Análisis

El Estado quiere brega

Nada de lo que ha hecho mal el independentismo justifica la bárbara impunidad estatal

Los exconsellers de la Generalitat de Catalunya Joaquim Forn, Raul Romeva , Jordi Turull , Carles Mundí , Josep Rull, Dolors Bassa y Meritxell Borras a su llegada a la Audiencia Nacional

Los exconsellers de la Generalitat de Catalunya Joaquim Forn, Raul Romeva , Jordi Turull , Carles Mundí , Josep Rull, Dolors Bassa y Meritxell Borras a su llegada a la Audiencia Nacional / periodico

JOSEP MARTÍ BLANCH

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No es la juez Carmen Lamela, que también. Es el fiscal, y el fiscal es el Gobierno. Dimes, diretes, que si Mariano Rajoy no quería, que si Soraya Sáenz de Santamaría tampoco. Patrañas. España está en manos del autoritarismo y la estulticia, y hay que ser generosos para quedarse en estos adjetivos. Todos los estados tienen vergüenzas, momentos de su historia en los que deciden hacer uso de la inmoralidad para hacer frente a riesgos que consideran inasumibles.

El GAL de los socialistas en los año 80 fue uno de esos momentos de oprobio estatal. Ahora la desvergüenza encañona al pacífico independentismo catalán. Si hay que romper las costuras de la justicia se hace. Razón de Estado. Primero se encarcela a Jordi Sànchez y a Jordi Cuixart con un auto judicial de vergüenza ajena y ahora se mete en chirona al Govern (sí, ¡Govern!) sin ni siquiera darles tiempo a organizar su defensa. La Audiencia Nacional cambió de nombre con la llegada de la democracia pero sigue siendo el Tribunal de Orden Público de infausto recuerdo. Vergüenza.

Temor a los pacifistas

El Estado quiere brega. Es igual si es una parte o es el todo. Lo que importa es que van ganando quienes piensan que para doblegar definitivamente al soberanismo conviene llevar las cosas hasta el límite y provocar así escenarios de violencia que legitimen la acción represora del Estado. Quieren tratar al independentismo como se trata al terrorismo. No, peor. España se sentó con gobiernos socialistas y populares a hablar con los etarras. Sí, a hablar. Con los independentistas, no. Temen más a los pacifistas que a las pistolas. Por eso escogen la humillación, la venganza, la porra y la cárcel. Para ver si a los gandhistas de la estelada se les acaba la paciencia y empiezan a dar excusas para ser tratados como violentos extremistas. Si el 155 entra como un cuchillo en mantequilla caliente habrá que jugar nuevas cartas para conseguir el objetivo. ¿Qué tal si ponemos medio Govern en la cárcel y al otro medio en cuanto Bélgica nos conceda el permiso?

El balance de daños de la estrategia soberanista en los últimos tiempos es enorme. La autocrítica es necesaria en el campo independentista. La primera obligación de un generalato es saber con qué cuenta y a quién tiene delante cuando define su estrategia. Pero nada de lo que ha hecho mal el independentismo institucional y social justifica la impunidad bárbara con la que actúa el Estado. En esta historia hay un débil y un fuerte. Hay quien pega y quien recibe. Quien duerme en la cárcel y quien se va a celebrar con un asado haber dado satisfacción al sector más ultra de la política española.

La baraja rota

El Estado rompió ayer la baraja de las elecciones. Ensució aún más el tablero de juego catalán. Se abonó a la estrategia de cuanto peor, mejor y demostró que sus dirigentes políticos mentían cuando afirmaban que tendrían que hacer aquello que no querían hacer. No es verdad. Hacen justo lo que deseaban hacer desde hace mucho tiempo. Humillar a media Catalunya poniendo entre barrotes a los que muchos aún consideran su legítimo gobierno. No son políticos, son guerreros que han opositado a burócratas. Les falta quemar la tierra y cubrirla de sal. Lo harán ilegalizando candidaturas. Pero sepan que hay semillas y tiempo de sobra.