo de la inversión en I+D resultaría un incentivador para otras empresas, independientemente del tamaño.