LAs expectativas

La Iglesia catalana espera ganar peso en Roma

JORDI CASABELLA / Barcelona

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El paso de Benedicto XVI por Barcelona no solo se espera que aporte dividendos económicos a la ciudad en un futuro próximo, sino que también ha de reportar dádivas a la Iglesia catalana. Fuentes próximas al episcopado están convencidas de que el conocimiento más estrecho y la mejora de la sintonía entre Roma y Catalunya, que ha salido reforzada con la visita del Papa y el gesto de hacer un uso sin precedentes del catalán por parte de un Pontífice, tendrán su traducción a la hora de evitar que haya obispos impuestos desde fuera de Catalunya.

Las mismas fuentes aguardan a que esa nueva era de relaciones permita desencallar el reconocimiento jurídico de la Región Eclesiástica Tarraconense por parte de la Santa Sede, un trámite que primero se eternizó en los despachos de la Conferencia Episcopal Española y que ahora languidece en el Vaticano.

El monje benedictino de Montserrat Jordi Castanyer no cree que la visita tenga «consecuencias vistosas inmediatas» -«tampoco se buscaban en un viaje tan breve y por un motivo tan concreto», apostilla-,

aunque sí espera que en el futuro «la relación entre el Vaticano y Catalunya sea más fluida». «Habrá continuidad [en las relaciones] e incluso pueden mejorar», dice. Casta-

nyer añade que, para ciertos sectores eclesiales, la visita del Pontífice robustece su autoestima, «al verse apoyados por la cabeza visible de la Iglesia católica». El benedictino subraya que, en realidad, el viaje a Barcelona ha sido ya resultado de esa mejora del clima entre Roma y Catalunya que se ha operado en los «últimos tres años», coincidiendo con la llegada de Tarcisio Bertone a la secretaría de Estado del Vaticano.

ADIÓS A LA DESCONFIANZA / El decano de la Facultat de Teologia de Catalunya, Armand Puig, es de la opinión de que, además, a partir de ahora «Barcelona puede ofrecer al mundo un espacio de una belleza sublime, de una espiritualidad muy profunda». «Gaudí ha ganado la batalla. Nadie podrá poner ahora en duda que la Sagrada Família tenía que construirse», dice. También piensa que si desde el Vaticano en ocasiones «se ha mirado a Catalunya con desconfianza», eso no va a volver a ocurrir. «El domingo lo que se hizo en la liturgia (hablar en catalán) fue lo que socialmente se vive», lo que es un canto de la normalidad. También ha sido una ocasión para que «el catolicismo difuso emerja». «El sentir mayoritario de la gente es que la visita ha sido positiva», concluye.