Opinión | Editorial

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La salud atmosférica de Barcelona

Las restriciones de tráfico quieren atajar un problema acuciante y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos

Un episodio típico de anticiclón y contaminación sobre el cielo de Barcelona.

Un episodio típico de anticiclón y contaminación sobre el cielo de Barcelona. / DANNY CAMINAL

Barcelona se halla en una franja peligrosa de la contaminación ambiental causada por el impacto del tráfico, por encima de los valores que marcan la Unión Europea y la Organización Mundial de la Salud en lo que se refiere a las emisiones de NO2 y a las partículas en suspensión PM-10.

A principios de este año, la Generalitat, el Área Metropolitana y el Ayuntamiento de la capital diseñaron un ambicioso plan de choque contra la polución que se pondrá en marcha en una primera fase el próximo viernes pero que tiene el objetivo, en el plazo de 15 años, de rebajar la carga contaminante un 30%. Una sola cifra sirve para entender la magnitud del problema: unas 3.500 personas mueren al año en el área metropolitana a causa de la contaminación.

La primera medida, innovadora en España, será la prohibición de circular en la enorme zona denominada de bajas emisiones durante los episodios que la Generalitat defina como de elevada polución atmosférica. Los vehículos afectados (y multados con 100 euros si no respetan la norma) serán los que no dispongan de la etiqueta ambiental de identificación de la DGT en función de su potencial contaminante.

Estos episodios se dan como mucho cuatro veces al año de media en la ciudad, y será cuando los haya que podremos calibrar la eficacia de una medida que es un primer paso importante no solo para evitar males mayores en las situaciones críticas sino también para concienciar a la población: hoy, la colocación de paneles informativos ya advierte a los conductores de las restricciones futuras. Cuando llegue el momento, un dispositivo de la Guardia Urbana se encargará de la supervisión, que en el 2020 se prevé que sea de videovigilancia automática para evitar la circulación permanente de los vehículos sin tarjeta de la DGT.

Quedan flecos por concretar –como la prohibición, aún no efectiva, sobre las motos y determinados camiones y furgonetas, así como la incidencia en los vehículos extranjeros– y queda por ver cómo funcionarán las medidas complementarias, centradas en la promoción del transporte público y el incremento de aparcamientos disuasorios fuera del área metropolitana, pero la apuesta que se inicia quiere atajar un problema acuciante. En beneficio de un aire más respirable y de una mayor calidad de vida para todos.