«Separarme de mis padres fue positivo»

TONI GÓMEZ. Considera que tiene mucha suerte de poder vivir independiente de sus padres.

TONI GÓMEZ. Considera que tiene mucha suerte de poder vivir independiente de sus padres.

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«La primera noche me costó mucho. No sabía del tema, bueno, lo que ves en las pelis. Solo había un chico español y tuve miedo. Todo eran chicos marroquís que acababan de llegar. Luego me acabé adaptando muy bien». Esa primera noche es la que Toni Gómez pasó en un centro de acogida cuando le quedaba poco para cumplir los 14. Su hermano, de 13, ingresó en un Centro Residencial de Acción Educativa (CRAE), un recurso más estable en el que, cuenta, al parecer no había plaza para los dos. Hasta entonces vivían con sus padres en un hogar marcado por la violencia, el alcohol y las drogas. La Administración asumió la tutela de los chicos. Un tercero, de 16 años, continuó haciendo su vida fuera del ámbito familiar.  «Separarme de mis padres fue positivo, aunque creo que se hicieron mal las cosas y tardaron en actuar. Llevábamos tiempo acudiendo a terapias y nos hacían un seguimiento. Cuando nos separaron no era el peor momento. Mis padres ya habían dejado las drogas y la bebida», cuenta Toni. Lo explica sin reproches, con calma y una amable sonrisa. Insiste en que ve esa separación como una oportunidad de estudiar y centrarse. «Pocos chavales de mi edad pueden estar como yo, en un piso de manera independiente», añade.  Asegura que tiene muy buenos recuerdos de su estancia en un centro (tras la acogida de urgencia fue derivado a un CRAE, diferente de nuevo al de su hermano): «Era como estar de colonias. No me preocupaba salir porque pensaba que iría con mis padres a los 18». No obstante, a los 16  le propusieron ir a un piso tutelado de la oenegé Aldees Infantils con otros seis chicos bajo la supervisión continua de educadores. Desde los 18, comparte vivienda asistida con el apoyo de profesionales. Lo ha preferido a estar con sus padres. Ahora, cuando le quedan pocos meses para los 20, empieza a estar intranquilo. A los 21 deberá dejar el piso. Estudia un curso puente para hacer Educación Social porque quiere trabajar ayudando a personas con discapacidad. E insiste, con su amable sonrisa, que ha tenido mucha suerte.