Adiós a un compañero

Javier Belmonte, periodista desde niño

Incapaz de dar un codazo para subir en el escalafón, siempre se mantuvo en posiciones discretas, sin abandonar ni un solo día su profundo amor al periodismo

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ELADIO JAREÑO

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Recuerdo como si fuese ayer cuando llegó a la clase de tercero de bachillerato Javier Belmonte. Alto, flacucho, desgarbado y con la melenita larga de la época. Lo sentaron conmigo en el pupitre y nos costó un poco romper el hielo. Era diferente, reservado, muy inteligente y con  sentido del humor con un punto británico. No le interesaba el fútbol  y no frecuentaba los guateques y fiestas de fin de semana de los compañeros de curso, pero poco a poco fue entrando en el grupo  y ganándose el aprecio de todos.

Eran los años del tardofranquismo. En aquellos tiempos se escribía el diario de clase. Empezamos a introducir la palabra variopinto en todas nuestras redacciones, con cualquier excusa y como clave rebelde. Introducíamos críticas  por el excesivo autoritarismo en la escuela,  pero eso era poco. Enseguida propuso escribir un diario alternativo. Le llamaríamos, planteó, La feuielle de vandredi (La Hoja del viernes), parodiando a la Hoja del Lunes que se publicaba entonces para cubrir el día festivo de los periodistas.

La Generación del 25,5

En nuestro grupo escolar teníamos que ser singulares y si existía la Generación del 98 o la Generación del 27, nosotros seríamos la Generación del 25,5. Como muestra de respeto, y siguiendo ese humor tan especial, Javier empezó a hablarme de usted y eso fue extendiéndose al resto de los compañeros de clase que estuvimos varios años hablándonos desde las normas de formalidad y cortesía. Como pasa en los grupos de jóvenes, todos teníamos un mote más o menos acertado. El suyo era Peluche, por su melena al límite de lo permitido en las estrictas normas del colegio.

Javier no tardó en proponer hacer una revista más elaborada, tenía que ser con la colaboración de los compañeros de clase, clandestina y  reclamando la libertad que necesitábamos en los tiempos de la denominada apertura. Así, en abril de 1974 nació El Liberalo, la revista "bastante dependiente" como burla a los medios que subrayaban su independencia. Era un magacín humorístico, rebelde y transgresor, en tiempos complicados y que tuve el honor de codirigir con él. En los primeros números, elaborábamos un ejemplar único, escrito y dibujado a mano, con  valor de una peseta y que se debía devolver una vez leído. Éramos chicos de 15 y 16 años años que nos reíamos de todo y que nos divertíamos con nuestras travesuras en los útimos años del franquismo.

Sus 'butifarras'

Javier BelmontePeluche para nosotros, escribía las páginas más brillantes, hacía entrevistas inventadas, realizaba su sección Mis butifarras que dedicaba a los personajes y situaciones de la época (KissingerArias Navarro,  prueba de acceso a la universidad, etc.) y la crítica de cine que firmaba con el pseudónimo de Macoco, el personaje de la película El Pirata de Vincente Minnelli.  Javier nos había contagiado el virus del periodismo.

El Liberalo llegó en sus apariciones nada periódicas y mejor compuesto  hasta 1976, en segundo de carrera, porque fuimos cinco (siete si contamos COU) los colegas que estudiamos en la naciente facultad de periodismo de la UAB. Entre los compañeros de COU y futuros periodistas,  conoció a Dolors Álvarez,  que ha sido su alma gemela desde entonces.

En los años universitarios seguimos todos los compañeros juntos, compartiendo los primeros años de la Transición, las luchas, las protestas y, también,  los primeros descubrimientos de la libertad que llegaba hasta nosotros.

Inteligencia y humor

El tiempo nos llevó a cada uno por un lado, pero nunca dejé de leer las crónicas de Javier en El Correo Catalán y, sobre todo, en EL PERIÓDICO DE CATALUNYA, siempre escritas desde la inteligencia y con el punto de humor ácido necesario. Aunque dentro de los cauces del sistema, nunca abandonó su espíritu educadamente transgresor. Su carácter reservado y su timidez, escondían, a veces, sus profundos sentimientos. Incapaz de dar un codazo para subir en el escalafón, siempre se mantuvo en posiciones discretas, sin abandonar ni un solo día su profundo amor al periodismo.

Nos vimos y hablamos varias veces. Menos, seguramente, de las que hubiéramos querido. Nos reunimos para celebrar el 25 aniversario de nuestro Liberalo y compartimos mil anécdotas, como si hubiéramos seguido todos estos años en el mismo pupitre donde nos conocimos.

Esto no es una necrológica, es sólo un sentido homenaje de tu compañero, el Artista, en nombre de tus camaradas de la Generación del 25,5. Gracias señor Peluche. Gracias señor Javier Belmonte.  

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