ESTRANGULAMIENTO ECONÓMICO EN LA RED

Los bloqueadores de publicidad amenazan el negocio de internet

La web del diario alemán 'Bild', que veta el acceso a quien usa 'ad blockers'.

La web del diario alemán 'Bild', que veta el acceso a quien usa 'ad blockers'.

CARMEN JANÉ / BARCELONA

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No ver anuncios mientras se navega por internet para unos puede ser un descanso, pero para otros muchos se ha convertido en una pesadilla, porque hasta 5,6 millones de internautas españoles (el 16%) dispone ya de un programa que les bloquea los anuncios en la web. Esta proporción se dispara al 27% en Francia y Alemania, según un estudio de Adobe y Pagefair. Anunciantes, creadores y empresas, desde comercios a blogs, pasando por medios de comunicación , artistas y productores de contenidos en general, claman contra un fenómeno creciente que amenaza el ecosistema de la red porque estrangula la principal fuente de ingresos de las webs, la publicidad, y por tanto pone en jaque la creación de contenidos.

Los bloqueadores de anuncios no son nuevos. Los estrenó Firefox hace más de una década y hasta Microsoft los implementó en su Internet Explorer por las quejas de los usuarios ante la fiebre de entonces por las ventanas emergentes (pop-ups). Chrome, el navegador más utilizado, propiedad de Google, también los tiene incorporados como extensión con Adblock Plus, que promete eliminar el malware y los anuncios molestos, además de las cookies de rastreo. Safari, el navegador de Apple, lo acaba de incluir. En origen, lo usaban solo los usuarios avanzados e iban destinados solo a las ventanas; ahora eliminan cualquier anuncio y están al alcance de cualquiera.

DESEMBARCO EN LOS MÓVILES / La inquietud en la industria se ha multiplicado con la llegada de los bloquedadores de publicidad a los móviles, el canal más popular actualmente para acceder a las webs. Android dispone de varias apps que bloquean los anuncios y Apple las empezó a autorizar el mes pasado.

El caso es que aprovechando este cambio de Apple, Peace, una app de bloqueo de anuncios que costaba 3,99 dólares, se puso en el número 1 de la App Store de apps de pago en 36 horas. Cundió el pánico. Hasta a su programador, Marco Arment, un tipo muy conocido en internet porque es creador de Instapaper y cofundador de Tumblr, le remordió la conciencia y anunció que la retiraba al ver el éxitazo y constatar que Peace llegaba a bloquear a otra de sus creaciones, el sistema de recomendación de contenidos Overcast y a la red de anuncios que usaba, de tipo cultural. Apple devolvió el dinero a los clientes. «No quiero perjudicar a tanta gente», dijo Arment.

Para la industria de internet, el debate estaba servido, sobre todo porque los usuarios de iPhone son considerados como los de más poder adquisitivo. «El usuario nos está enviando un mensaje claro: no está de acuerdo con ciertos tipos de publicidad y muchos han tirado demasiado del hilo y los hemos hartado. Es una buena oportunidad para que el sector publicitario haga un ejercicio de autocrítica y revise qué formatos son aceptables y cuáles no», afirma Paula Ortiz, directora del departamento jurídico de IAB-Spain, la patronal de la publicidad digital. También Adigital, la patronal del comercio electrónico, insiste en la autorregulación. Su presidente, José Luis Zimmermann, pide que «se ponga en valor la publicidad, que es necesaria y no siempre mala».

MÁS LENTOS / Muchos usuarios, sin embargo, bloquean la publicidad. Argumentan que hay anuncios que ralentizan la navegación hasta triplicar el tiempo de carga de una web, según un estudio de The New York Times sobre las principales páginas en EEUU. Estar jugando a un juego gratuito financiado por publicidad supone descargar una cantidad de datos que el usuario se podría ahorrar de su tarifa móvil. Algunos anuncios que ocupan toda la pantalla tienen una opción de omisión tan pequeña que se abre una y otra vez, sobre todo en el smartphone. Se le ha llamado la teoría del dedo gordo y desmonta la tesis de que los anuncios de móvil son más vistos que en la web: la realidad es que en la pantalla pequeña es difícil cerrarlos.

Pero también hay serios inconvenientes. Los bloqueadores de anuncios suponen más gasto de batería porque mantienen la aplicación siempre abierta, y no siempre discriminan correctamente. Además,  amenazan la privacidad (Apple acaba de retirar un tipo de bloqueadores que controlaban el tráfico del móvil) y ya hay estadísticas sobre cuánto costaría mantener el mismo servicio sin publicidad. La misma suscripción a The New York Times triplicaría su precio.

«El riesgo es que si los anuncios dejan de financiar la gratuidad de las webs, habrá que buscar otros modelos de negocio, como la suscripción o el pago por contenido», zanja Zimmermann.