HUELGA SALVAJE DE CONTROLADORES

"¿Quieren un consejo? Váyanse a casa"

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Los miles de viajeros que aguardan noticias sobre la suerte de sus vacaciones en el aeropuerto de El Prat se comportan con un temple digno de mejores causas. Otro tanto ocurre en Madrid-Barajas. Únicamente cuando a los sufridos usuarios se les menta a los controladores hay quien da rienda suelta a la rabia acumulada. Los menos tampoco tenían palabras amables para el Gobierno. Las largas y resignadas colas frente a los mostradores de las compañías en busca de una reserva para hoy, mañana o quién sabe cuándo, o para reclamar una noche de hotel a cuenta de Aena o el reembolso del viaje, se reproducían por doquier.

Hacia las nueve de la noche la zona de salidas de la terminal estrella de El Prat, la T-1, era un hormiguero de gente pegada al teléfono que dudaba entre seguir aguantando el tipo estoicamente una horas más a la espera de un milagro o irse a casa. Sandra Moreu, Cristian Camí y la pequeña Carla, de tres meses, maquinaban ir a la Cerdanya a esquiar. "Nos han dado un número de teléfono para recolocarnos en otro vuelo de Swis pero no hay forma, comunican constantemente". Iban a Ginebra, donde hoy se celebra una popular carrera atlética por el casco antiguo, l'Escalade, que reúne a 26.000 participantes, con un grupo de corredores amigos, así que ya no hay nada qué hacer. Las maletas repletas de ropa de abrigo también les serán útiles en Masella o la Molina.

Otros han tenido peor suerte y no saben cómo recuperar el equipaje. La paralización de los vuelos les ha llegado cuando ya habían facturado. Les han dado a elegir entre recuperar las maletas, si podían, o aguardar. Ante el dilema, han recurrido a los chaquetas verdes del mostrador de información, pero estos encogían los hombros invariablemente.

Empleada enérgica

En Iberia lo tenían más claro. Una empleada con aires marciales aleccionaba a voz en grito a los que permanecían en la cola de la compañía: "¿Quieren un consejo? Váyanse a casa porque cuando lleguen al mostrador tras hacer ocho horas y media de cola les dirán lo mismo que mañana les responderán si llaman por teléfono. Los controladores se han marchado y no se sabe cuándo volverán. Para los cuatro o cinco próximos días no tenemos plazas, los vuelos están a reventar, así que les pondremos en lista de espera pero no podemos garantizarles si volarán mañana, pasado mañana u otro día". Alguien ha dicho que tenía un pasaje de British Airways. "Ah, entonces no podemos hacer nada, hasta el 24 de enero no somos socios", ha espetado la mujer con galones.

Rut Quintana y Sylvain Dabreteau han topado con un empleado de Spanair que se ha mostrado sensible al argumento de que el domingo tenían que acudir a una boda en Gran Canaria y, tras algo de rogar, les ha conseguido dos pasajes para estar ahí esa noche. A Sofía le han dado un billete para esta mañana cuando nadie sabía nada sobre el fin de la huelga: "Lo hacen para callarte. Si vienes y no hay vuelo te lo cambian y te dan otro para la tarde. Así se te sacan de delante".

La confusión inicial

En Barajas el estado de ánimo es de resignación y confusión. Ni siquiera saben a quién culpar de la situación. "Primero nos han dicho que no sabían por qué. Luego un policía nos ha dicho que quizá había una bomba y la gente se ha puesto bastante nerviosa. Luego nos han recomendado que habláramos con nuestras compañías pero que era culpa de los trabajadores de AENA que paraban en protesta por la privatización de la empresa", comentaba Adela Rojas, antes de que alguien le aclarase que el cierre de la instalación se debía al absentismo de los controladores. "Ya me imaginaba yo que esta gentuza tenía algo que ver. Lo que hay que hacer es mandarles a su casa con el salario mínimo y militarizar el servicio", afirmaba indignada.

Adela iba a viajar con su familia a Amsterdam y estaba furiosa porque no quedaban más plazas libres y por tanto se ha quedado sin vacaciones. No ha sido la única que ha exigido al Gobierno la intervención del Ejercito. Otra viajera, María José, ha pedido lo mismo y ha solicitado que los inspectores infractores fueran despedidos. Entre insultos al colectivo, reclamaba: "Si no quieren trabajar, que les abran expediente y a la calle". María José se quejaba especialmente de que no hubieran convocado el paro. Ella es profesora y se pregunta qué pensarían los controladores si un buen día ella decidiera dejar a sus hijos solos en clase porque le hubiesen rebajado el sueldo.

Los viajeros han coincidido en sus reproches hacia el colectivo de controladores tanto por sus formas ¿al levantarse de su puesto de trabajo o simplemente no acudir sin avisar previamente¿ como por el fondo de los motivos del paro encubierto. La mayoría desconocía qué había aprobado exactamente el Gobierno, pero saben que los controladores "ganan una burrada" y "están chantajeando al país" para continuar con sus privilegios.