COSTE ALIMENTICIO

El coste de las intolerancias: cuando no poder comer un alimento sale caro

Los productos sin gluten pueden llegar a costar más del doble que los normales

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gluten / economia

Marta Gracia

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Las intolerancias alimenticias hacen que los afectados pasen un rato más en los supermercados. Deben leer las etiquetas con detenimiento. Pero también les pasa factura. Los productos adaptados para los intolerantes a algún alimento son más caros que los ‘normales’. Según el estudio “Sin gluten, de necesidad a tendencia” de Nielsen, los españoles se gastan 80 millones de euros al año, lo que supone un 13% más que el año anterior.

Algunos productos sin gluten pueden llegar a costar el doble que los productos con gluten. Por ejemplo, en la categoría de galletas, el precio medio por kilo es un 122% más caro que el convencional. Lo mismo sucede con las pastas alimenticias, un 114% más caras. Una de las claves que diferencia la cesta sin gluten de la compra de la convencional está en su diferencial de precio, mucho mayor en la primera y que convierte a muchos de estos productos en Premium.

Por lo que respecta a la intolerancia a la lactosa, los productos son más caros, pero no hay tanta diferencia como con el gluten. La leche sin lactosa es un 15% más cara que la leche con lactosa. En el caso de la mantequilla no se ven grandes diferencias de precio respecto a con/sin lactosa. Y en yogures hay de todo, desde variedades en las que el precio es el mismo en con y sin lactosa hasta otras donde hay hasta un 20% de diferencia en el precio.

En un contexto de búsqueda de compra saludable, ya sea por prescripción médica o por afán de cuidarse y estar sano, son varios los nichos de crecimiento en el mercado de gran consumo, como el de sin gluten.

Enfermedad y tendencia

La incidencia de la enfermedad celíaca afecta a un 1% de la población, los productos sin gluten están presentes tanto en hogares “celíacos” como en aquellos sin esta necesidad médica. Esto se debe a una mayor concienciación sobre la salud, lo que hace crecer su protagonismo en el consumo, especialmente a hogares jóvenes y con hijos.

Por otro lado, en un vistazo a la lista de la compra sin gluten se puede observar como los artículos de panificación son los más habituales, ya que son responsables de cerca del 40% del gasto. Le siguen las galletas, con el 21%, y las pastas alimenticias, con el 15% sobre el total. Otras referencias muy demandadas son los cereales y la bollería, con el 13% y el 11% del gasto en productos específicos sin gluten, respectivamente.

Es además un nicho de mercado especialmente explorado por las marcas de fabricante, pues a éstas pertenece el 76% de las ventas sin gluten, frente al 24% de la marca del distribuidor; cuando en el total de gran consumo la diferencia es más estrecha, 61% versus 39%.

Según la experta en consumidor de Nielsen, Judith Cadierno, “el aumento en el diagnóstico de la enfermedad, no solo en niños, sino también en adultos, así como una creciente concienciación por parte de los fabricantes, hace que los productos sin gluten estén cada vez más en los hogares, incluso aunque la enfermedad celíaca no esté presente. Es un fenómeno que vemos en otras categorías, como la leche, donde muchos consumidores se han pasado a las bebidas vegetales, en algunos casos por prescripción médica por intolerancia a la lactosa, pero otros lo quitan de su dieta por decisión propia sin existir ningún problema de salud diagnosticado”.

¿Por qué son más caros estos productos?

Desde Coinc señalan que hay cinco razones por las que los productos adaptados a los intolerantes, sobre todo productos sin gluten, son más caros. En primer lugar, señalan que el precio de las materias primas es más caro. “Producir alimentos sin gluten tiene mayor coste que producirlos con gluten”.

Además, apuntan que la elaboración de masas sin gluten puede necesitar mezclas compuestas de hasta 15 o 20 productos distintos para igualar la elasticidad, espesor o volumen que aporta el gluten. En tercer lugar, las garantías de trazabilidad duplican los controles de calidad. Es decir, “debe asegurarse que los agentes que intervienen en el proceso de producción y en cada una de sus etapas, hasta su comercialización, han evitado la contaminación cruzada con otros productos elaborados con gluten en la misma factoría”.

La baja rotación de los alimentos en los supermercados en comparación con los que sí tienen gluten (en una proporción aproximada de 1 a 50). Este dato dispara la caducidad de producto sin gluten en el punto en el punto de venta y genera pérdidas a los distribuidores. Por último, los fabricantes de productos sin gluten deben realizar considerables inversiones en I+D para rentabilizar y sustentar la producción con precios cada vez más competitivos.

Según estimaciones, el número de personas celiacas diagnosticadas en España va a aumentar considerablemente en los próximos años. Este hecho, tal y como apuntan desde Coinc, puede dinamizar la oferta o, incluso, sensibilizar a las instituciones públicas para desarrollar políticas que reduzcan la diferencia de precio entre los productos con y sin gluten.