Turismo sexual en la N-2

Fin de curso en Madam's

Meca juvenil 8 El club Gran Madam's, en Agullana, la madrugada del sábado pasado.

Meca juvenil 8 El club Gran Madam's, en Agullana, la madrugada del sábado pasado.

F. C.
LA JONQUERA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cuatro jóvenes conversan animadamente junto a su vehículo, aparcado a escasos metros del macroburdel Paradise de La Jonquera (Alt Empordà). Beben de unos vasos de plástico y, en el suelo, una botella de Ballantine's y unas latas de Coca-cola indican el contenido. «Somos de Marsella y para llegar hasta aquí tenemos que conducir durante unas tres horas y media», afirman. Nada de nombres y menos aún de fotografías, pero no tienen reparos en explicar que las escapadas a los burdeles del Alt Empordà son una moda en el sur de Francia.«Sarkozy cerró los clubs y por eso tenemos que venir aquí»,se justifican.

«Cada consumición en el club cuesta 12 euros, por eso traemos nuestra propia bebida. Cuando acaba la fiesta, dormimos un par de horas en el coche antes de volver a Marsella», comentan. Unos metros más allá, otros cuatro jóvenes se encaminan con paso decidido al que es considerado como uno de los mayores lupanares de Europa.«Somos de Toulouse. Tenemos unas dos horas y media de viaje. No dormimos en el coche, cuando cierran, a las cinco de la madrugada, volvemos a casa», explica el conductor.

Clientes habituales

Estos son algunos de los cientos de jóvenes franceses que la madrugada del sábado pasado estaban en los principales prostíbulos del Alt Empordà. En el interior del Paradise suena la música mientras un río incesante de chicas recorre el local en paños menores. Hay media entrada y apenas se ven unos cuantos carrozas con barriga cervecera. La mayoría son veinteañeros del país vecino. Se nota que son clientes habituales. No se cortan un pelo ante este supermercado de la carne, que intenta imitar lo que antes era una noche de baile y ligoteo en una discoteca. No siempre acaban en las habitaciones. Si no tienen dinero, se conforman con una noche de espectáculos de estriptís, bromas y magreos con las chicas.

«Prefieren pagar porque así se evitan el esfuerzo de seducir a una chica en una discoteca, pagar un hotel para pasar la noche y tener que soportar al día siguiente llamaditas de teléfono. Un polvo y hasta la vista. Sin problemas y así de sencillo»,explica Sandra, una panameña que trabaja en el burdel de José Moreno.«Aquí no vienen los más jovencitos. El tipo de música, el local todo está pensado para gente un poco más mayor. Hay otros clubs en los que ponen más música disco. Todo depende de cómo te lo montes, y aquí miramos mucho la seguridad y el tipo de cliente que dejamos entrar», explica el propietario del club.

Es cierto. Hay otros lupanares, como el Madam's, en Agullana, que son una auténtica fiesta de final de curso de un liceo francés. Pero no solo ellos rayan la adolescencia, las chicas del local también son jovencísimas y, si no fuera por la lencería con la que tapan pequeñas partes de su cuerpo, parecería una discoteca y no un prostíbulo. Chicos con chándales, sudaderas con capucha, camisetas con lemas rompedores, pantalones anchos y caídos mostrando los calzoncillos. Todo lo que uno puede ver a la salida de un instituto o a la entrada de una facultad universitaria.

«Salen y entran constantemente. Van al coche a beber alcohol, a fumar porros y a esnifar coca. Se ponen hasta el culo. Día sí y día no hay broncas y peleas. El otro día dos de ellos salieron del club abrazados y se cayeron redondos al suelo en el párking de lo borrachos que iban. Yo no sé cómo se atreven a coger el coche»,comenta un empleado del burdel.