Los nuevos liderazgos

El camino a la victoria (momentánea)

Macron y Sánchez encarnan la política de hoy: expectativas de corto alcance y relato 'de abajo arriba'

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TONI AIRA

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En el curso 2016-17, ¿un liderazgo político estrella de nuestro entorno europeo? Emmanuel Macron. ¿Y un resurgir político estrella del mismo periodo y contexto? Pedro Sánchez. Dos líderes que describen bien, cada uno a su manera, la política y parte del mundo en que vivimos: la importancia de la generación de expectativas de corto alcance, el relato del discurso 'de abajo arriba', y sobre todo el momento antipolítico que se vive aún hoy, y que nos acompañará todavía un cierto tiempo cual onda expansiva de la brutal crisis económica que la mayor parte de indicadores nos dicen que hemos superado.

Normalidad y cualidades extraordinarias

Desde hace ya unas semanas, en la plataforma Netflix se puede encontrar 'Macron: el camino a la victoria', no solo para los apasionados por la política y los yonquis de la comunicación y las campañas electorales. Y sí, se trata de un reportaje sobre el fulgurante ascenso al poder de Macron. Su precampaña y su contienda electoral por dentro, donde se puede observar a un hombre que ciertamente tiene capacidades extraordinarias en diferentes frentes, pero que respira cierta normalidad, destellos de realidad y hasta un punto de fragilidad en su condición de joven e inexperto líder político. Las expectativas que despertó este ejecutivo de éxito metido a 'político por accidente' comportaron luego que haya sido el presidente de la Quinta República que ha experimentado la más rápida caída en la valoración y confianza de sus ciudadanos. Un dato, de hecho, fruto básicamente de las desmedidas expectativas que generaron en su día él y su equipo, muy al estilo de aquel Barack Obama del 2008 (a quien, por cierto, podemos escuchar en el reportaje, en conversación telefónica de apoyo al entonces aspirante al Elíseo).

Sánchez tiene más margen

Pedro Sánchez ahí lo ha tenido más fácil, ya que de momento no administra más que el liderazgo de un partido en la oposición. Aún conserva (de hecho, como Macron) la confianza de una mayoría de los que le auparon al poder. Pero eso cada vez es más volátil, menos duradero, más fruto de un momento, de un contexto que pasa rápido en el 'time line' de la actualidad. La línea de tiempo se estrecha, también para los liderazgos políticos. Macron Sánchez son muestra de ello. Eso sí, con un líder socialista que, con menos poder y por tanto menos expuesto, tiene hoy más margen.

Identificarse con el pueblo para llegar al poder pasó de moda, pero ha vuelto con fuerza

Macron y Sánchez, además, son una muestra también clara de esa política que ha emergido en los tiempos de la crisis y que se reivindica 'de abajo arriba'. El actual presidente francés también, aunque no lo parezca a partir del estigma de «banquero» que le colgaron como sambenito sus más acérrimos adversarios. Porque es verdad que el francés no decidió imitar en campaña a esa suerte de Espartaco que Pedro Sánchez interpretó a la perfección para las bases indignadas de un PSOE en primarias. Pero el líder del movimiento En Marche! propuso, ni más ni menos, una «revolución» desde el centro político, ahí donde está la gran base ciudadana, ahí donde por ejemplo están la mayoría de integrantes de las clases medias que más sufren la precarización de la vida en nuestras (hasta hace poco) confortables sociedades del bienestar. 'De abajo arriba'. Les ha funcionado, como mínimo para ascender al poder. Y alguien podría decir que eso es más viejo que andar a pie, pero sin duda también este proceder había pasado de moda y ha vuelto con fuerza.

El caso de Berlusconi

Identificarse con el pueblo para quitar a los de arriba lo ha logrado hasta Donald Trump, un fiel imitador, por cierto, del protagonista de otro reportaje político consultable estos días por tele a la carta: 'My Way. Ascenso y caída de Silvio Berlusconi'. Él fue un innovador en muchos aspectos, no solo los televisivos, también en política. Deslumbró como el desinteresado hombre de éxito que aspira a servir al pueblo sin parecer político. De hecho, en 1994, cuando entró en política y ganó las elecciones, era el empresario de éxito que debía pasar página de una clase política podrida y conjurar el acceso de los comunistas al poder. 'Veni, vidi, vinci'. Y luego cayó rápidamente, y volvió a ello y se convirtió en el primer ministro que más tiempo seguido ha gobernado en Italia. Pero, al fin y al cabo, fue una suerte de antipolítico metido en política. Como luego tantos otros, siempre salvando las distancias y cada uno a su manera. Por ejemplo, también un Macron que se presentó como el milagro antigrasa de la política instalada y de unas instituciones esclerotizadas e insostenibles. Por ejemplo, también un Sánchez que impidió que el PSOE se reversionara a su 'alter ego' de hace 40 años. Cosas que suman. De momento.