Órdago independentista

¡Plas, plas!

Da miedo mirar lo que nos espera. Nos adentramos en el imperio de la ley y la rebelión de las calles

EMMA RIVEROLA

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Un aplauso a todos los salvadores de las patrias presentes, futuras o imaginarias. Felicitaciones a los que tienen sueños (¿húmedos?) imaginándose el momento en que serán esposados o a los que gozan sintiéndose guerreros triunfadores. Una ovación a los que esperan que la cárcel les dé el martirologio para que el pueblo abrace su causa y los que se relamen imaginando su paso bajo el arco del triunfo contemplando la humillación del enemigo.

Una aclamación a los que están consiguiendo que esta tierra, 'tan ufana y tan superba', se vaya resquebrajando. A los que juegan su partida sin importarles que se quiebren amistades y amores. A los que elevan la apuesta ignorando no solo el sentido común, sino también la decencia. ¿Se puede apelar a la bondad sin parecer un extraterrestre, un memo o un 'hippy' trasnochado?

Mientras, los que no aplaudimos, los que nos negamos a felicitar, ovacionar o aclamar a los irresponsables de una y otra calaña, se nos tambalean las determinaciones, incluso las creencias. Resistirse a situarse en uno u otro bando te arroja a las arenas movedizas. A expensas de la vergüenza y el desengaño que unos y otros provocan. Da miedo mirar lo que nos espera. Nos adentramos en el imperio de la ley y la rebelión de las calles. Parece que hay un pacto tácito para posponer la política al 2-O. ¿Resistiremos? Un último aplauso a todos los que pretendéis convertir esta semana en un infierno. ¿Qué haríamos sin vosotros?