Reto soberanista

'Game over'...

Este sábado de octubre se ha acabado la partida y el Gobierno ha comunicado que temporalmente desconecta la máquinal del videojuego

Rajoy y Puigdemont

Rajoy y Puigdemont / jma

OLGA RUIZ

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Nunca me han gustado los videojuegos, pero durante la adolescencia me autoconvencí -como de  otras tantas cosas- de que me entusiasmaban. ¿Cómo no me iban a gustar si todo el mundo jugaba? Todo el mundo, se reducía a mi grupo de amigos, el único mundo que me entendía y al que yo quería entender, en la adolescencia no hay más que eso: tu tribu, tus amigos, tu mundo. Como en los años 80 todavía se estilaba salir a la calle para jugar,   ahí estaba yo, en el recreativo, intentando que no me mataran o por lo menos que lo hicieran en una pantalla difícil como para que mi derrota fuera aceptada por la tribu.

Había en esa época un juego de lucha muy popular, Street Figther. Durante la partida, una barra en la parte superior de la pantalla iba subiendo o bajando en función de si dabas más zurriagazos de los que recibías. Si el indicador se ponía de color rojo, mala señal: estabas a punto de perder una vida. Si era la última, solo te quedaba mirar alrededor e introducir otras 25 pesetas disimuladamente para empezar de nuevo, como si nada hubiera pasado. Una pequeña ruina a cambio de la gran recompensa de pertenecer a un grupo. Una chiquillada, propia de la edad.

Pasar pantallas

Durante la interminable etapa procesista se ha hablado mucho de pantallas de videojuegos, de pasarlas, de volver a ellas, incluso de superar las más difíciles haciendo algunos trucos (los trucos no dejan de ser trampas que nos salvan temporalmente de la derrota). El Gobierno catalán se ha vestido de adolescente con necesidad de ser querido y aceptado por su tribu. Es la única forma de entender que hayan jugado una partida tras otra intentando  llegar a la pantalla final con vidas, aunque sea con la última. Es una chiquillada, en este caso impropia de la edad.

Alguien debería haberles dicho que en el mejor de los casos ese final no es más que una música de organillo cutre y la posibilidad de poner tu nombre o iniciales en el número uno del récord para que todos los que jueguen después lo vean. ¡Ay escribir tu nombre… eso es lo realmente adictivo!

Pero este sábado de octubre se ha acabado la partida. El Gobierno de España, propietario del dichoso videojuego que tanta adicción ha causado a los separatistas, les ha comunicado que se lo queda, que temporalmente desconectan la máquina para evitar tentaciones y recaídas. Puigdemont, y  todos aquellos que conforman su mundo, ya no pueden jugar más. Castigo, injusto y desmesurado para ellos que no han hecho nada. Les tienen manía ¿Os suena?

Ni vidas ni monedas

Al president ahora solo le queda  aceptar que no le quedan ni vidas ni monedas, y que los pocos trucos que todavía no ha puesto en práctica pueden arruinar las otras vidas, las de verdad, las nuestras. Su barra de energía es roja y está en mínimos. Solo su sentido de la responsabilidad podría recargarla y teñirla tímidamente de verde. President, convoque elecciones, se lo pedimos los que no queríamos jugar. Todavía tiene una vida extra, juéguela bien, se le acaba el próximo viernes. No nos lleve a todos al game over.