José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno

Balance positivo (pese a mucho)

José Luis Rodríguez Zapatero celebró 10 años como secretario general socialista y al día siguiente reafirmó su compromiso con el Estatut en Barcelona. El 'conseller' Antoni Castells abroncó a CDC en la comisión del Palau. Y en el PP valenciano parece que no queda ni una provincia sana.

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JOAN TAPIA

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Una exministra socialista me dijo, hace 10 años, la noche de la elección de José Luis Rodríguez Zapatero como secretario general: «Nos ha jubilado… pero de júbilo». El entoncesBambilogró revitalizar un PSOE entumecido por 13 años de poder. Y en el 2004 derrotó al aznarismo. España votó a favor del cambio, no contra Mariano Rajoy sino contra José María Aznar, un político que no votó la Constitución de 1978 pero que –en su segundo mandato– se dedicó a dar golpes de Constitución a quienes la votaron. Y que unió España a la política del peor (y más reaccionario) presidente estadounidense. Occidente aún paga su ineptitud en Irak y Afganistán.

Luego, la gestión de Zapatero ha tenido luces y sombras. Ahora la crisis económica lo castiga. Al igual que a otros gobernantes europeos con carisma como son Angela Merkel y Nicolas Sarkozy. Pero pese a todo, y pese a estar en su peor momento, todavía ha ganado el reciente debate sobre el estado de la nación. Mi opinión es que el jefe de Ejecutivo, por habilidad política, apuesta modernizadora, aceptación de la España plural y política exterior europeísta y abierta, merece un aprobado alto. Pero los resultados son inferiores a lo esperado.

Le falta la intuición centrista y el realismo que precisa un presidente eficaz y de largo recorrido. Y tras la victoria del 2008 (subió cinco diputados, pero el PP seis) no quiso asumir que necesitaba mayoría parlamentaria para gobernar la peor crisis desde 1929. Está bien presumir dePatxi lendakari, pese a no ser la lista más votada, y la ilegalización de Batasuna, si te lo puedes permitir. Pero ahora mendiga votos para los presupuestos generales del Estado más difíciles en muchos años.

Su tendencia a creer que lo puede todo y que lo progresista es bueno por definición y a confiar en una corte de genteguay(a vecesrara) es sorprendente. En política económica se le critica demasiado. El gran error fue no admitir (como sus antecesores) que nuestro crecimiento (y capacidad fiscal) estabadopadopor la construcción. Y que el euro no siempre jugaría a favor. Pero la rectificación, decidida con valentía, es adecuada porque España no puede salir de la moneda única. Debería haber sido más cauto, pero hoy hace lo inevitable. Y la dilación en la reforma laboral (por querer pactarla) le da legitimidad ante los sindicatos (aunque lo nieguen).

Respecto a Catalunya –el test de la España plural–, quizá se equivocó, como todos los partidos catalanes, al creer que un Estatut sin el visto bueno del PP no comportaría traumas. En eso no es el único culpable. Y, lo confirmó el viernes en Barcelona, quiere que el Estatut siga vivo. Pero ha perdido plumas. La crisis no es culpa de Zapatero. Sus nombramientos en el Tribunal Constitucional, sí.