'Un arpegio de lluvia en el cristal' de José Luis Correa: La herramienta de la palabra

El novelista canario plantea una investigación en pleno confinamiento por el covid en su última obra

José Luis Correa: "La gabardina casa mal con la calima canaria"

El escritor canario José Luis Correa.

El escritor canario José Luis Correa. / Jorge Gil

Marta Marne

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Si en 'La estación enjaulada' José Luis Correa (Las Palmas, 1962) narraba una serie de acontecimientos que tenían lugar en los días previos al confinamiento en nuestro país por el covid, el 13 de marzo de 2020, en 'Un arpegio de lluvia en el cristal' estamos metidos en plena reclusión. Resulta inevitable pensar que un encierro en Gran Canaria es más amable que en el interior de la Península, pero como en todas partes también hay pisos pequeños y espacios minúsculos donde la vida se hace igual de monótona.

Tal vez incluso más si tienes la suerte de poder ver el mar desde tu ventana. Tan cerca y tan lejos a la vez. Ricardo Blanco tiene suerte, porque tras la insistencia de su amigo Gervasio pasa esos días en casa de su chica Beatriz en lugar de en su piso. "No es lo mismo un confinamiento solitario entre cuatro paredes y un balcón con helechos mustios a que te recluyan con la familia en una casona de dos plantas, terraza y un jardín donde abundan naranjos, aguacates y magnolios".

Resolver crímenes gracias a la palabra

El caso que le toca investigar en esta ocasión al detective canario es el asesinato de una pareja de hombres encontrados desnudos y abrazados en su cama. Una escena en apariencia libre de violencia, pero los dos presentan varias puñaladas. En un primer momento incluso sospechan de que uno mató al otro y luego se quitó la vida. Un crimen pasional en toda regla. Sin embargo, este perfil no encaja de ninguna de las maneras ni con el carácter ni con la relación que mantenían Ángel y Elías. Dueño de una tienda de ropa femenina, el primero; escritor, el segundo. El protagonista tarda en descubrir algunos detalles fundamentales, como por ejemplo el estado en el que hallaron el cuarto de baño de la buhardilla. Este da buenas pistas de que tal vez sí que sea un crimen pasional, pero en este caso ejecutado por una tercera persona.

Los casos se resuelven mucho más a través de conversaciones y elucubraciones que de pistas en firme

Si hay un elemento que solemos encontrar en las historias de Ricardo Blanco es que los casos se resuelven mucho más a través de conversaciones y elucubraciones que de pistas en firme. Con esto no quiero decir que no haya una investigación al uso, que no lleve a cabo sus interrogatorios, sus seguimientos y sus coacciones a unos y a otros para obtener información. Sin embargo, se dan situaciones como que siga a un sospechoso y que acabe en su casa viendo el álbum de fotos del grupo de amigos de una de las víctimas. Y que esta visita dé pie a una conversación que le lleve a conseguir más resultados que el análisis detallado de las evidencias físicas.

Al fin y al cabo, todos somos seres sociales –algo que enlaza perfectamente con el escenario de reclusión que nos presenta el autor–. Conocer las emociones, los gustos, cómo latimos y respiramos, en muchas ocasiones resulta de mayor utilidad que una huella o una gota de sangre fuera de sitio. Entender las pulsiones que pueden llevar a un ser anónimo a cometer un crimen puede conllevar a su resolución de forma más clara y directa que la evidencia científica.

No olvidemos que Ricardo Blanco es detective, no policía. No tiene los recursos de los cuerpos de seguridad. Su mejor herramienta es la palabra, como si se tratase de un novelista. Un soldador de piezas. Un constructor de puzles.

'Un arpegio de lluvia en el cristal'

Autor:

José Luis Correa

Editorial:

Alba 

224 páginas, 18,50 euros